El Nantes arrambló al PSG después de que el cuadro de Pochettino entusiasmara entre semana en Champions. Aún con la resaca del triunfo ante el Real Madrid, el entrenador argentino introdujo algunos cambios pero alineó al tridente.
De poco le sirvió. El azote que se llevó fue sorprendente por la capacidad que tiene de mutar de una noche casi perfecta a otra casi horrible, metáfora de un club que vive instalado en los extremos (3-1).
Al buen partido de Messi, disfrazado de repartidor, no le acompañó el tino de sus otros dos socios. Mbappé encontró una frontera infranqueable en Lafont, arquero de un Nantes inconmensurable.
Neymar, preso de sus rituales antes de ejecutar un penalti, falló por estar más pendiente de sus pequeños pasos hacia el balón que de colocarla con potencia. El PSG de la liga es la antítesis del que se deja ver en Europa, prueba de su lista de prioridades.