Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República de Cuba, en el acto político-cultural con motivo de la celebración de la XX Cumbre del ALBA-TCP, en el Palacio de Convenciones, el 14 de diciembre de 2021, “Año 63 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana;
Estimados Jefes de Estado y de Gobierno del ALBA-TCP;
Estimados Jefes de delegaciones e invitados;
Compañeras y compañeros:
Nicolás, gracias por tus certeras palabras, tu bondad y tu solidaridad con Cuba, con el ALBA y con el mundo.
Hace 17 años los líderes históricos de los procesos revolucionarios en Venezuela y Cuba, Hugo Rafael Chávez Frías y Fidel Castro Ruz, fundaron la Alternativa Bolivariana para las Américas, que poco tiempo después devino en Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), una auténtica fortaleza moral, de solidaridad, de unidad compacta, que honra con su ejemplo y dignidad a Nuestra América.
Durante todos estos años de duras pruebas que incluyen la dolorosa desaparición física de sus artífices, la Alianza defendió y mantuvo como principio el espíritu de hermandad y de defensa de la soberanía nacional.
Y en los casi dos años de enfrentamiento a la terrible pandemia de COVID-19, la cooperación entre los Estados miembros se hizo sentir, con su carga de solidaridad, en los momentos más difíciles. Compartiendo lo poco de lo que podía disponer cada uno, la Alianza demostró que apoyarnos entre todos no solo es necesario, sino también es posible.
Mientras nuestros pueblos sentían los impactos de la paralización económica por la pandemia, Estados Unidos y sus transnacionales no cesaron en el saqueo de los recursos naturales de Nuestra América. La economía mundial cayó, los pueblos están sintiendo sus consecuencias, pero las cuentas de los más poderosos crecieron.
El egoísmo y la ambición que promueve la ideología neoliberal imperante han hecho imposible una solución a los problemas generados por la pandemia de manera inmediata, global y al alcance de todas las economías. El injusto orden global no está a la altura de la inteligencia humana, capaz, como se ha visto, de crear vacunas contra el virus en tiempo récord. Mientras en algunas naciones ricas amplios segmentos de población deciden no vacunarse y otros deciden protegerse varias veces, hay países y hasta continentes prácticamente vírgenes de esa protección.
Asistimos, por otra parte, a una abierta lucha por la hegemonía en la que los Estados Unidos pretenden suplantar la labor de los organismos internacionales. Ya no les basta con erigirse en jueces globales, elaborando listas y calificaciones sobre grados de libertad, democracia y derechos humanos.
Hace unos días se celebró una llamada Cumbre de la Democracia convocada por Estados Unidos, el país que más procesos políticos ha contribuido a derrocar en todo el mundo.
Qué suerte la de quienes fuimos excluidos de la lista de invitados, como varios de los Estados de Nuestra América y del ALBA-TCP. En verdad no nos interesa cumplir los requisitos que exigía el anfitrión, pero hay que tener muy pobre concepto de la democracia para convocar en su nombre a unos y excluir a otros, solo porque esos otros hayamos elegido un modo distinto de gobernarnos.
Apenas unos días antes de la publicitada Cumbre de la Democracia, en un intercambio telefónico con el Presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, dicen que Joe Biden le advirtió al líder ruso que una nación no puede decirle a otra que cambie su política, y que las naciones no pueden decirles a otras con quién pueden trabajar.
Evidentemente, el actual inquilino de la Casa Blanca aconseja lo que no cumple. Por desconocer esos consejos que da, su país lleva años sometiendo a bloqueos y sanciones a millones de seres humanos en el planeta.
Los cubanos, que sufrimos esa política de bloqueos y sanciones reforzada, nos preguntamos: ¿Qué moral tiene Estados Unidos y quién le dio la autoridad para decidir, a nivel planetario, qué es democracia?
¿Puede considerarse democrático su apoyo a gobiernos y a candidatos políticos con posiciones de ultraderecha, filofascistas y de populismo de extrema derecha?
