El 29 de junio de 2004 los jóvenes galenos Geovanis Orellana Meneses y Jenny Domínguez Nieto, oficializaron su matrimonio. Ese amor, fraguado junto al ejercicio de la medicina, se consolidó con la firma, como testigo de bodas, del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
El médico espirituano y la doctora camagüeyana habían estado en las montañas de Guantánamo, donde cumplieron el servicio social como miembros del destacamento de graduados con excepcional rendimiento académico. Un año después regresaban, convertidos en novios, de su primera misión internacionalista en Haití y se alistaban para partir a Venezuela.
“El Comandante despedía a todas las delegaciones que viajaban a la tierra bolivariana. Durante ese encuentro pronuncié unas palabras. Por azar de la vida, Fidel me pidió acercarme para saludarnos. Me comentó que en su mesa de trabajo tenía el diploma que se lo otorga a los internacionalistas “Por la Salud de los Pueblos”. Preguntó qué si debía enviarlo a nuestras casas o a la misión. Le respondí que mejor recibirlo de sus propias manos. Por esas características del Comandante, inmediatamente, pidió que le hicieran llegar los reconocimientos”, rememora Geovanis, hoy Doctor en Ciencias y especialista de segundo grado en Neumología.
En algún momento durante ese acto, Fidel se percató de la relación entre los jóvenes. Geovanis le había comentado que iría a Venezuela acompañado de su prometida. Al entregar el diploma a Jenny, el Jefe de la Revolución la interrogó:
– ¿Tú eres la novia? ¿Qué bien que fueron de novios a Haití, por qué no van de casados para Venezuela? Eso sólo lo puede hacer un Comandante en Jefe, igual que lo hacíamos en la Sierra Maestra, sentenció.
“Todo fue muy espontáneo. Nos quedamos perplejos. Aceptamos y se planificó una boda colectiva de tres parejas. Se efectuó en la tarde del día siguiente. Todo estuvo muy bien organizado. Se cuidó de cada detalle. La ropa, los anillos, los dulces, las fotos que luego nos hizo llegar a Venezuela…”, recuerda Geovanis.
“Fue una ceremonia muy sencilla, pero emocionante. El mayor regalo fue ver al Comandante vestido de traje, esperándonos para entrar al protocolo del Palacio de las Convenciones. Hablamos durante horas. De la situación en Venezuela; de los retos de la humanidad; de cuán autosuficiente debía ser el pueblo cubano para evadir los problemas”, revive el doctor Orellana.
“Pasaban las 12 de la noche y continuaba con una vitalidad increíble. Sin muestra de cansancio. Siguió siendo el Comandante de verde olivo, aunque vestía de traje. Preocupado por la situación del mundo y la importancia de la superación de la especie humana. Tenerlo como nuestro padrino fue algo que nunca hubiéramos podido imaginar. El compromiso con él lo tenemos de siempre, pero soñar que iba a compartir un momento íntimo nunca fue pensado”, evoca Jennys, también especialista de segundo grado en Otorrinolaringología, quien, junto a Geovanis, perpetúa la firma de Fidel, más que en el acta matrimonial, en el amor familiar y profesional.
Me gusto mucho este articulo. Gracias