Pau Gasol y Luis Scola: uno español y el otro argentino. Ambos nacidos en 1980. Ambos portadores del número 4, con nivel NBA y leyendas en sus respectivas selecciones nacionales.
Tokio vio despedirse hoy a dos íconos del baloncesto. Los rostros alicaidos de estos irrepetibles jugadores nos avizoraban el final.
Resultaría atrevido pensar que quedaron en el camino. Es mejor creer que estos dos solo hicieron un alto y se tumbaron sobre la hierba, a un costado de la carretera, para mirar el largo sendero que habían recorrido.
Sí, tuvieron sentimientos encontrados. No querían detenerse, al menos no así: con una derrota. Los grandes nunca quieren; pero a la vez estaban conscientes de que habían dado todo y no existía mejor prueba que ese itinerario de tantos años.
Pocos, muy pocos, podían presumir de semejantes historias, historias que muchas veces se miraron de soslayo.
En Atenas 2004 Scola se alzaba con la medalla de oro olímpica, mientras Gasol se adjudicaba los lideratos de máximo anotador y taponador. En Beijing 2008 sus caminos se volvieron a cruzar de cerca bajo los cinco aros, cuando Gasol fue medallista de plata y Scola de bronce.
Aquella no sería la última vez. Esa estaba reservada para el 3 de agosto de 2021, fecha marcada en el calendario para que los destinos volvieran a toparse de forma surrealista.
Ese día España caía eliminada ante Estados Unidos 81-95 y Argentina cedía contra Australia 59-97.
Gasol jugó siete minutos, Scola anotó solo siete puntos. Vivieron sus últimos segundos desde la banca, con la impotencia de no ser los mismos y la convicción de que, aún así, el viaje había merecido la pena. Scola exteriorizaba el llanto, Gasol lo llevaba por dentro.
Las grietas en aquellos semblantes de 41 años, marcas ineludibles del paso del tiempo, se extendían y cuarteaban ante un terremoto de sentimientos que solo se asoman una vez en la vida deportiva: cuando sabes que es hora de decir adiós.