Justicia, reconciliación, paz, memoria y verdad son quizás las palabras que marcan hoy la hoja de ruta del Gobierno boliviano encabezado por Luis Arce y el Movimiento al Socialismo (MAS). Contra ellos se enfilan los cañones de la derecha continental y de organismos internacionales en una guerra mediática que no es nueva, pero sí más profunda e ilustrativa de adónde se pretende llegar.
El mandatario boliviano ha recalcado que la justicia es el único método para la reconciliación nacional, así como para la compensación a las víctimas de las dictaduras y la reconstrucción del país tras el golpe de Estado del 2019.
“No estamos hablando de que simplemente el golpe de Estado dejó un daño económico, dejó una deuda con 38 familias en el país y la única manera de reparar y pacificar esto es con la aplicación de la justicia a la brevedad posible”, expresó Arce hace apenas unos días.
Dijo que el pueblo boliviano no puede soportar ninguna impunidad ni pactos de silencio en referencia a la confirmación de culpabilidad de Jeanine Áñez, acusada de terrorismo, sedición y conspiración; y del reclamo de su libertad por organizaciones nacionales e internacionales tristemente célebres, como la Organización de Estados Americanos (OEA).
Y es que 100 mil hojas de expedientes investigativos, judiciales y periciales, y más de 360 entrevistas individuales recogidas en un informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI-Bolivia), mostraron que entre el 1.º de septiembre y el 31 de diciembre del 2019 existió vulneración a los derechos, racismo, asesinatos cometidos por las fuerzas de seguridad y ejecuciones extrajudiciales, como las masacres de Sacaba y Senkata.
En respuesta y ratificando el compromiso asumido desde el inicio de su mandato, Luis Arce ha reiterado que no habrá impunidad, y anunció la creación de las Casas de la Memoria a lo largo de todo el país, las que permitirán que se conozca y se profundice en la lucha por la democracia.
También el vicepresidente boliviano, David Choquehuanca, ha reafirmado que nunca estarán impulsados por el odio, sino por una pasión por la justicia que les permitirá, en lo adelante, superar la división, el racismo, la discriminación entre compatriotas, para poner fin a la intolerancia, a la violación de los derechos humanos y de la Madre Tierra.
“Los nuevos tiempos deben ser capaces de escuchar el mensaje de los corazones, sanar heridas, reconstruir la patria, construir hermandad, armonía, esperanza, para garantizar la paz y la felicidad para las nuevas generaciones. Solo así podemos alcanzar la paz para el vivir bien”, considera Choquehuanca.
El propio líder del MAS, el expresidente Evo Morales, ha dicho que por justicia y verdad para las 38 víctimas fatales, los más de 800 heridos y más de mil 500 detenidos ilegalmente en el golpe de Estado, se investigará y se sancionará a los autores y sus cómplices.
La arremetida mediática, el empleo de organismos internacionales y la politización del tema de los derechos humanos no faltarán para justificar a quienes dieron la espalda al pueblo, lo masacraron, lo llevaron a la miseria, encaminaron el país hacia la desestabilización política y la más grave crisis social y económica en décadas.
Los que arremeten hoy contra el proceso Memoria, Justicia y Verdad que se profundiza en Bolivia defienden lo indefendible, no les interesa tanto Jeanine Áñez o cualquiera de sus secuaces. Su verdadero objetivo es evitar a toda costa la profundización del proceso de izquierda y progresista que encabeza Luis Arce, aunque para ello se ensañen contra lo que el pueblo decidió, defendió y alcanzó luego de haber tocado fondo. No soportan que el MAS siga posicionándose y retomando la fuerza, en especial con el liderazgo que representa tener a Evo Morales al frente.
Innumerables son los desafíos, complejos, pero el pueblo boliviano ha luchado mucho, merece justicia y tiene ante sí el presente y el futuro de la nación. Es el pueblo quien tiene y tendrá la última palabra.