La cultura cubana prosiguió su extenso programa destinado al enriquecimiento espiritual en tiempos de duro enfrentamiento a la pandemia de la COVID-19, esta vez con la XIII edición del Festival Timbalaye, que se realizó entre el martes y el viernes últimos a través de las redes sociales de varias instituciones y organizaciones de las artes, y en la programación habitual del canal Clave de la Televisión Cubana.
Bajo el lema Conciencia de mis orígenes, el encuentro incluyó conciertos y actuaciones en vivo, presentaciones de libros y sesiones teóricas, los cuales pudieron ser seguidos en la página en Facebook del Consejo Nacional de Casas de Cultura; Twitter @CubaCNCC; Instagram: Cultura Comunitaria; Telegram: canal oficial Consejo Nacional de Casas de Cultura; canal en YouTube y Facebook del Ministerio de Cultura; y mediante la plataforma Streaming Cuba. Igualmente fue transmitido por el canal Caribe, a través de las plataformas digitales de @CubaCultura.
No existe un poblado o barriada humilde en Cuba donde no se interprete la rumba. Muchas veces con un improvisado cajón, numerosos niños y adolescentes ejecutan este género como si desde que nacieran les viniera en la sangre. Por tal motivo, a todo lo largo de la geografía nacional existen infinidad de grupos, profesionales y aficionados —estos últimos pertenecientes a las Casas de Cultura— especializados en este complejo musical y danzario de raíz africana, con características muy típicas, cuyos antecedentes se remontan a los cálidos ambientes festivos de los negros libres y sus descendientes —siglos XVIII y XIX—, concernientes a distintas etnias africanas, en los barracones, los campos, bateyes y caseríos cercanos a los ingenios.
Posteriormente, la rumba se trasladó a la vida urbana en los solares de diferentes regiones del archipiélago, sobre todo en La Habana —fundamentalmente en la zona del puerto— y Matanzas, desde donde se extendió a otras regiones. A principios del siglo XX había alcanzado gran popularidad como baile típico de un ambiente caliente, y sus principales escenarios eran, además, los solares, las calles, las tabernas y los bares.
Calificado como uno de los principales eventos promotores de la cultura cubana a nivel internacional, Timbalaye se realiza cada año con el fin de exaltar esta danza folklórica afrocubana que igualmente era considerada como un baile de fertilidad. La rumba fue declarada por el Comité Intergubernamental de la Unesco —reunido en Etiopía el 30 de noviembre del 2016— como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
El Festival Timbalaye, creado en agosto del 2007, es fruto del estudio y la investigación artísticas sobre este género y fue ideado por los reconocidos bailarines cubanos de danzas folklóricas Ulises Mora e Irma Castillo, quienes desde la Asociación Cultural Aché —radicada en Roma, Italia—, concibieron el proyecto especialmente dirigido a la integración cultural, y además con la intención de preservar, promover y defender la cultura popular cubana, portadora de significativos valores sociales.
Se trata de una experiencia única dentro del variopinto panorama cultural, nacional e internacional, la cual está acompañada de disímiles actividades asociadas a la música, la danza, la literatura, la antropología, las artes visuales y las artes escénicas, con la representación de artistas de Argentina, Perú, México, República Dominicana, Italia y Cuba.
Del patio, entre otros muchos, participaron Obiní Batá, Telmary y Habana Sana, Los Tambores de Enrique Bonne, Yoruba Andabo, Los Muñequitos de Matanzas, Iyerosun, Afroamérica, Brenda Navarrete y su grupo, Ronald y su Explosión rumbera, Osain del Monte, Rumbatá y Afrocuba. Estuvieron presentes, además, los grupos portadores Mecongó, de Palma Soriano; la Tumba Francesa Pompadour Santa Catalina de Riccis, de Guantánamo; Obbá Kosó y Conjunto Folklórico Infantil, de Cienfuegos; Caidije y Bonito Patuá, de Camagüey; y la Tumba Francesa de Bejuco, de Holguín.