“Este libro suyo no es una misión personal para juzgar a la dama y a su labor, sino un derrotero para comprenderlas, sobre todo a su teatro, cuan plenamente sea posible. Nunca se había armado un volumen así en torno a la gran figura de las letras españolas, un centón crítico, un repertorio comprobable, un conjunto de documentos de doble magnitud: erudita e informativa”.
Así expresa el prestigioso poeta, ensayista y crítico literario, Virgilio López Lemus, en el prólogo del volumen La obra dramática de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Crónicas, estampas y valoraciones, del investigador y escritor Jesús Rivera-Rosado, quien entregó dos ejemplares de esta obra —producida por la editorial española Hurón Azul— a la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNJM); institución que acogió con agradecimiento la donación junto con el original de una carta remitida por la poetisa, novelista y dramaturga —nacida en Camagüey en 1814 y fallecida en Madrid en 1873— a su amigo venezolano, el historiador, periodista, literato y poeta Rafael María Baralt Pérez (Maracaibo, 1810-Madrid, 1860); en la que la célebre intelectual expresa su pretensión de entregar parte de su obra a Cuba, su tierra natal.
Tan valiosa contribución a los fondos de la BNJM fue recibida por la subdirectora general de esa institución, Yolanda Núñez González, quien en nombre de los usuarios y de todo el colectivo que allí labora, representado en el encuentro por un grupo de trabajadores y especialistas, agradeció tan significativo gesto que enriquece la información existente sobre esta gran mujer.
Según López Lemus, “Rivera-Rosado abre cajas de resonancia, no sé bien el resultado o las consecuencias que alcance esta obra compilatoria suya, plena de exégesis positivas y negativas y de rectificaciones sobre aquella señora que tuvo papeles protagónicos en las letras de su tiempo. Él no es un simple y ciego ‘avellanófilo’ ni un detractor, antes bien, quiere optar por cierto tono imparcial en su exposición”.
La obra dramática de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Crónicas, estampas y valoraciones es un inestimable volumen en el que se recogen cinco piezas teatrales escritas por la Avellaneda; además de documentos inéditos y reflexiones en torno al quehacer literario de esta emblemática figura, quien igualmente se destacó en la defensa del papel social de la mujer y fue autora de piezas teatrales que despertaron la admiración del público, la crítica especializada y de otros dramaturgos.
El diseño del libro estuvo a cargo del reconocido artífice cubano Rafael Lago, y el retrato que aparece en la portada corresponde a su coterráneo, el creador de las artes visuales Evelio Florez Abín, quienes con sus respectivos desempeños contribuyeron a potenciar los valores estéticos en la presentación impresa de la importante investigación y análisis de Rivera-Rosado, especializado en temas relacionados con la danza, a partir de su formación en el departamento de Divulgación y prensa del Ballet Nacional de Cuba durante varios años.
La obra donada por Rivera-Rosado a la BNJM cuenta con 17 capítulos e incluye —como relevante novedad— una fotografía inédita de Gertrudis Gómez de Avellaneda realizada en un estudio de La Habana en la década de 1860. «Mi idea inicial era hacer del libro una compilación de todas las piezas teatrales de la poetisa cubana, pero en el transcurso de las investigaciones fueron apareciendo historias y muchísimos materiales inéditos que valía la pena incluir en este volumen”, dijo el autor.
“Los estudiosos de esta extraordinaria dramaturga se han referido a sus obras impresas, pero no se han detenido en las que no ha visto la luz. Mi recopilación incluye algunas de estas últimas, además de cartas, referencias y trabajos periodísticos. En mis indagaciones encontré la sinopsis de una pieza poco conocida La sonámbula, de 1854, sobre las que prácticamente no se ha escrito nada”, dijo el autor.
Como detalle de relevancia en la biografía de Tula expresó que en las Palabras preliminares de su libro da a conocer varios descubrimientos, como los relacionados con los reales rangos militares de su padre, Don Manuel Gómez de Avellaneda, quien fue guardia marina en España y luego logró ascender hasta convertirse en oficial de la Marina Real Española, cargo con el cual arribó a la villa de Camagüey. También acomete un análisis de los amores de la escritora quien quedó viuda en dos ocasiones.
En tal sentido, esclarece ciertos detalles relacionados con la vida de la Avellaneda luego del fallecimiento en Pinar del Río, en 1858, de su cónyuge Don Domingo Verdugo, quien había sido gravemente herido en España y a partir de entonces su salud fue extremadamente delicada. El matrimonio viajó por varios países de Europa. Luego los reyes de España, con la intención de que se restableciera de sus males en el Caribe, en 1859 viajó a la Isla junto con Tula y el general Don Emilio Serrano.