¿Cómo ha explicado Estados Unidos en esa Cumbre su utilización mal intencionada de los sistemas judiciales, el control de los medios de comunicación y las redes digitales para perseguir, encarcelar y debilitar a figuras progresistas y de izquierda?
¿Condenó Estados Unidos en esa Cumbre el asesinato selectivo, las masacres o la brutal represión y proscripción de la protesta social, mediante la cual en países de nuestra región fueron asesinados, mutilados y detenidos jóvenes, ancianos, mujeres e indígenas, hechos gravísimos ante los que se hicieron de la vista gorda el Gobierno de los Estados Unidos y sus instrumentos, como la OEA?
¿Se trataron en esa Cumbre los planes del Gobierno de los Estados Unidos de revertir los progresos sociales alcanzados por gobiernos de izquierda en América Latina que legítimamente ganaron elecciones?
¿Cómo explicó Estados Unidos el golpe de Estado en Bolivia que fomentó y apoyó sin esconderse?
Vale recordar hoy que al consumarse el golpe de Estado, el entonces Secretario de Estado de Donald Trump exclamó: ¡Bravo, Bolivia! Y dos años después la administración de Joe Biden, que se supone diferente a la de su antecesor, decide no invitar al Gobierno legítimamente electo de Bolivia a la Cumbre de la Democracia.
¿Cómo puede una cumbre de la democracia no condenar, ignorar, callar el creciente número de asesinatos de líderes sociales y periodistas que no responden a los medios de control hegemónico en la región?
¿Por qué no se habló en esa Cumbre de investigar a los políticos que escondieron sus fortunas en paraísos fiscales?
Si los anfitriones de esa Cumbre imperial consideraron que excluir a algunos de nuestros países de su cita era una sanción más, permítanme decirles que la recibimos como un reconocimiento. Ni mil sanciones unilaterales más podrán doblegar la vergüenza y la dignidad de los pueblos venezolano, nicaragüense y cubano (Aplausos), ya demasiado castigados y sancionados por este policía global para asustarnos por una exclusión más.
En nombre de los cubanos digo que en cada uno de nosotros late la sangre de los caídos por nuestra independencia, heredera del coraje, la valentía, la moral y la convicción de Martí, de Maceo y de Fidel, de las enseñanzas y la guía de Raúl. De todos ellos y de muchos otros valientes cubanos que harían la lista infinita aprendimos a defender la patria o morir por ella.
Como latinoamericanos, nos sentimos herederos de Simón Bolívar, Augusto César Sandino, de todos los próceres de la independencia americana y de Hugo Chávez Frías, quien retomó el legado de tantos y junto a Fidel les dio una dimensión contemporánea a nuestras ansias de independencia y soberanía, pero también de unidad y solidaridad, principios todos que hacen irrompible el lazo de la hermandad del ALBA.
Los hijos de Latinoamérica, como le gustaba declararse al Che Guevara, somos hombres y mujeres libres, que no vacilaremos jamás ante las presiones y los chantajes.
Somos un conjunto de naciones en esta Alianza dispuestos a continuar haciendo el máximo de sacrificios por la dignificación y la felicidad posible de nuestros pueblos.
Como expresara nuestro Héroe Nacional, José Martí: “Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
Queridos hermanos del ALBA:
Cuenten con la mano solidaria de Cuba para continuar avanzando, dentro de nuestras modestas posibilidades, en los programas de colaboración ya emprendidos y en otros que continuaremos desarrollando.
El logro alcanzado por los científicos cubanos con las vacunas contra la COVID-19 y los otros candidatos vacunales que transitan por el proceso de aprobación para su empleo, están al servicio de la humanidad y en particular de nuestros hermanos pueblos de Latinoamérica y el Caribe.
¡Viva el diecisiete aniversario de la Alianza Bolivariana!
¡Vivan Chávez y Fidel!
¡Hasta la victoria siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos! Exclamaciones de: “ ¡Venceremos!”
(Ovación.)