Defender el país en el que se nace, construir su nación, fortalecer la nacionalidad como legado, son propósitos mucho más allá del género de los individuos.
El papel de las mujeres cubanas en nuestra historia de luchas por la independencia y la justicia social siempre estuvo presente, aunque no fuera suficientemente visible en todas las circunstancias de su devenir.
Con el triunfo de la Revolución inició otro largo camino por enriquecer y destacar ese protagonismo de las mujeres en la defensa de su patria, recorrido con páginas épicas que todavía no concluye, y de seguro nunca lo hará.
Ellas no solo han tenido que enfrentar las dificultades nacidas de ese trayecto de luchas revolucionarias y enfrentamientos con el más poderoso los enemigos externos, para preservar y afianzar nuestra libertad, sino también encarar los prejuicios y tabúes que por siglos intentaron reducirlas a desempeñar papeles secundarios, o desconocieron sus méritos en las gestas patrióticas.
Las mujeres hoy forman parte decisiva de todo el entramado económico, social y político cubano, lo cual incluye su participación activa en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y otras fuerzas que defienden la nación.
Desde el servicio militar femenino hasta las Academias y mandos superiores, la presencia de la mujer es innegable, sin que ello signifique que todavía no puedan avanzar mucho más en representación y jerarquía.
Sus cualidades organizativas y habilidades negociadoras, junto con la valentía que las caracteriza, convierten a nuestras mujeres en batalladoras de primera línea, que merecerían quizás mayores responsabilidades, también en la defensa.
Por supuesto que partimos además de un concepto bien amplio de defender la patria, que comprende toda labor económica, científica, cultural que decide en nuestro desarrollo social, y también su preparación militar, para evitar cualquier guerra —lo cual, ya sabemos, equivale a ganarla.
La fortaleza de las mujeres en la defensa de la patria resalta por la integralidad de su mirada, por la humanidad de su enfoque y por el hecho de estar curtidas en batallas que van mucho más lejos y profundo que las pugnas más evidentes entre poderes físicos.
Y las mujeres cubanas saben muy bien lo que representa luchar por sus derechos y a la vez el bienestar de sus familias y su nación. No necesitan pedir permiso ni que les concedan lugares que ellas pueden muy bien ganar, y cada vez lo hacen con mayor frecuencia.
Pueden hacer lo máximo por Cuba igual con una idea en la mente, que con un arma en la mano. Siempre sin perder de vista su objetivo fundamental, que debería ser el de todos los seres humanos: son nuestras grandes guerreras, nadie lo dude, por la paz.