“Al compañero Orlando, con afectos”, Fidel Castro. Así dice la dedicatoria del libro que el Comandante en Jefe Fidel Castro le enviara a Orlando Rodríguez Pérez, Héroe del Trabajo de la República de Cuba , quien dirigió el Contingente Campaña de Las Villas que construyó el pedraplén Caibarién – Cayo Santa María.
El libro llegó al hospital CIMEQ dos horas después de la recuperación, luego de habérsele amputado a Orlando la pierna izquierda.
Aquel hombre fuerte y preciso en las decisiones no entendía que sucedía , pedía que le subieran la pierna izquierda, el silencio era rotundo en el cuarto número 8 de la sala E del conocido hospital .
Nadie se atrevía a dar detalles del nuevo obstáculo que le imponía la vida. Mercedes, la esposa, se va quedando sola y se decide a hablar: “Tenía que pasar por aquel momento duro, no sabía cómo reaccionaría, acudió según narró a la fuerza de la confianza, del cariño, de los años de unión. «Le pasé la mano por el rostro. Él sudaba, decidí entalcarlo, peinarlo, le unté perfume. Daba tiempo, no para él sino para mí misma, buscaba las palabras y no las encontraba”, recordaba ella.
“Jamás las hubiera encontrado, él me decía frases a medias, quienes lo conocieron saben que cuando actuaba así estaba por dentro que era un fuego, temí que se disgustara. Él sabía que yo tenía algo en la garganta que no decía y que era importante”, evocaba sobre ese instante.
Sin saber cómo le dice: «Viejo no hubo opción, no busques más la pierna, hubo que amputarla. Nunca lo había visto llorar. Estaba indefenso, lo sentí niño, me apretaba tanto que nunca he podido desprenderme de esa sensación, me convertía de alguna manera en su lazarillo, lloramos juntos abrazados por más de media hora”.
“No se cómo me desprendo, aprovecho y le doy el libro, cuando lee la dedicatoria vi que a sus ojos volvía el brillo de siempre, la mirada de cuando empató el pedraplén, de cuando terminaba un kilómetro de aquella carretera dentro del agua, de cuando nos enamoramos, volvió a ser un triunfador. Me dije: ya pasó lo peor”, así contaba ese instante que para ella fue mágico porque devolvió a la vida al Orlando de siempre.
“Meditó más de dos horas. Hojeaba el libro, en cada página las inmensas fotos del Che parecían reconfortarlo, yo callada lo observaba a su lado, cuando me sorprende y me dice: El Che fue un vencedor de dificultades con su asma a cuestas, aquí no ha pasado nada, no hay obstáculo. Una pierna más o menos no cuenta, en el pedraplén hay 599 piernas con las que se puede continuar la obra, pongan teléfonos aquí vamos a dar un Consejo de Dirección”, sí se re impuso y siguió la obra de su vida: El pedraplén.
Orlando había decidido continuar haciendo caminos. Fidel con su obsequio le devolvió la esperanza y el ancla de seguir construyendo caminos.
(Basado en el libro Puño de piedra y espuma de la autora)