Danza Contemporánea de Cuba (DCC) celebró el pasado sábado 62 años de existencia; y su actual director —el que más tiempo ha estado en ese cargo— cumple este viernes 54 años de vida artística. A estas alturas no se puede hablar de DCC ignorando el extraordinario aporte de Miguel Iglesias. Y si se hace la biografía de este creador excepcional, Premio Nacional de Danza 2018, la compañía que dirige será primordial. Él defiende una idea: esta es la misma agrupación que fundó Ramiro Guerra, pero al unísono es otra, porque entiende la danza como arte en permanente evolución.
“Mientras que yo crea que el centro de Danza Contemporánea de Cuba radica en las emociones, en los sentimientos, en los contrastes…, la lógica del modernismo va a estar siempre rota por la sorpresa, por el convencimiento de que siempre hay algo que falta. Todas las obras están inconclusas, en perenne espacio para pensar. Y eso es parte quizás del sueño que quizás no voy a concretar a plenitud. Pero yo me reafirmo en ese sueño y por él trabajo todos los días: lo que hoy está, mañana tiene que estar mejor.
“Muchos de los que actualmente ven a Danza se sienten orgullosos. Yo también me siento orgulloso, pero le veo los defectos. No los digo, aunque los veo. Y esos son los que tengo que corregir. Ahí está la clave, en la mutación constante que propicia el trabajo cotidiano. Y tengo un montón de bailarines que tienen que seguirme en ese empeño.
“Prácticamente no hay una compañía en Cuba que no tenga un bailarín que no haya pasado por Danza Contemporánea. Y ese es mi orgullo.
“A lo mejor el pináculo de mi carrera ha sido dirigir esta agrupación, mas si no tuviera la preparación integral que tengo como artista tal vez no hubiera conseguido nada. Puedo decirlo sin falsa modestia: en el éxito de Danza, que es el logro de mucha gente, hay un poco de Ramiro y un poco de Miguel Iglesias.
“Eso es lo que me une a mí con Ramiro. Debía haberme apellidado como él, Guerra. Siempre estoy armando guerras, en el mejor sentido de la palabra. Si no tengo algo que vencer, sencillamente me aburro. Y no quiero una compañía aburrida. Quiero una compañía en permanente evolución. Y por eso me levanto todos los días. El día que no trabajo es casi un día perdido”.