Han alcanzado ya niveles récord preocupantes 18 de los 31 “signos vitales” de la Tierra, como lo evidencian el incremento de los gases causantes del cambio climático, el alza de la temperatura global y la merma de los hielos perpetuos. Tales trastornos nos alertan de que el desequilibrio medioambiental que sufre el planeta se está acercando a catastróficos “puntos de no retorno”.
Tan alarmantes conclusiones son resultado del reciente estudio realizado por integrantes de una plataforma de más de 14 mil científicos de 153 países, quienes en el 2019 pidieron una declaración de “emergencia climática mundial” ante las graves amenazas a las condiciones que hacen posible la vida en nuestra casa común.
Los autores, liderados por un equipo científico de la Universidad Estatal de Oregón (OSU), de Estados Unidos, destacan que dos años después de plantearse la emergencia climática “se ha producido un aumento sin precedentes de los desastres relacionados con el clima”, como inundaciones, olas de calor, incendios forestales y huracanes.
La investigación, publicada en la revista científica BioScience, contiene los elementos que sustentan las preocupantes conclusiones de los expertos, algunas de las cuales referimos a continuación.
Tanto en el 2020, como en lo que va del 2021, alcanzaron nuevos récord las emisiones del dióxido de carbono (CO2), el metano y el óxido nitroso, los más importantes gases de efecto invernadero (GEI), cuya concentración en la atmósfera genera el cambio climático.
Cabe apuntar que, en abril del presente año, la concentración de CO2 alcanzó las 416 partes por millón (ppm), la mayor concentración media mensual global jamás registrada, mientras que el nivel seguro señalado por la ciencia está situado en torno a los 350 ppm.
Las altas concentraciones atmosféricas de los GEI provocaron que el 2016 y el 2020 fueran registrados como los años más calurosos a nivel mundial, con similar temperatura; al propio tiempo, ambos limitan el quinquenio más caluroso de que se tiene registro.
Continúa la acelerada pérdida de masa en las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, mientras sigue disminuyendo la extensión del hielo marino del Ártico hasta alcanzar mínimos históricos cada verano; y se pierden los glaciares con mayor rapidez, derritiéndose anualmente un 31% más de hielo y nieve que hace tan solo 15 años.
También preocupa la continuada pérdida de bosques en el mundo. La tasa anual de deforestación en la Amazonía brasileña aumentó tanto en el 2019 como en el 2020, alcanzando el máximo en los últimos 12 años. El estudio señala que la degradación de esta región por los incendios, la sequía, la tala y la fragmentación ha hecho que funcione como fuente emisora de CO2, en lugar de actuar como sumidero.
En los océanos, la acidificación de las aguas se acerca a niveles récord, lo que unido al estrés térmico amenaza los arrecifes de coral, ecosistemas de los que dependen más de 500 millones de personas para obtener alimentos, además de brindar protección frente a las tormentas y constituir un gran atractivo para la actividad turística.
“Dados los impactos que se están observando en el planeta (…) se necesita urgentemente una acción climática a gran escala”, afirman los expertos al exponer sus sólidos argumentos.
En este sentido, exigen como prioridades eliminar progresivamente el empleo de los combustibles fósiles, principales generadores de los GEI, al tiempo que se acelera el tránsito hacia las energías limpias —tanto con fines industriales como para el uso directo de la población—, todo lo cual es indispensable para conservar un medio ambiente sano.
Entre otras medidas, reclaman también priorizar la preservación y restauración de los ecosistemas y la protección de la biodiversidad, al tiempo que piden incluir la defensa de la naturaleza en los planes de estudio de las escuelas de todo el mundo, por cuanto “daría lugar a una mayor concienciación sobre la emergencia climática, a la vez que capacitaría a los alumnos para pasar a la acción”.
En lo esencial, el conjunto de propuestas sugieren la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo económico que propicie la protección de la naturaleza, en lugar de su destrucción como viene ocurriendo hasta el presente. Las metas proclamadas “requerirán transformaciones enormes en la forma en que funciona nuestra sociedad global y su interacción con los ecosistemas naturales”, afirman los expertos.
“Como Alianza de Científicos del Mundo, estamos listos para ayudar a los tomadores de decisiones en una transición justa hacia un futuro sostenible y equitativo“, aseguran los autores del estudio.
“Es hora de que nos unamos como comunidad global con un sentido compartido de cooperación, urgencia y equidad”, pide William Ripple, autor principal de la investigación y distinguido profesor de ecología de la Universidad Estatal de Oregón.
(Con información de sitios web Climática, La Jornada y Semana)