El movimiento sindical de Cuba recuerda, a un año de su desaparición física, al destacado dirigente sindical Francisco Durán Harvey, quien sobresalió por su apego al magisterio y apoyo al movimiento revolucionario. Fue un un ser humano intachable, con cualidades excepcionales como revolucionario.
Nacido el 26 de abril de 1939, en Colón, Matanzas, vivió una importante parte de su vida como niño, adolescente y joven en la provincia de Camagüey, lugar donde sus padres se radicaron desde 1944. De familia humilde, de origen social obrero.
Terminada la enseñanza primaria y secundaria, obtuvo, mediante concurso de oposición, una plaza como estudiante en la Escuela Normal de Maestros, donde se desempeñó como presidente de la Asociación de Alumnos. Allí surgieron sus primeras inquietudes revolucionarias. Era aún un adolescente cuando se incorpora a la lucha clandestina contra la tiranía que imperaba en el país, forma parte del Movimiento 26 de Julio junto a otros compañeros, entre ellos, Cándido González, destacado dirigente estudiantil camagüeyano, expedicionario del yate Granma, asesinado por soldados de la dictadura de Batista, tres días después del combate de Alegría de Pío.
Por sus actividades revolucionarias fue apresado en múltiples ocasiones por las fuerzas de la dictadura.
Al graduarse en la Escuela Normal obtiene un aula, también mediante examen de oposición, en una colonia del central azucarero Jaronú, en el municipio de Esmeralda.
Al triunfar la Revolución allí organiza las Milicias Campesinas, para la lucha contra bandidos.
Como joven de su tiempo, y ser parte de una generación para la que el Primero de Enero de 1959 significó un nuevo amanecer, se incorporó con verdadera pasión, decidida y conscientemente, a aquel proceso transformador, de cambios, de realización de sueños y esperanzas.
Laboró intensamente en la Campaña de Alfabetización. Cuando se produce la nacionalización de la Enseñanza en 1961, que democratizó el acceso a la educación en Cuba, trabaja en la intervención de colegios privados.
Se incorpora, desde muy temprano, al Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza. Fue delegado al Congreso Constituyente del SNTED y electo su Secretario General en Camagüey, responsabilidad en la que permaneció hasta 1966.
En 1962 viaja a la entonces Unión Soviética a un primer curso de dirigentes sindicales. Durante su estancia en ese país se produce la Crisis de Octubre. Ante la difícil situación que afrontaba el país y los peligros que corría, se presentó a la embajada cubana para dar su disposición de regresar a Cuba, lo que no fue posible.
Es designado en 1966 director del Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey, hasta 1969, cuando debe asumir el cargo de Director Regional de Educación en Ciego de Ávila y en los años que sigue, hasta 1975, cumple con la tarea de reorganizar el Sindicato de Educación en la tierra del Mayor, como parte del proceso de revitalización del movimiento sindical cubano.
En 1975 es nombrado Director Provincial de Educación en la provincia agramontina, hasta 1980. Año en que retorna a la actividad sindical como secretario organizador de Central de Trabajadores de Cuba en ese territorio, hasta diciembre de 1985, fecha en que es reclamado en la Capital y se le encomienda la organización del Congreso del Sindicato de Trabajadores de la Cultura, donde es elegido como su Secretario General, actividad en la que labora intensamente hasta 1989, con un notable reconocimiento por los resultados de su trabajo.
A mediados de marzo de 1989 integra la Comisión Organizadora del XVI Congreso de la CTC, la que tendría la responsabilidad de guiar el desarrollo de las tareas del movimiento sindical cubano, así como organizar y dirigir todo lo relacionado con el proceso preparatorio y orgánico de ese magno evento sindical, que tuvo lugar entre el 24 y 28 de enero de 1990. En cuyas palabras de clausura Fidel auguraba los tiempos difíciles que se avecinaban, en los que correspondería al movimiento sindical cubano, un papel de relevante importancia.
Como parte de la dirección sindical del país formó parte activa de múltiples tareas, en los difíciles años del Período Especial, entre ellas la organización, desarrollo y control de los Parlamentos Obreros y todas aquellas que debieron acometerse.
Durante 17 años cumplió con rigor, responsabilidad y verdadera pasión revolucionaria las misiones que le correspondieron en la máxima dirección de la Central de Trabajadores de Cuba. Ardua, constante, sistemática y eficaz fue su labor en la atención a las tareas de Organización y posteriormente como Segundo Secretario.
