En un reparto de la capital cubana comenzó hace poco una iniciativa que considero muy positiva. La venta organizada en el rastro de la localidad de pequeñas cantidades de materiales de la construcción, cemento para ser más exacto, a través de la gestión del delegado de la circunscripción y del presidente del CDR, quienes casa por casa hicieron un levantamiento de las necesidades.
No tengo información sobre si es una iniciativa solo del consejo popular, o en todo el municipio, pero la experiencia demuestra que en un contexto de limitaciones y carencias, las autoridades locales y líderes comunitarios pueden contribuir mucho a establecer mejor las prioridades e implementar mecanismos de distribución más equitativos.
Este tipo de soluciones podría parecer de poca relevancia, porque cinco o diez sacos de cemento no alcanzan para ejecutar grandes obras o modificaciones constructivas, pero hay que considerar el impacto para el barrio que en cada hogar las familias pueden acometer por sí mismas esos pequeños arreglos que la mayoría de las viviendas requieren, y muchas veces no es posible realizar por la dificultad que representa la adquisición de los materiales.
Porque para nadie es un secreto que alrededor de las tiendas de materiales de la construcción también flotan muchos individuos con todo el tiempo del mundo y las conexiones necesarias dentro de tales establecimientos, para poder comprarlo todo y luego revenderlo por montos astronómicos.
Así, la implicación de los llamados factores de la comunidad y el control ciudadano sobre la comercialización de estos suministros, a los precios oficiales y no los de la infladera —que es mayor que la inflación—, constituiría una notable ayuda a los procesos de transformación que en la actualidad se impulsa en no pocos barrios del país.
Por supuesto, esto requiere más trabajo y mejor organización. De hecho, en ese propio consejo popular de la anécdota, hay delegados que ya hicieron el levantamiento de toda su circunscripción, y otros a quienes sus vecinos o electores todavía están esperando que aparezcan para informarles de la buena nueva.
La iniciativa y el esfuerzo para mejorar la situación de cada barrio pasan también por esa participación ciudadana, bajo la conducción de sus propios habitantes, mediante mecanismos organizativos que no deben tampoco ser fórmulas generales, sino que dependen de la situación concreta de cada lugar.
Lo que sí está comprobado, como ha ocurrido en múltiples ocasiones en momentos de desastres naturales, que es posible movilizar a las comunidades de una manera más racional y solidaria, y cerrarles el paso con una mejor gestión gubernamental en la base a quienes intenten aprovechar la escasez o las dificultades para su lucro personal.
Como dijimos al comienzo, no es suficiente, quizás, cinco o diez sacos de cemento que le vendan a cada casa, pero si en cada casa podemos comenzar a arreglar lo que tenemos pendiente, la imagen del barrio también lo agradecerá. Y con poco, a veces, resuelven muchos.
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