Primero los precios comenzaron a subir de peso en peso, luego de cinco en cinco, y ya es difícil entender a veces hasta a qué ritmo crecen o cómo los fijan, sobre todo en los mercados de oferta y demanda y en la boyante bolsa negra de acaparadores y revendedores.
La inflación en estos momentos constituye quizás el principal problema de que hablamos y padecemos en Cuba, con consecuencias sociales severas para toda la ciudadanía, en particular en el caso de las personas con más bajos ingresos.
Las causas y factores que influyen en el fenómeno económico están bastante bien descritas por economistas e investigadores.
La Covid-19 y su impacto en el mercado internacional, combina con otras peculiaridades nuestras que van desde el recrudecido bloqueo del gobierno de los Estados Unidos, hasta las debilidades internas y flaquezas del ordenamiento monetario y cambiario.
Hay ciencia en función de proponer fórmulas para enfrentar el asunto, pero también hay dolo y mala intención en no pocas bolas y vaticinios, así como elucubraciones superficiales que buscan responsabilizar al Estado y el gobierno con esta situación, cuando en realidad las autoridades del país tienen tanto o más interés que la ciudadanía en resolver una situación que pone en jaque cualquier esfuerzo de desarrollo, y dedican a ello no poco de su trabajo.
En medio de ese panorama, está claro que las soluciones no van a llegar rápidamente ni son sencillas o de un solo tipo. Algunas posibles alternativas incluso son de una elevada dificultad técnica, según las propuestas que nos llegan desde la academia.
Pero no olvidemos que los precios siempre fueron un tema complicado en la realidad cubana, y ahora tienen sobre sí la presión inflacionaria para enredarlos aún más.
Nuestras propias políticas sociales que combinan subsidios, protecciones y beneficios generalizados, hacen difícil diferenciar entre quienes más ayudan requieren y los segmentos poblacionales con mejores ingresos, lo cual hace todavía más difícil diseñar medidas efectivas y diferenciadas.
No obstante, por ahí deben andar algunas de las claves, sino para controlar la inflación, por lo menos para aliviar la infladera. O sea, esa manipulación y aprovechamiento que ciertos individuos y entidades hacen de esta adversa circunstancia.
Y también hay que superar esa inercia mental que a veces notamos al hablar del tema, como si no hubiera nada que hacer para enfrentar el fenómeno: Son los precios que suben, la inflación, imagínate…
No. Es imposible aceptar que ese sea el estado natural de las cosas. Cuando comenzó la pandemia en 2020 y vinieron las primeras etapas de cuarentena, hubo respuestas institucionales desde las comunidades y gobiernos locales para mejorar la distribución y venta de productos, que luego se desecharon como si ya estuviéramos en la abundancia.
No puede haber resignación ante la mala repartición de la poca oferta disponible, presa ahora todavía más de sistemas de colas y coleros que alimentan la especulación y la reventa, e inflan los precios más allá de los límites objetivos de la innegable inflación.
Hay que poner la inteligencia a buscar esas fórmulas y paliativos, de conjunto con la población, y con métodos que combinen el herramental financiero con la destreza política y la exigencia social.
Lo que sí no podemos es quedarnos de brazos cruzados, en ningún nivel de dirección, ni con la inflación, ni con la infladera.
En mi modesta opinión hay coss que pudieran hacerse si organizamos y controlamos mejor las cosas. Una cosa es la inflación y otra muy diferente el invento, el abuso, las ilegalidades a partir de las ganancias astronomicas y los cambios de precios que a diario experimentan sin motivos los productos. Una cosa es comprar y revender sin responsaldo productivo alguno y otra diferente es comprar y multiplicar por decenas de veces lo que se ha convertido en un modus vivendi de muchos revendedores que han encontrado en las actuales circunstancias, verdaderas formas de hacerse de fortunas a costa del bolsillo de los trabajadores imposibilitados en muchos casos de comprar en las tiendas por los horarios desajustados que tenemos ni de hacer las colas compitiendo con los «desocupados» capaces de dormir toda una noche con tal de comprar para revender productos o los propios turnos de ls colas que hacen. Concluyendo, necesitamos mas controles economicos, financieros y de los inspectores encargados de estas cuestiones, no es suficiente con el control popular porque no tenemos autoridad para actuar contra algo que hay que demostrar ante la ley, verificar la procedencia de los productos y sobretodo verificar los precios con que se adquieren y los «impuestos» que esos inescrupulosos imponen a los mismos productos para beneficiar sus bolsillos, sin importarle los demas. Lo anterior tiene un efecto social denigrante y va encontra de los valores que propugna nuestro sistema de solidaridad humana. Gracias.
