Juan Hernández Sierra: Sangré por Cuba

Juan Hernández Sierra: Sangré por Cuba

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He escuchado cientos de veces que el tiempo cura todas las heridas. Es mentira. El tiempo no cura nada. Solo las adormece. Lo sabemos usted, yo y el hombre que me mira… El silencio lo amordaza. Atrás han quedado sus primeras palabras. Más cortas que un telegrama. Desde hace algunos minutos, y tras una pregunta liberada por mi curiosidad, tiene los ojos escarbando en ese extraño mundo que es el pasado. Tierra de recuerdos y superación. De cicatrices y fantasmas… Mete uno de sus largos dedos entre su oscura piel y el cuello de su pulóver como si intentará liberarse para respirar mejor. Inclina su rostro mientras sus cejas caen como la tarde. En su boca el labio inferior engulle al superior, produciendo un gesto indescifrable. No hay juicio ni condena. Solo una profunda reflexión… Quizás Juan Hernández Sierra sea una de las voces de esas historias privadas, que a la vez son de todos. Sobre el ring vivió, triunfó y cayó. Lo necesario para que tal vez todavía le pesen algunas cosas….

Juan Hernández Sierra. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda.
Juan Hernández Sierra. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda.

“Sí, el profesor Alcides Sagarra me exigió sentarme en el medio del ring tras la final del Mundial de Houston en 1999. Era la forma de impedir la premiación luego del despojo que nos hicieron”, expresa mientras descansa su anatomía sobre uno de los cómodos butacones, cuyas lindas combinaciones de blanco y negro le dan vida al lobby del comedor olímpico de la Escuela Nacional de Boxeo Holvein Quesada.

“Si llego a bajar, retiraban a los jueces y daban las medallas”, continúa. “Gracias a eso no pudieron salirse con la suya, y tuvieron que revocar el fallo por la madrugada. Aunque ya nuestra delegación se había retirado de la competencia” prosigue y una vena abultada le late visiblemente en el cuello.

“No le falté el respeto a nadie ese día. Solo hice lo indicado. Molesto y lloroso estaba, pero tranquilo”, junta las manos por las yemas de los dedos, haciéndolos repiquetear nerviosamente entre sí.

“Irnos del Mundial fue lo mejor. A varios compañeros los habían perjudicado. Lo mío fue el colofón. La presea jamás estuvo en mi poder. Nunca se entregaron. Oficialmente y en los récords soy el campeón. Fue lo que más rabia me causó en mi carrera deportiva”, certifica susurrando como si le estuviera escuchando el pasado, y no quisiera despertarlo de su sueño.

Se echa hacia atrás y estira las piernas. Las cruza a la altura de los tobillos. Parpadea y se acaricia una de sus manos como si fuera un cachorro maltratado.

¿Cómo explicar las derrotas olímpicas?, expresa. Piensa unos segundos en los que procura tragar saliva. Con una leve mueca y una caída de ojos continúa.

“Estuve en dos finales. Pasan tantas cosas sobre un ring”, contesta con un hilo de voz. “En Barcelona 1992 caí ante el irlandés Michael Carruth. No creo que haya perdido. Yo daba los golpes y se los anotaban a él. Los jueces lo decidieron así. Tal vez equivoqué el plan táctico. En Atlanta 1996 con el ruso Oleg Saítov fue duro y cerrado… No quiero culpar a nadie. Al final no lucí como se esperaba. Es una deuda que llevo”, asevera y los hombros se le hunden junto con su nostalgia.

Aprieta los dientes para evitar cualquier expresión. Observa la grabadora como si fuera un objeto desconocido. Se aprieta con los brazos como si fueran un salvavidas. Pasan los minutos. Mi silencio aderezado con un gesto de impaciencia le obligan a percutir.

“No debí pelear en los 71 kilos en Sídney 2000. Fue una decisión del colectivo técnico. ¿Yo? cumplí disciplinalmente. Lo mío eran los 67 kilógramos. Han pasado más de 20 años de esos Juegos Olímpicos y todavía me duele no haber triunfado”, explica casi gimiendo, y con una mano sobre el corazón, como si quisiese protegerse de un ataque: “Debí ser más inteligente”.

