No había cumplido aún los 13 años de edad y ya tiraba de narigones y con espontánea agilidad conducía bueyes y arados que roturaban campos en Omaja, remoto poblado del actual municipio tunero de Majibacoa.
Era el más joven de los dos hermanos varones, y no tuvo tiempo para juegos infantiles. Su procedencia humilde signó su infancia, “era casi un niño y tuve que comenzar a trabajar para ayudar a la familia. En tiempos de zafra vendía frutas en el barrio. Las fiaba y las cobraba cuando pagaban la quincena. Así era entonces”, recuerda.
Luego se fue a vivir a Los Moscones, en Mir, de la ahora provincia de Holguín, en lo que llamaban “las tierras de los Infante, sin que el panorama de pobreza cambiara en lo más mínimo. Las cosas andaban de mal en peor”, significa.
Y como si esas penurias que sufría el pueblo cubano antes del triunfo de la Revolución fueran pocas, “a los 14 años padecí una apendicitis y me operaron en el hospital de Holguín a cambio del voto familiar a favor del colono Arturo Infante, entonces candidato a representante”, rememora y no hacen falta más comentarios para entender la ignominia de los desgobiernos de aquella época.
Amor al trabajo y a la Revolución
En esas paupérrimas condiciones arraigó el amor al trabajo como fuente honrada de sustento diario y aspiraba a un cambio en bien de los pobres. Se fue a vivir a la ciudad de Santiago de Cuba y más tarde se incorporó a la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Aprendió a leer y a escribir gracias a las enseñanzas de su mamá Digna. Después del primero de enero de 1959 estudió y laboró en diferentes oficios, pero “manejar y resolver problemas en la mecánica se convirtieron en mi pasión», reconoce este octogenario trabajador. Y con ese espíritu llegó a la Base de Camiones de Transporte y Cargas, en la ciudad de Las Tunas, donde se jubiló después de 43 años de entrega.
En los días posteriores al retiro, “monté un tallercito particular de recuperación de baterías”, relata y afirma “pero yo no puedo estar en la casa. La situación económica ahora es difícil. Me siento fuerte todavía y siento que puedo seguir siendo útil. Aquí voy a estar hasta que me muera”.
Otra vez al taller…
Por esas razones y con su envidiable espíritu innovador, en 2020 volvió al laboreo y entró, colmado de sueños que ahora materializa, por las puertas anchas de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Desmonte y Construcción Las Tunas, y su sabiduría reina en el taller de recuperación de baterías para diversos medios.
Fiel a su filosofía de vida, Alfredo René Hernández Agüero donó a la UEB los medios y recursos ideados y fabricados por él con los que rehabilitaba en su tallercito estos componentes imprescindibles para el buen funcionamiento vehicular. “Son muy caros y generalmente están perdidos de nuestro mercado nacional”, enfatiza el joven Orestes García Durañona, director general de la Unidad.
Como el experto que es y con la pedagogía de un profesor, aunque esa tarde faltaban gases industriales y “a mí me gusta ver el fuego, la candela”, alega, Alfredo accede a explicarme en detalles cómo hace el milagro de la resurrección de las baterías que salen del taller con envidiable vitalidad y “pueden rendir faenas por otros tres años”, me aseguró el chofer de Kamaz Idalberto Rojas, uno de los 36 beneficiarios del talento innovador de Alfredo en esta materia.
La técnica es la técnica y sin…
De manera sintética me reseña su inventiva: “Fundo en plomo las espigas y los puentes, meto las placas en el peine, las limpio y las sueldo y ya están listas para armar con los separadores. Le doy corriente (carga) y le echo el electrodo (líquido que le conserva la carga)”.
Así, con esta innovación, Alfredo ha hecho posible mantener funcionando más del 80 por ciento de nuestra técnica, tanto de transporte como de las máquinas ingenieras: buldóceres, excavadoras, motoniveladoras, cargadores, tractores… y ha hecho posible la sostenibilidad de nuestros servicios al Sistema de la Agricultura en el territorio, inmerso en varios programas vinculados con la producción de alimentos en tierras que requieren intervenciones de esta naturaleza para recuperarlas del marabú, instalar sistemas de riego y realizar otras tareas, confirma Rubén Antonio Bruzón Piedra, jefe del taller de la UEB.
Bruzón Piedra cuenta que ante el déficit de las baterías-acumuladoras y con el empuje de Alfredo, comenzaron a pensar cómo reparar y recuperar las desechadas por su entidad y por otras organizaciones empresariales locales, “vamos hasta los rastros, las recogemos y a aprovechamos todo lo que se pueda”.
Y Mislaydy Acosta, jefa del Departamento de Capital Humano, también celebra la idea que permitió ―y permite― mantener la fuerza de trabajo activa, “sin necesidad de declarar interrupciones laborales, ni reubicaciones a veces necesarias, pero que desvirtúan la esencia de la misión y el encargo de nuestra organización empresarial”, enfatiza.
Esas actuaciones, hay que generalizar rapidamente a todo el pais, ya que esos problemas lo tienen todas las empresas. Y estimular fuertemente al octogenario y publicarlo en toda Cuba. Suludos.