A 20 años de su constitución, 29 de marzo de 2002, como una de las herramientas fundacionales de la Batalla de Ideas, promulgada por el invicto Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, las Salas de Televisión siguen haciendo la luz en comunidades rurales de Cuba.
Es cierto que en estas dos décadas muchas cosas han cambiado en esos apartados parajes, con la interconexión de estos sitios al Sistema Eléctrico Nacional y la adquisición por sus pobladores de ese servicio y de equipos audiovisuales que esas instituciones suplían, “pues su creación cubrió zonas de silencio y sin electrificación, donde se convirtieron en centros culturales y de gran aceptación popular, condición que todavía prevalece”, rememora Yaneris Báez Mojena, directora de este programa en la provincia de Las Tunas.
Yaneris sostiene que siguen en la preferencia de mucha gente porque su quehacer caló profundo en el corazón de los vecinos, quienes las consideran como parte de su patrimonio tangible y siempre que pueden las defienden de las limitaciones de recursos materiales para mantenimientos constructivos. Afecta a ese propósito la ausencia por deterioro de equipos tecnológicos imprescindibles para mantenerlas apegadas a sus funciones originales.
Comenta que en este territorio del oriente cubano cuentan con 191 de estas salas que dan empleo a una plantilla total de 639 trabajadores, de los cuales 573 están vinculados de manera directa y son mujeres el 60 por ciento. Esto pondera el apoyo para su conservación y funcionamiento que reciben de los grupos de trabajo comunitario en los barrios.
No obstante el tiempo transcurrido y el impacto de la compleja situación económica que atraviesa la nación, la mayoría conserva un buen estado técnico-constructivo.
Algunas, como la ubicada en el kilómetro 24, perteneciente al municipio de Manatí, presenta paredes agrietadas y desconchados en los pisos y aceras circundantes, señala Yaneris, y agrega que como no hay, todavía, riesgo de derrumbe continúa funcionando.
También hay carencias de parte del equipamiento tecnológico como inversores que convierten la luz solar en energía eléctrica, paneles solares, televisores, cable coaxial y Royal Cord, que conecta las baterías y los paneles, un asunto que precisa atención para la supervivencia de este programa, cuya utilidad es indiscutible como ente aglutinador de los vecinos en un período en el cual la batalla sigue siendo de ideas.
Al calor de las transformaciones experimentadas por las comunidades donde están ubicadas, las salas se han reinventado en el mejor sentido de la expresión, confirma Yaneris y abunda en que siguen siendo punto de contacto entre los vecinos para debatir temas importantes de la actualidad nacional e internacional.
Entre otros servicios, ofrecen el de rehabilitadores físicos, que acercan esas consultas especializadas a personas mayores en una población que envejece aquejada de este tipo de dolencias. Incluyen además, minibibliotecas y programación cultural que aglutina a círculos de abuelos.
El Sistema de Salud Pública las tiene como aliadas imprescindibles, pues sus locales son utilizados para diversas acciones. Cuando la pandemia impuso su nefasto impacto, estas instalaciones devinieron centros de aislamiento de casos sospechosos y positivos con síntomas leves. Habitualmente se realizan actividades comunitarias de atención y educación de salud.
En los días previos al nuevo cumpleaños y en la medida de lo posible, en todas las comunidades se festejó la fecha. Muchos inmuebles recibieron acciones de rehabilitación de sus estructuras, lo cual resulta significativo en los aportes de sus trabajadores, reconocidos por el Sindicato de Administración Pública que los acoge y representa; y por los habitantes de esos poblados, confirma Yaneris.
Los cierto es que, a 20 años de su creación, contra viento y marea, este programa de la Batalla de Ideas sigue brindando sus aportes, pero necesita una mirada institucional que las incluya entre sus prioridades para que continúen honrando la memoria de su fundador en tiempos de batalla ideológica sin precedentes.