Cada vez que pasa y se detiene frente a mi casa algún vecino jubilado o no, alguien que intenta vivir todavía de su pensión o de un salario, razón por lo que ellos mismos se incluyen entre «los llamados fieles ciudadanos «de a pie». Si se detiene por ser familiar hace un arranque de exorcismo a través de oraciones y expresiones con los pies muy bajos, pegados a la tierra sin tribunas, entonces intenta expulsar a los espíritus malignos que deforman el mercado cubano, el cual fue cultivado con tanto esmero histórico como la escasez provocada por el bloqueo imperial.
El vecino sin pensarlo, ahí mismo esgrime, agita, enfrenta con la «cruz de la distibución» su más reciente amarga vivencia, seguro de que el santo emblema cristiano podía ser capaz espantar, por su fuerza y orden juntos de acabar con aquella deformación de mercachifles que tanto le incomodó.
El vecino no usa para ello términos científicos, académicos, técnicos, simplemente blasfema. Les dice: «_atrás coleros infieles,
_retrocedan compradores de liquidez facilitada; pero mal habida,
_renuncien empoderados del desorden mercantilizado,
_ escuchen fieles cuadros y cuerpos del orden…»
Sin más patrones que no sean los de ese mayoritario grupo de ciudadanos honorables y pródigos que soportan los rayos del bloqueo yanqui cuando caen de punta sobre sus cabezas y la de sus familaias.Sólo dejan lamentos concretos repetidos por sus andares, de claridad diáfana. No hablan de Código de familias, ni de pandemias; tampoco hace ciencia. Son personas que simplemente describen sus vivencias personales. Entre ellas
la de un amigo que alquila su «maquinón, viejo y remendado» a un dueño de paladar con liquidez suficiente para llenar el carro de aceitunas y cajas de cervezas.
Sobre este último caso, su comentario se redujo al lamento infiel de tener que ir a la paladar, pagar 120 cup para tomarse una cerveza que la tienda vendió al por mayor a una persona con suficiente liquidez para ello. ¿A cómo la pago él de la liquidez en la tienda?, el vecino comentó que ese precio está aún sin descodificar y necesitado de otro código multidisciplinario, seguramente tan, o más necesitado de una agenda referencial con la población.
Gracias.
Primero hay que ser valientes y consecuentes con nuestros actos y reconocer lo que se concibió mal para a partir de ahí comenzar por rectificar lo que se ha aplicado mal, de lo contrario no vamos a avanzar y mucho menos desarrollarnos en la compleja situación. Uno de los ejemplos más evidentes es el descrito en este artículo: la pésima distribución de la poca oferta disponible, presa todavía y desde hace 2 años de sistemas de colas y coleros que alimentan la especulación y la reventa, e inflan los precios más allá de los límites objetivos de la innegable inflación, este es un serio problema que el Estado tiene que acabar de resolver ya y esto no conlleva una elevada dificultad técnica académica para meternos años ahora pensando. La población si ha respondido y dado un sinnúmero de soluciones a esto entre la que se reitera con más frecuencia la de normar y comercializar de una vez todos esos productos a través de la extensa red minorista de bodegas y mercados del MINCIN un sistema con más de 60 años de experiencia en su aplicación y perfeccionamiento y solo se ha recibido la callada por respuesta
Magnífico!, como siempre tus comentarios.
Hay que poner inteligencia a buscar esas fórmulas y paleativos. Ahí esta el problema, no las justificaciones y las dejar de hacer, de quienes tienen esa responsabilidad, es el pueblo y sobretodo aquellos que tuvieron en sus hombros, los años de trabajo y de resistencia de la Revolución y hoy están más afectados para adquirir alimentos, medicinas….