Esparcidas por más de 120 países desde una escuela que le abre las puertas hace dos décadas a miles de jóvenes, las huellas de la medicina cubana se multiplican también en las comunidades más remotas de Argentina.
Muchos son los ejemplos y mucha la felicidad de cientos de argentinos que han podido recuperar la visión a través del programa Operación Milagro en esta nación austral.
Y, sobre todo, del orgullo de hombres y mujeres que lograron sus sueños de ejercer la medicina y la ponen en práctica bajo esos postulados adquiridos de la mano de sus maestros cubanos.
Paradigma en el mundo, la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), ha esparcido sus semillas en Argentina, donde hay historias para contar, desde muchos de esos jóvenes cuyos padres fueron arrancados de sus vidas por la violenta dictadura militar de 1976, hasta una médica mapuche y otra wichi.
Hoy, de esos tantos testimonios, en Haití dos jóvenes salvan vidas y brindan su ayuda a ese golpeado país, otra vez por un terremoto. Allí, Hugo Saidon y Esteban Sotelo, se pudieron reencontrar con sus hermanos cubanos, que llevan años de humanitaria labor en beneficio del pueblo haitiano.
El orgullo de formar parte de la ELAM, Saidon y Sotelo -miembros de la misión argentina de Cascos Blancos- lo llevan tatuado en sus almas y sin cortapisas afirman desde ese país a Prensa Latina que portan la solidaridad e internacionalismo que aprendieron en su país de adopción. Patria es humanidad, dicen.
Desde Tujuayliya Gea Zamora, 34 años, la primera mujer del pueblo wichi en obtener el título de médica, egresada en 2010 en Cuba y entregada a la salud comunitaria en la norteña provincia de Salta, pasando por la propuesta TATU, conformada por varios egresados que llevan más de una década brindando servicios de salud en las zonas más vulnerables de la provincia de Buenos Aires.
Son muchas las historias sobre la medicina cubana en Argentina.
Solo desde el Centro Oftalmológico Ernesto Che Guevara de la provincia de Córdoba, las cifras hablan por sí solas: siete mil 27 operados, de ellos cuatro mil 39 de cataratas, dos mil 443 de Pterigium y 545 láser. Sin contar las más de 34 mil 456 consultas pre y post operatorias y 56 mil 216 de oftalmología.
Precisamente el Centro es uno de los más relevantes de esa cooperación médica en Argentina, que nació precisamente con la Misión Milagro en el marco de la histórica Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata, en 2005.
En aquel año la fundación Un Mundo Mejor es Posible (Unmep), luego de una idea del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, de armar una herramienta legal por donde se pudieran poner los programas de cooperación en Argentina, brotó la Operación Milagro y precedida del programa de alfabetización Yo, sí Puedo.
Claudia Camba, la presidenta de Unmep, conserva fresca en la memoria aquella imagen en 2006 en Córdoba de Fidel y el presidente venezolano, Hugo Chávez, llenos de ideas para llevar adelante este proyecto por toda Sudamérica.
Fue algo mágico, Fidel y Chávez en una mirada fundida, soñando esa América Latina con esa transformación en la que nada tenía limite, en la que todo era posible, cuenta a Prensa Latina Camba, tras añadir que fue y es una tarea revolucionaria que nos toca seguir haciendo.
La referente de la fundación relata que Cuba y las misiones le han dejado una gran huella desde la primera vez que conoció la isla en 1996, en el llamado período especial, y se enamoró de su pueblo y de la claridad que tenían de donde estaba el enemigo real, mientras que en Argentina estaba en pleno auge el neoliberalismo.
Fue en ese momento que decidió dedicar su vida a la solidaridad con Cuba y a través del proyecto que hoy lidera conoció la realidad de los pueblos excluidos, de las comunidades indígenas, de los campesinos…
Desde entonces, ella vive apegada a la enseñanza de que una de las mejores maneras de ser solidarios con la Revolución es trabajar para sentar las bases de que algún día ese cambio revolucionario existirá en América Latina, apuntó.
Tras destacar la gran labor internacionalista de los galenos cubanos en tiempos de Covid-19, Camba no deja de sorprenderse cómo una islita del Caribe, asediada por un feroz bloqueo impuesto por Estados Unidos desde hace seis décadas, entrega su conocimiento, pero sobre todo su amor y solidaridad.
En el caso nuestro, precisa, ha marcado y sigue marcando historia, por ejemplo, en el norte del país. Cuenta que cuando estaban en Bolivia, la fusión que se armó entre los galenos argentinos y cubanos fue increíble, fue sembrar el alba desde los pueblos.
Es tan fuerte la conexión, el amor, lo que se ha logrado con la cooperación medica en Córdoba que hace unas semanas hubo una marcha por el Día de la Rebeldía Nacional en Cuba, el 26 de julio, como pocas veces se han visto en esa provincia.
A juicio de la presidenta de la Unmep, lo que siembra Cuba con la solidaridad médica son ese hombre y esa mujer nuevos por lo que tanto lucharon el Che y Fidel Castro.
Un centro visual al servicio del pueblo
En el Centro Oftalmológico Ernesto Che Guevara se aprecian hoy las profundas huellas de la medicina cubana en Argentina. Allí, en ese pequeño hospital, muchos lugareños, de manera completamente gratuita, han recuperado su visión.
Desde operaciones y cirugías, hasta pesquisas en territorios, articulando con organizaciones hermanas que trabajan en las zonas más humildes de la ciudad. Hoy, los galenos argentinos, muchos graduados en la isla, siguen aportando allí su granito de arena.
Como forma de respuestas a las cada vez más profundas desigualdades, los equipos de la fundación Un mundo mejor es posible, también van más allá y llevan su labor a los barrios.
