Las cifras de casos positivos y de fallecidos lo anuncian desde hace semanas: la Covid-19 en Camagüey está ganando terreno. Por eso, una vez más, las máximas autoridades del territorio presentaron un esquema de medidas restrictivas que buscan limitar el movimiento de personas para cortar la transmisión del virus.
La idea es disminuir la presencia de agramontinos en las principales avenidas comerciales, en los parques y plazas del municipio cabecera, el de mayor tasa de incidencia, durante siete días. Para ello se limita también el tránsito de todo tipo de vehículo, salvo los permitidos por las máximas autoridades; se cierran centros de trabajo que no son de producción continua y los trabajadores por cuenta propia igualmente dejarán de ofertar sus servicios, salvo los elaboradores-vendedores de alimentos, que lo harán con la modalidad de entrega a domicilio.
Para muchos será una semana en la que todo se debe resolver rápido y temprano en las mañanas, pues las medidas determinan que a partir de las tres de la tarde comienza la restricción de movilidad y además, se cierran las tiendas de ventas de productos industriales, salvo algunas que entregarán a domicilio.
Lo cierto es que serán unos días complejos, pero necesarios. En Camagüey los números de casos positivos son más que rojos y agosto se instauró, hasta ahora, como el peor mes desde que en el 2020 se detectara el primer caso positivo a la Covid-19.
Así que toca actuar y no solo creer que el alza se debe a que en el territorio circula una de las cepas más contagiosa, la Delta. Realmente varios son los elementos que inciden en esta realidad.
Por ejemplo se evidencian incumplimientos en los protocolos de detección y atención de los pacientes: las pesquisas no son lo que realmente deberían ser, el encargado, en el mejor de los casos, pasa y desde lejos pregunta cómo se sienten y ya; y, luego, una vez catalogado el paciente como sospechoso o positivo otra serie de incongruencias son vividas.
Esto, por supuesto, duele, afecta y lacera la excelente labor que realizan otros; otros que arriesgan su vida. Y para contrarrestarlo, dentro del paquete de medidas se incluyó la conformación de grupos de trabajo que a nivel de barrios se enfocarán en el cumplimiento de la visita de la totalidad de los contactos de casos confirmados y en el control de la pesquisa, con el objetivo de detectar en las primeras horas los signos sugestivos a la enfermedad.
Pero ese detalle que evidentemente se puede arreglar o corregir, no es la única causa de la cantidad de casos positivos. Antes, en las casas, en los barrios, calles y centros de trabajos se viven un sinnúmero de indisciplinas sociales que dan al traste con el contagio.
Todavía persisten las colas en las cuales la espera es con todos encima de todos, aún no se entiende del necesario distanciamiento físico; los vecinos continúan repartiendo el buchito de café o el poquitico de sal sin cumplir ninguna medida; y los nasobucos, en la confianza laboral, a veces se evitan.
Este virus está a la espera de cualquier error, de cualquier desliz. Y aunque las autoridades partidistas y gubernamentales optimicen su función y dicten mejores medidas y los médicos cuiden a cada paciente como nunca y cumplan cada protocolo, lo cierto es que si muchos siguen visitándose de casa a casa, sin nasobucos e incumpliendo las más básicas medidas higiénico-sanitarias de nada valdrá el esfuerzo de tantos.