El impacto negativo sobre la economía cubana de la combinación de año y medio de pandemia más el recrudecimiento del bloqueo es tan evidente que nadie con una dosis de decencia y sentido común se atrevería a negarlo.
No obstante, resulta sintomático cómo en medio de estas condiciones extremas todavía existe un amplio margen de maniobras para innovar en el terreno económico.
Justo este 26 de julio el Presidente Miguel Díaz-Canel adelantaba durante un trabajo voluntario con los jóvenes que en el transcurso de esta semana deben estar listas las normas jurídicas sobre el funcionamiento de las micro, pequeñas y medianas empresas y las cooperativas, con el propósito de armonizar esas formas económicas y que se encadenen a proyectos individuales, pero también sociales y estatales.
El chequeo que también se hace en los territorios sobre las medidas adoptadas en el sector de la agricultura, son otro ejemplo de un frente abierto en un sector que es vital para la nación, tan urgida de fortalecer su soberanía alimentaria.
Y es que mucho queda por innovar y destrabar en la gestión estatal y no estatal, con medidas que no deben verse solamente como una respuesta ante la emergencia de la Covid-19, sino como parte del perfeccionamiento del modelo económico cubano.
Hay una vieja máxima que reza que las grandes crisis generan grandes soluciones, y también en el plano social es pertinente profundizar ante la actual situación epidemiológica tan compleja.
Seguramente no pocas personas pensarán por qué algunas de estas soluciones no se emprendieron antes, en mejores condiciones quizás, pues ahora hasta puede ser más difícil separar u observar sus posibles efectos positivos, en medio de tantas dificultades que colisionan a la vez.
Podría ser o no, es una cuestión difícil de comprobar, porque es imposible echar atrás el tiempo, ni tiene sentido perder tiempo en lamentos inútiles.
La huella que dejarán estos tiempos de enfrentamiento al nuevo coronavirus todavía está por ver, pero al menos nadie podrá decir que el país se detuvo o dejó de intentar modificaciones profundas en su base económica.
No hay que descartar tampoco que incluso a nivel mundial cambien determinadas prioridades en materia de desarrollo económico a raíz de la pandemia y sus secuelas, que podrían ser duraderas.
La inserción en un mundo post-covid podría transitar por el fomento de ventajas competitivas vinculadas a ciencias como la biotecnología y la industria farmacéutica, como las que supone la capacidad demostrada de Cuba para producir sus propias vacunas contra el virus que hoy nos azota.
Pero hasta esas posibles oportunidades dependerán de que consigamos seguir adelante con esas otras transformaciones al parecer más sencillas, y quizás hoy no del todo perceptibles, que buscan desencartonar nuestra economía, con o sin COVID-19.