Juan Hernández Sierra se levanta. Se estira cuan alto es. Se enfunda un abrigo rojo y azul. Algo extraño ante el calor reinante. Se frota las manos. Se deja caer otra vez sobre el butacón, y decide soltar algunos recuerdos felices que lleva encima.

“Oye, de los cuatro mundiales que gané, ¡siiii ahí está el de Houston, anuncia, —y la vena, gruesa como una lombriz, se le hincha en el cuello— el de Sídney 1991 es inolvidable.

“Triunfé en la final sobre el alemán Andreas Otto. Tremendo peleador. Era mi primer gran torneo. Fui pelea a pelea. Con el oro me sentí como nunca. Disfrute mucho mis títulos. No solo los planetarios, igualmente los dos en Panamericanos y Juegos Centrocaribeños. Engrandecen la carrera deportiva. Implican sacrificio, y horas de entrenamiento. ¡Ahh y rivales de calidad!”.

Comienza a sudar un poco. Sus largos y toscos dedos aran con calma los surcos de su frente. Muestra sus dientes dando vida a una sonrisa de la que ya no volverá a bajarse.

“Tuve buenos rivales en Cuba. Ernesto Cabrera y Freddy Domínguez fueron los más duros. En el extranjero Carruth y Saítov, quien me ganó par de veces. Nunca pude descifrar sus estilos. Fue algo que conversé con mi entrenador Julián González Cedeño. Un padre desde mi llegada al equipo nacional”.

Una pregunta le hace apretar los dientes con tanta fuerza que un músculo tiembla a lo largo de su mandíbula. Me parece percibir que su maxilar tiene una extraña forma, lo cual quizá sea un rasgo llamativo.

“Alcides Sagarra es el padre del boxeo cubano”, afirma. “Exigente y ganador. Gracias a él estamos aquí. Guio al gran Teófilo Stevenson, dice y señala con la barbilla hacia la pared donde cuelga un enorme cuadro de la leyenda. “El mejor de todos los tiempos. Tenía técnica y pegada. Era pausado e inteligente”.

Se toca la nuca con la mano, mientras su mirada y la mía buscan la voz de una mujer que, desde la cocina, grita, perdón canta a su manera una balada de Patti LaBelle y Michael McDonald.

Encoge sus cejas y hombros imitando un (no nos queda más remedio, debemos disculparla) y persiste. “El boxeo ha cambiado. Algunos de los que están hoy en la selección nacional en mí tiempo les hubiera sido difícil”, asiente con vehemencia.

“Había hasta cuatro hombres por división. El período especial nos golpeó. Debemos trabajar más en las áreas especiales. Antes el proceso de captación era superior”.

Parpadea y se queda pensativo. La pregunta no ha sido complicada. Aun así, se toma su tiempo en tanto el sol trepa por la pared.

“Es tiempo de que la mujer cubana boxee —testifica y aparta de un manotazo sin llegar a tocarla la trayectoria de una enorme cigarra.

“Seguimos en desventaja. Hemos perdido tiempo. Se puede arreglar. Aunque, una mujer no es para darse golpes”.

Un perro comienza a ladrar. Intentamos azorarlo sin éxito. Nos levantamos maldiciendo un poco, y echamos a andar en busca de un lugar donde concluir la conversación. Sobre la marcha algunas ranas forman un coro entre los arbustos, y un pájaro de color marrón aporrea un árbol como un púgil a un saco de entrenamiento.

“Soy de Guane en Pinar del Río. Allá el fútbol era pasión. Yo lo jugaba”, asevera tomando aliento. “Un día vi por la televisión boxeando a mi primo José Luis Hernández y dije ¡voy a hacer lo mismo!”, legitima con tono apacible, pero alzando la voz al final de las palabras para hacerse oír.