Al arribar a La Habana la ya célebre dramaturga fue investida con una Corona de Laureles confeccionados en oro, durante un espectáculo realizado en el teatro Tacón el 27 de enero de 1860, donde se representó, con actores aficionados, su obra en versos La Hija del Rey René. Pocos días después visitó su natal Camagüey, para después dirigirse a Matanzas, Sagua la Grande, Cienfuegos y Cárdenas. Y tras un largo andar en busca de mejoría en la salud de su esposo, este fallece, desenlace que la motivó a recluirse de nuevo en un convento y pasar en este el resto de su vida.
Según Rivera-Rosado, en las biografías de la Avellaneda se afirma que fue su hermano Manuel quien viajó a Cuba con el fin de quitarle tal idea, “pero esa afirmación es errónea, porque a través de mis investigaciones pude descubrir que no fue Manuel, sino su medio hermano Felipe Escalada y Arteaga quien viajó a la Isla para convencerla de que retornara a España. De Cuba ambos visitaron Estados Unidos, donde ella escribió su conocido soneto A vista del Niágara, donde refleja el amor que profesó a su marido y el dolor por su partida: “¿Por qué no calma mi/ amargura extrema/ tan grandioso espectáculo?…/ El sol mismo, ciñéndole del iris la diadema, / reviste magníficos cambiantes/ el inmenso raudal que huye al abismo/ derrumbándose en ondas de diamantes”.
De Estados Unidos, La Avellaneda y su hermano pasaron por Londres, París y Sevilla. Finalmente, la escritora se instaló en Madrid donde se entregó de forma mística a una rígida devoción religiosa, hasta su fallecimiento ocurrido, a los 58 años de edad, el primero de febrero de 1873. Sus restos reposan en el cementerio de San Fernando de Sevilla junto a los de su esposo y su hermano Manuel.
La carta remitida a Rafael María Baralt Pérez fue escrita el 20 de febrero de 1856 por la destacada representante del movimiento romántico y precursora de la novela antiesclavista con su conocida obra Sab, y fue localizado por Rivera-Rosado a través de Internet, donde se puso en contacto con un anticuario argentino quien anunciaba su posesión. En tal sentido, dijo que «La Avellaneda es una joya de la cultura cubana y que mejor sitio que la BNJM para atesorar esta carta”.
En el prólogo, el prestigioso poeta, ensayista y crítico literario, Virgilio López Lemus, expresa: “Este libro sobre el teatro de la Avellaneda no quiere limitarse a ser un compendio de críticas de prensa, sino que tiende a convertirse en una visión global de una vida fecunda y de una labor trascedente. El texto introductorio muestra sobradamente su mérito referencial. Rivera-Rosado evidencia de mano directa las reacciones que provocaron las obras de esta fuerte mujer tanto en su propio tiempo como en su posteridad. Para ello cita con largueza diversos textos valorativos. Se advierten los éxitos y los fracasos de la dama, y el libro todo se trueca así en fuente fidedigna del andar creativo de la poetisa.
“La propia exposición documental —agrega— rechaza errores, muchos, acumulados durante dos siglos de exploración de la forja artística y de la vida de la Avellaneda. Rivera-Rosado ofrece textos inéditos (cartas y otros pliegos) desconocidos u olvidados, la mayoría sacados de los periódicos y revistas a partir de la segunda mitad del siglo xix y de numerosos archivos y fondos bibliotecarios. Deja en claro momentos de la vida de la artista cubana con documentos probatorios. Desempolva y da esplendor. Pone en manos de nuevos investigadores testimonios perdidos en el maremágnum de la prensa decimonónica o en archivos militares y civiles, y abre nuevas perspectivas de estudio de la singular mujer. Con este resultado, ella torna a la vida, vuelve a ser referencial y pared de aclamaciones y dicterios. La Avellaneda no ha cerrado su página literaria mientras avanza hacia los doscientos años de haber fallecido. Los sobrepasará en 2073, pero para entonces seguirá viva en sus obras y en su leyenda personal”.
El también crítico de arte, traductor, profesor universitario y destacado investigador literario añade que “Rivera-Rosado no repite lo que otros han escrito, sino que en muchos casos comprueba datos y arroja luz sobre esas opiniones, tras la correcta rectificación de ideas falsas, a veces reiteradas por la crítica y la historiografía literarias. Su obsesivo seguimiento de las noticias obtenidas revela actores y actrices del teatro español y cubano de diferentes tiempos históricos, determina fechas exactas de nacimiento y muerte de los protagonistas escénicos o de personas que estuvieron vivas durante los hechos teatrales que detalla. La riqueza de datos resulta un fin en sí, pero también una fuente valiosa para futuras investigaciones, pues este libro se va más allá de la labor teatral y de buena manera retrata épocas, costumbres, entornos teatrales, funciones de salas de teatro de diversos tamaños, de compañías dramáticas, elencos, actividades de personalidades políticas que favorecieron las artes, vínculos humanos de la Avellaneda, así como una impresionante cronología de sus obras. Incluye una mirada de pinacoteca sobre imágenes propias de la investigación y realiza notables descubrimientos sobre la vida personal de la mujer excepcional”.