Diez días después de un terremoto en Haití, los médicos de Cuba continúan hoy en las regiones afectadas, con especial atención a enfermedades como el cólera o la COVID-19, que podrían propagarse.
Corail es una comuna de Grand Anse, situada a unos 170 kilómetros al suroeste de Puerto Príncipe. Allí casi la mitad de los 20 mil pobladores tuvo que salir de sus viviendas, unas porque sucumbieron al terremoto y otras sufrieron daños, confirmó el alcalde Alex Maxcia.
Tras el sismo la Brigada Cubana atendió a los heridos en una carpa situada en las afueras del hospital, pues sufrió daños considerables durante el movimiento telúrico de 7,2 en la escala abierta de Richter, originado a unos 30 kilómetros de la comuna.
Los galenos realizaron más de 120 cirugías menores, atendieron una treintena de facturas y asistieron a más de 70 pacientes justo el día del terremoto. Ahora mantienen el seguimiento a las víctimas, así como su labor habitual con enfermos crónicos y patologías trasmisibles.
A ese trabajo suman las visitas a los hogares o espacios donde se refugiaron los damnificados tras el temblor, especialmente intenso en esa zona.
‘Nosotros estamos haciendo un seguimiento del cólera y las enfermedades respiratorias, porque muchas personas estuvieron hacinadas por el terremoto’, dijo a Prensa Latina el rehabilitador Gilbert Fuentes, de la provincia de Holguín.
Fuentes confirmó que no diagnosticaron hasta este martes ningún casi de diarrea o síntomas que indiquen un rebrote de la Covid-19, pero aun es pronto para bajar la guardia.
En Corail aun decenas de personas viven refugiadas en la principal plaza del pueblo, bajo carpas improvisadas y con poca distancia entre unos y otros, en medio de la acuciante necesidad que profundizó el sismo.
La historia se repite en las comunas alejadas que también sufrieron daños, y ahora enfrentan los desafíos de acceder a agua potable o alimentos, pero la atención médica donde están los cubanos es una garantía. (Tomado de Prensa Latina)