“Quería ser grande y ayudar a los míos. Hacerme de un nombre. Extraño estar sobre el ring”, ratifica con un gesto triste.

“Deseo continuar transmitiendo en la Escuela Nacional lo que aprendí”, asevera desterrando la pena. “A veces es difícil. Hay muchachos que creen se las saben todas”.

De repente levanta una mano como pidiendo permiso. Mueve la cabeza a ambos lados como buscando algo. Me estruja el brazo y señala.

“Sabes tenía el arco superciliar muy desarrollado y un hueso filoso en el frontal que hacía fácil las cortaduras en los combates. En 1997 me operaron. Bajaron el cuero cabelludo y limaron ese hueso. Cuando el profe Alcides me vio dijo ¡cará desgraciamos al muchacho!, pero no, jamás sufrí otra herida”, autentica señalando en su cráneo rapado una evidente y amplia cicatriz.

“Me retiré con 32 años”, asegura. “Por la edad no tenía opciones de ir a Atenas 2004. Era necesario darles oportunidades a otros”, certifica con un suspiro que se escapa de su garganta….

Con un golpecito en la espalda y un firme apretón de manos nos despedimos bajo un sol de justicia. En la caminata hacia la salida me pregunto si quizás para Juan Hernández Sierra el boxeo fue un viaje emocional. Capaz de forjar su personalidad, sus puntos fuertes y sus flaquezas. ¿Tal vez una genuina historia de lucha por los sueños?…

¡Ehhh amigo!…, la poderosa exclamación estremece mis pensamientos. Me giro, y a lo lejos, él con las manos alrededor de la boca grita muy alto: “Estoy orgulloso de haber peleado por Cuba. De representar a los cubanos. No me lo preguntaste, pero te lo recuerdo” …

 

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41 comentarios en Juan Hernández Sierra: Sangré por Cuba

  1. Saludos cordiales desde ARG: Me encantó la entrevista, excelente por ambas partes: entrevistado y entrevistador, sencilla, franca e inteligente. Me gustaría mucho leer más como ésta. Recomiendo una al gran Mario Kindelán, Héctor Vinent entre otros. Le deseo muchos éxitos para el deporte y los deportistas cubanos. Afectos.

  2. Me he quedado alelada, casi nunca leo temas deportivos. Éste artículo me llegó por Cubadebate y debo decir que lo he disfrutado tanto que me animé a entrar al sitio de Trabajadores para dejar el siguiente comentario: Me quito el sombrero colega!!!! Muchas gracias por la excelencia. Un abrazo desde la hermana Bohemia.

  3. Un hombre de pocas palabras pero si de mucha acción .Esta entrevista te la mereces para que las nuevas generaciones sepan lo corajudo que fuiste

  4. Grande entre los grandes Juan Hernández dejó huellas en el boxeo nacional e internacional, salud y prosperidad para el y los suyos, por cierto no es el primero que dice que las nuevas generaciones creen sabérselas todas

  5. “Sí, el profesor Alcides Sagarra me exigió sentarme en el medio del ring tras la final del Mundial de Houston en 1999. Era la forma de impedir la premiación luego del despojo que nos hicieron”, expresa mientras descansa su anatomía sobre uno de los cómodos butacones, cuyas lindas combinaciones de blanco y negro le dan vida al lobby del comedor olímpico de la Escuela Nacional de Boxeo Holvein Quesada.

    “Si llego a bajar, retiraban a los jueces y daban las medallas”, continúa. “Gracias a eso no pudieron salirse con la suya, y tuvieron que revocar el fallo por la madrugada. Aunque ya nuestra delegación se había retirado de la competencia” prosigue y una vena abultada le late visiblemente en el cuello.

    “No le falté el respeto a nadie ese día. Solo hice lo indicado. Molesto y lloroso estaba, pero tranquilo”, junta las manos por las yemas de los dedos, haciéndolos repiquetear nerviosamente entre sí.

