Hay algunos lugares comunes en el modo en que a veces las personas enfrentamos la vida que apuntan hacia ciertas falacias, o sea, contradicciones irreales entre determinados conceptos o puntos de vista que parecen incompatibles a simple vista, y sin embargo, tienen mucho más que ver de lo que suponemos.
Una de esas verdades que no lo son tanto, por ejemplo, es cuando se suele presumir que existe una diferencia irreconciliable entre el pensar y el hacer.
Esa oposición inexistente entre el mundo de las ideas, del pensamiento, y la práctica, la acción, es uno de los tópico que a pesar de ser desmentido casi a cada instante ante nuestros ojos, todavía hay quienes se empeñan en sostener.
Porque decididamente, no es posible una actuación meritoria en ningún campo de cotidianidad, sin que detrás haya una reflexión, un análisis, una inteligencia puesta en función de conseguir ese propósito.
Muchas de las pifias y errores que con frecuencia cometemos los seres humanos provienen precisamente de ignorar ese imprescindible vínculo, de no lograr un efectivo pensamiento práctico.
Así, podemos encontrarnos a algunas personas que parece que se las saben todas, que manejan un arsenal teórico impresionante para explicar cualquier fenómeno, y sin embargo, de poco les sirve cuando no lo asumen como una manera de accionar sobre la realidad que los circunda.
Son esos individuos que son capaz de arreglar el mundo desde lo que suponen que se debe hacer, implacables censores casi siempre de quienes de verdad intentan hacer algo, pero que a la hora de la verdad, poco aportan a la concreción de sus brillantes elucubraciones.
En el otro extremo están quienes pareciera que siempre están en movimiento, haciendo o aparentando que hacen algo, pero sin detenerse a pensar hacia dónde les pueden llevar sus actos, o qué fundamentos, cuáles conocimientos específicos se requieren para lograr el éxito con esa actividad constante.
A estas personas les sorprende en muchas ocasiones el hecho de fracasar en sus intentos, sin poder descubrir la razón del fiasco, ¡porque ellos, los pobres, trabajaron tanto, que no saben cómo pudo pasar algo así!
Y precisamente muchas de las transformaciones que hoy acontecen en la sociedad cubana, requieren de esta combinación de pensamiento y práctica.
No basta con que concibamos la mejor de las soluciones en el terreno de lo económico, de lo social o en cualquier ámbito de nuestra existencia, incluso el familiar o personal, si de manera paralela no creamos las condiciones para que eso se aplique, se pueda dar seguimiento a su ejecución, y se tomen las medidas correctivas necesaria durante su implementación para rectificar cualquier desviación de lo que la teoría nos decía que debía ser.
No se trata, en fin, de pensar por pensar, ni de actuar por actuar: el asunto es concretar resultados mediante un pensamiento práctico.