Con dedicación, los equipos médico y no médico del Centro, en su mayoría voluntarios, lograron otra meta.
La implementación del programa de salud desde una visión comunitaria a partir de un espacio de formación de Género, Salud en general y salud visual a diferentes personas de un barrio cercano al Centro, con el objetivo de que quienes se formen puedan ejercer de promotores de salud y, a la vez, detectar problemas en su comunidad. La red hoy se sigue ampliando.
Una mapuche salva vidas en su comunidad
Alejandra Ayllapan tenía 20 años cuando llegó a Cuba para cumplir un sueño que le parecía esquivo. De origen mapuche, su madre tenía bajo su cuidado a otros cuatro hermanos. Hoy, con 42 años, ejerce con orgullo la medicina y su especialidad de oftalmóloga.
En el año 2000 estudiaba en la ciudad bonaerense de La Plata, pero por cuestiones económicas no podía continuar, hasta que le llegó la beca de la ELAM. Para mi Cuba fue una gran enseñanza, asevera.
Se incorporó de vuelta a los estudios en La Habana y desde el primer momento estuvo en contacto con pacientes.
El aprendizaje fue tan especial, sobre todo con los docentes, a quienes siempre he sentido como mi familia, hoy a la distancia aún mantengo la relación con ellos, dice.
Su historia es muy especial. En ese año 2000 Argentina votó en contra de Cuba en Naciones Unidas y su madre hizo llegar al entonces presidente Fernando de la Rúa una carta que dio vuelta al mundo.
Recuerda Ayllapan que recién llegada a La Habana, ese país caribeño vivía importantes momentos como la lucha por el regreso a casa del niño Elián González, y la batalla por la liberación de los cinco antiterroristas cubanos presos en Estados Unidos.
En una de sus mayores experiencias, participó en el tradicional desfile del Día de los Trabajadores. Ese 1 de mayo nunca se le olvidará. Fue la primera vez que vio frente a frente a Fidel Castro cuando intentaba traspasar una barrera para saludar a Claudia Camba, la presidenta de la Unmep.
Hablamos sobre mí y él se interesó mucho por saber la situación de los pueblos originarios, cómo es la educación a la que alcanzamos, no recuerdo cuánto duró esa conversación, pero nunca se me borrará de la memoria, rememora tras mostrar con orgullo la foto que inmortalizó ese momento.
Tenía que agradecerle la oportunidad que nos estaba dando a miles de latinoamericanos que por distintas razones no podíamos concretar nuestro sueño de estudiar en nuestro país, subraya.
Para esta médica mapuche trabajar en su país a través de la Misión Milagro ha sido una gran experiencia al igual que la batalla que vivieron para poder convalidar aquí sus títulos profesionales.
Ejerció en las zonas más remotas del norte del país, donde corroboró que es muy diferente a la del sur. Conoció la situación de otros pueblos originarios totalmente diferente a la de los mapuches del sur, eso la enriqueció y la llevó a inclinarse por la oftalmología.
Hoy los frutos son palpables. Desde el Hospital Rogelio Cortizo, de la localidad Ingeniero Jacobacci, en la provincia de Río Negro, donde viven 13 mil personas, comenzó su bregar como médica general y ya cuenta con un proyecto que le permitió abrir un consultorio de oftalmología en la localidad.
En este tiempo de pandemia volvió a la medicina general y las anécdotas son muchas. Desde derivar a un paciente crítico con las rutas sin condiciones, hasta cargar sobre sus piernas una incubadora con un recién nacido prematuro, en medio de la nieve o el barro para conectarlo a la electricidad de la ambulancia.
Enfrentar esas situaciones, tiene que ver mucho con todo lo que aprendió en Cuba. A veces con lo poco que se tiene hay que tratar de hacerlo lo mejor posible. Cuba nos ha enseñado eso, a no darnos por vencidos, subraya tras agradecer a su segunda patria, para la que ahora demanda el fin del bloqueo a donde quiera que va.
Y eso no es todo
Esa gratitud se multiplica por cada uno de los graduados argentinos en esa isla caribeña y que hoy ponen el cuerpo cada día en la lucha contra la pandemia en su país de nacimiento.
Jefa del Departamento Médico de la Dirección de Atención Medica No Programada y Programada en la capital argentina, Laura Failand, se graduó en 2006 en la Facultad de Ciencias Médicas de la ciudad cubana de Cienfuegos y también tiene enraizada en su vida los postulados adquiridos allí.
Sobre qué significó estudiar medicina en Cuba y cuánto le reportó, responde que fue un sueño superado por la realidad y la marcó en la lucha por una salud de calidad para todos.
En esa labor que hoy ejerce, califica como una aberración la mercantilización de la salud. Lamentablemente estamos muy lejos de tener ese derecho humano como objetivo en todos los países, sostuvo.
La experiencia de haber vivido en un modelo en que la salud es sólo pública, me hizo entender que es la mejor práctica posible de la medicina posible, como un bien colectivo para el desarrollo y la evolución de las sociedades.
Hoy aprovecha para enviar un saludo a Cuba y a sus médicos. Estoy eternamente agradecida de haberme formado con los principios y la entereza de todo el personal de salud de la isla, sentencia.
La historia estará en deuda con quienes abnegadamente se dedican a ejercer sus actividades en función del cuidado de la salud, así como también en la formación de nuevos profesionales y fundamentalmente en la difusión de que otro modelo de salud es viable, existe y puede prosperar, dice la doctora Failand, tras enviar un mensaje a sus colegas cubanos: Hasta la victoria, siempre! (Tomado de PL)