    “Irnos del Mundial fue lo mejor. A varios compañeros los habían perjudicado. Lo mío fue el colofón. La presea jamás estuvo en mi poder. Nunca se entregaron. Oficialmente y en los récords soy el campeón. Fue lo que más rabia me causó en mi carrera deportiva”, certifica susurrando como si le estuviera escuchando el pasado, y no quisiera despertarlo de su sueño.

    pura sinceridad, asi se habla para las nuevas generaciones conozcan de los muchos despojos que le han hecho al boxeo cubano, viva el deporte cubano, salud para usted campeón

  6. Daniel lo felicito por esta entrevista, certera y bien contada, la recomendé a varios amigos que nos gusta el deporte, lindo y merecido homenaje a un gigante del boxeo cubano.

  7. Me encantó este artículo, los exhorto a que sigan así, mi padre no pudo conseguir el periódico y se lo dí para que lo leyera digital, gracias por contarnos estas historias que mucho enaltecen al deporte cubano y en especial al boxeo, nuestro buque insignia

  8. periodista muchas felicidades por este trabajo lo disfrute mucho siempre admire a Juan Hernandez gracias por recordarmelo me entere de cosas que no sabia un gran campeón de pueblo

  9. Tuve la posibilidad en una ocasión de conversar con Sierra en un Playa Girón y años después en plena calle, un tipo sencillo con una trayectoria grande y linda, felicidades a Trabajadores por recordarle

  10. Soy admirador de Hernández Sierra, callado y seguro sobre el ring lo de Estados Unidos fue bochornoso, al final fue un gran boxeador sus premios lo dicen, salud para usted campeón

  11. Yo recuerdo la pelea del 92 en Barcelona creo que ganó pero se demoró mucho en reaccionar, en Atlanta si creo que perdió el ruso era complicado. un buen boxeador del que ha sido bueno conocer

  12. En este tiempo Juan Hernández barría sin problemas muy técnico, no pegaba mucho, pero le sobraba técnica e inteligencia, lo de la herida en la cabeza no lo sabia gracias por contarlo

  13. Es verdad que no fue de los boxeadores más mediáticos aun así ganó en todos lados, creo que es un acierto que lo tengan en la Finca, así se aprovecha mejor su experiencia

  14. Bien narrada esta historia. Real y sincera, se disfruta de verdad, siempre es un gusto leer la página de deportes, no pierdan el rumbo, gracias

  15. Disfruto mucho estas historias la verdad, atletas que ya nadie sabe donde están y merecen reconocimiento, pues muchos triunfos y glorias nos regalaron. salud y prosperidad para Hernández Sierra

  16. “Sabes tenía el arco superciliar muy desarrollado y un hueso filoso en el frontal que hacía fácil las cortaduras en los combates. En 1997 me operaron. Bajaron el cuero cabelludo y limaron ese hueso. Cuando el profe Alcides me vio dijo ¡cará desgraciamos al muchacho!, pero no, jamás sufrí otra herida”, autentica señalando en su cráneo rapado una evidente y amplia cicatriz.

    me quedé loco con esto, no lo sabia la verdad, grande entre los grandes

  17. Mis felicitaciones para Daniel y los otros muchachos de deportes, grandes trabajos están haciendo, sigan así, que muchos lo agradecemos

  18. “Es tiempo de que la mujer cubana boxee —testifica y aparta de un manotazo sin llegar a tocarla la trayectoria de una enorme cigarra.

    “Seguimos en desventaja. Hemos perdido tiempo. Se puede arreglar. Aunque, una mujer no es para darse golpes”.

    otro boxeador que se pronuncia sobre el tema

  19. Llevo muchos años viendo boxeo, Sierra fue de los buenos y en un tiempo donde había caballos, dejó su huella en mundiales, olímpicos y Panamericanos, que más, yo siempre lo admiré, la verdad

  20. Caballero yo no me explico como alguna gente critica cuando no ganamos oro, una medalla es una medalla, sea d oro, plata o bronce, Juan Hernández merece un monumento, bendiciones campeón

