Pocas veces una muestra expositiva tiene tanta aceptación de todas las partes involucradas como la que recientemente organizara el gobierno de La Habana en el recinto ferial de Expocuba con varios cientos de proyectos de desarrollo local y de distintos emprendimientos particulares.
La participación de algunas de esas iniciativas en la feria las pudimos hasta seguir por las redes sociales, porque son negocios con presencia en el ciberespacio, y también por el testimonio directo de sus protagonistas, que todavía hablan del hecho como un gran suceso.
En particular nos llamó la atención la alegría que han mostrado sus expositores por ocupar un espacio tan importante como Expocuba, sede de las principales ferias comerciales, nacionales e internacionales, que realiza el país; así como los elogios que han hecho al respaldo recibido por parte de los gobiernos municipales para propiciar su asistencia.
También en otras provincias ha habido ya experiencias similares, con exposiciones donde han confluido las diferentes formas de propiedad y gestión existentes en el país, y un reflejo positivo en los medios de comunicación de los territorios.
Este reconocimiento a los nuevos actores económicos es un paso que desde hace mucho tiempo se necesitaba, pues en diferentes citas comerciales escuchábamos hablar con bastante frecuencia del interés que existía en ese sector por mostrar sus resultados productivos y en los servicios, a la par de las empresas estatales.
Con el impulso reciente a la creación de las micro, pequeñas y medianas empresas, más la ampliación de las cooperativas y la reorganización del trabajo por cuenta propia, las potencialidades de estas formas productivas hallan entonces un mejor escenario para su concreción, con aportes que van mucho más allá de una cuestión simbólica.
Porque muchas son las ganancias netas de este tipo de iniciativas, que van desde la identificación de posibles encadenamientos entre mipymes, cooperativas, cuentapropistas y empresas estatales; hasta el estímulo subjetivo que implican tales oportunidades, para emprendimientos nacientes e incluso ya consolidados.
Es cierto que todavía el impacto real de estas transformaciones no alcanza para revertir la difícil situación que atraviesa la economía cubana. Pero el empuje y la creatividad que muestran estas nuevas formas organizativas, en medio todavía de incomprensiones, trabas y hasta posibles prejuicios hacia la gestión no estatal, son una apuesta alentadora a mediano y largo plazo.
Es esencial además ese vínculo primario con las autoridades locales, que empiezan a reconocer en esos actores económicos una vía para solucionar problemas cotidianos de la ciudadanía, a partir de combinar los intereses de los emprendedores con los de las comunidades donde operan sus negocios.
De ese modo, a partir también de la mayor autonomía con que cuentan los gobiernos municipales y también el sistema empresarial estatal, hay mayores posibilidades de alianzas sólidas que permitan un escenario donde todas las partes ganen, y en especial se favorezca a la población.
Que vengan entonces ferias y resultados, con negocios estatales y privados, y sin distinguir más nada que no sea el beneficio que representa cada emprendimiento para nuestro ansiado desarrollo económico.