Muy conocida es la cubanísima frase de ¡Agua pa´ Mayeya!, que solemos proferir en el momento que rompe un aguacero; pero ya los meses de nuestro corto invierno cubano a principio de cada año no solamente no traen tanto frío como antes, sino que además suelen poner a no pocas regiones del país en dificultades bastante serias como consecuencia de la sequía.
En estos dos últimos años, y a pesar de las limitaciones económicas graves que ha implicado la Covid-19 y el recrudecimiento del bloqueo, han continuado, sin embargo, los esfuerzos inversionistas en el sector hidráulico, por su carácter estratégico y vital para la economía nacional y la población.
No obstante, persisten las insatisfacciones con el abasto de agua en no pocos lugares. Lamentablemente, todavía hay ciudades y zonas rurales donde existen dificultades con el abastecimiento del líquido, lo cual obliga al empleo de pipas, y hay hasta donde no se recibe ese servicio.
Por eso resulta inaceptable el despilfarro de este importante recurso natural, en cuyo suministro todavía falta mucho por avanzar para poder satisfacer las demandas de la población.
En particular, se habla desde hace años de la necesidad de mayor eficiencia en el empleo de los sistemas de riego de la agricultura, una asignatura que todavía no se logra vencer en numerosos territorios.
La ejecución de las obras vinculadas a los trasvases, con el propósito de desarrollar polos productivos fuertes donde se encadenen las producciones para el desarrollo local y nacional, requiere todavía de un mayor fortalecimiento de las bases productivas, en particular también en materia de uso racional del agua.
Cumplir las políticas de ahorro de agua no puede ser entonces algo que quede a la buena voluntad o deseo de personas e instituciones. Tienen que existir mecanismos y procedimientos de trabajo para medirlo y exigirlo, con delimitación de responsabilidades en caso de incumplimientos flagrantes.
Como se ha dicho por la máxima dirección del país, el agua representa el futuro, y su manejo requiere de disciplina y rigor.
La existencia de un Programa Integral de Desarrollo Hidráulico hasta el 2030 debe incluir no solo indicadores y metas en materia de obras de ingeniería y cobertura de los servicios, sino también los avances en la cultura o conciencia ambiental en relación con el empleo correcto de nuestros recursos acuíferos.
Por eso es preciso llegar con mayor agilidad a las personas que se quejan por un salidero, o por la falta del líquido en sus comunidades y hogares. La atención a la población, como ha dicho el Gobierno cubano, tiene que ser una prioridad para las autoridades de Recursos Hidráulicos.
También al ahorro del agua hay que ponerle cada vez más ciencia e innovación. El talento de las universidades y de otros centros científicos y de investigación tiene en ese frente un vasto campo para aportar soluciones, incluyendo a las ciencias sociales que podrían incidir más en el comportamiento de la ciudadanía y las entidades económicas alrededor del mejor aprovechamiento del agua.
En fin, que estamos en el periodo de seca, y con independencia de lo que se hace para impulsar programas y proyectos hidráulicos a mediano y largo plazo, ahora tenemos que apretar la mano, o cerrar el grifo. Porque hasta cuando caiga algún aguacero invernal, es el momento de decirle a Mayeya que, el agua, la tiene que ahorrar.