  21. Que gran verguenza deportiva la de Sierra, le robaron la pelea y no ganó el oro olímpico y lo siente, asi son los deportistas cubanos grandes y orgullosos, palante campeones, mucho los necesitamos

  22. Este tipo de trabajo emociona y aplaude al deportista. La página deportiva de Trabajadores sigue dando la hora y buena, felicidades a Daniel, Joel y Jorge Luis

  23. Lindo homenaje al gran Juan Hernández Sierra, boxeo cuando en Cuba habia huesos de verdad en todas las divisiones, su carrera lo dice señores, honor a quien lo merece

  24. “Sí, el profesor Alcides Sagarra me exigió sentarme en el medio del ring tras la final del Mundial de Houston en 1999. Era la forma de impedir la premiación luego del despojo que nos hicieron”, expresa mientras descansa su anatomía sobre uno de los cómodos butacones, cuyas lindas combinaciones de blanco y negro le dan vida al lobby del comedor olímpico de la Escuela Nacional de Boxeo Holvein Quesada.

    “Si llego a bajar, retiraban a los jueces y daban las medallas”, continúa. “Gracias a eso no pudieron salirse con la suya, y tuvieron que revocar el fallo por la madrugada. Aunque ya nuestra delegación se había retirado de la competencia” prosigue y una vena abultada le late visiblemente en el cuello.

    “No le falté el respeto a nadie ese día. Solo hice lo indicado. Molesto y lloroso estaba, pero tranquilo”, junta las manos por las yemas de los dedos, haciéndolos repiquetear nerviosamente entre sí.

    muchos años después conocemos lo que realmente pasó ese día, bien hecho campeón el robo fu inmenso, usted es un gigante

  25. Sierra fue un grande, lo de Sidney no debió aceptarlo pero bueno ya esta hecho, no sabia que trabajaba en la Finca, salud para usted y su familia

  26. Me he vuelto asidua de Trabajadores, por trabajos así, mis aplausos para ustedes, soy muy deportiva y agradezco su labor, Juan Hernández fue uno de los muchos grandes boxeadores cubanos, mis felicitaciones por su carrera

  27. Felicidades Daniel, otra vez nos regala un gran artículo, recordar a estas glorias y sus vivencias tiene mucho valor, ya tengo el periódico, pero necesitaba expresarlo, gracias Trabajadores

  28. Gran entrevista, me sacudió la verdad, años después Juan Hernández nos dice lo que sintió en su carrera deportiva, muy buena por cierto, agradecido al periódico gracias por estas oportunidades

  29. “Estuve en dos finales. Pasan tantas cosas sobre un ring”, contesta con un hilo de voz. “En Barcelona 1992 caí ante el irlandés Michael Carruth. No creo que haya perdido. Yo daba los golpes y se los anotaban a él. Los jueces lo decidieron así. Tal vez equivoqué el plan táctico. En Atlanta 1996 con el ruso Oleg Saítov fue duro y cerrado… No quiero culpar a nadie. Al final no lucí como se esperaba. Es una deuda que llevo”, asevera y los hombros se le hunden junto con su nostalgia.

    “No debí pelear en los 71 kilos en Sídney 2000. Fue una decisión del colectivo técnico. ¿Yo? cumplí disciplinalmente. Lo mío eran los 67 kilógramos. Han pasado más de 20 años de esos Juegos Olímpicos y todavía me duele no haber triunfado”, explica casi gimiendo, y con una mano sobre el corazón, como si quisiese protegerse de un ataque: “Debí ser más inteligente”.

    Reconocer y confesar desde el corazón, grande Sierra, un abrazo campeón

  30. Para mi el mejor 67 kg de todos los tiempos en Cuba, en cuanto a títulos y estilo, dos medallas olímpicas, lo de Sidney mejor olvidarlo no debió pelear en 71, pero bueno su historia no se borra

  31. Uno de los grandes sin dudas, no sabia lo de Houston muy esclarecedor, yo siempre me pregunté quien había sido el de la idea, felicidades al gran campeón, buena de Trabajadores otra vez

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