Relevante fue su papel en la organización de varios congresos obreros, en el vínculo con los Sindicatos Nacionales, en la conformación y puesta en marcha de un sistema de capacitación de los dirigentes sindicales, desde la base hasta la Escuela Nacional Lázaro Peña, que incluía escuelas provinciales, cuyos resultados se reflejaron en la elevación de los conocimientos necesarios de dirigentes de base y cuadros de dirección. Sistema que contribuyó de manera significativa, a la formación de una amplia cantera de nuevos compañeros y compañeras.
Representó a la organización sindical cubana en numerosos eventos internacionales, donde su voz se alzó para referirse a la realidad cubana y a la esencia del sindicalismo en tiempos de revolución.
Por su dedicación al trabajo, la maestría con la que supo conducir numerosos procesos, por sus características personales, se ganó el respeto, la admiración y el cariño de quienes le conocieron a lo largo y ancho del país.
No hubo un municipio del territorio cubano que no contara, en reiteradas ocasiones, con su visita para conocer de las dificultades, contribuir a su solución, orientar, escuchar, trasladar sus experiencias, educar, reunirse con colectivos laborales de todos los sectores, desarrollar un diálogo fructífero y edificante, que siempre dejaba una huella en el pensar y el actuar.
Tenemos, necesariamente, que recordar su palabra precisa, sus análisis esclarecedores, la coherencia de sus argumentos, su inteligencia para convencer, para razonar acerca de qué debía hacerse y por qué, pero también, cómo hacerlo, sin que ello significara imponer criterios, porque poseía una enorme capacidad para escuchar, para sin dejar de defender sus puntos de vista, posibilitar el intercambio abierto, sincero y transparente, en lo que se ponía de manifiesto sus posibilidades como un verdadero maestro de la palabra.
Respetuoso y leal con sus compañeros, exigente con el cumplimiento del deber para consigo mismo y para con los demás, no desperdiciaba un minuto, incluyendo robar horas al sueño, en función del trabajo. Constante, persistente, no cejaba en el empeño de dar seguimiento a cada tarea hasta lograr su cumplimiento, pero a su vez, poseía una enorme sensibilidad para saber cuándo una compañera o compañero necesitaba de su ayuda, de su apoyo, de su mano amiga, ya fuera en cuestiones de trabajo o personales. Y todo ello con el elevado sentido de la justicia que siempre lo caracterizó.
Obtuvo, como reconocimientos a sus numerosos aportes a lo largo de su vida, numerosas condecoraciones, reconocimientos y distinciones.
Militó en las filas del Partido Comunista de Cuba desde 1973, y ya jubilado fue el Secretario General del Núcleo Zonal al que pertenecía.
En 1980 integró el Comité Provincial del Partido en Camagüey. Diputado a la Asamblea Nacional desde 1993, durante 13 años. Integró, por tanto, varias Legislaturas.
En el 2007 comenzó a laborar en el Instituto Cubano de Radio y Televisión como director general de Administración de la Radio Cubana, hasta su jubilación en el 2015. En esa última etapa contribuyó con su experiencia, capacidad organizativa y ejemplaridad a que se fortalecieran los sistemas de gestión y se impulsara desde el ámbito de los aseguramientos el desarrollo integral de la radio cubana.
No es posible volcar en pocas cuartillas todo cuanto quisiéramos expresar de alguien que como Francisco Durán Harvey no podrá ser jamás olvidado. Él sigue en nuestro recuerdo con su caminar presuroso y su verbo elocuente. Sigue en nosotros por la ejemplaridad de su conducta, su fidelidad a la Revolución y a Fidel, su condición de trabajador infinito, por la enorme energía que imprimía fuerza a todo cuanto hacía, que ató siempre su vida a los principios, sin claudicar nunca.
Poseedor de valores humanos que rebasaban en mucho a su estatura física, no le falló nunca a la Obra Grande ni a su familia ni a sus compañeros ni a sus amigos. Fue un modelo de revolucionario de dirigente sindical cubano, un extraordinario ser humano.
¡Él está y estará siempre, porque fue consecuente con las luchas de su pueblo, por su estatura ética, por ser paradigma para todos los tiempos!
(Con información CTC Nacional )