Cuando hace 16 meses el SARS-CoV-2 desembarcó en la Mayor de las Antillas, una certeza se antojaba tan clara como la arena de Varadero. Matanzas, peso pesado de la economía cubana, no podía ser tomada por el nuevo coronavirus.
La obviedad del argumento implicó diseñar medidas en correspondencia con las características de un territorio convertido en plaza de una elevada población laboral en el turismo, la construcción y el petróleo, eje estratégico asentado en Cárdenas, pero con ramificaciones en los otros 12 municipios, en los que habita fuerza de trabajo de esos sectores.
Con tanta dispersión, y la movilidad como aliada de la COVID-19, entre otras variables de riesgo, la provincia se tornaba vulnerable. Por un tiempo largo a raya mantuvo el virus. De la noche a la mañana, al parecer frágil, agotada, lo dejó entrar. Matanzas no podía enfermarse, pero sucedió. Y su lamento es ahora un toque de tambor, rumba de los Muñequitos asentados allí y que resuena en el alma misma de la nación, y más allá.
¿Cómo se contagió? ¿Por qué se ha complicado así? Son preguntas con respuestas diversas, porque ninguna causa por sí sola tuvo la culpa. Hoy, la apuesta es una, y se llama vida.
Para conseguirlo, aquí se libra, en el sentido exacto, una batalla, tácita evidencia de la estatura humana de este país. Como cura, la solidaridad llega de muchas partes.
Un canto de fe por Matanzas
Mario Sabines Lorenzo, gobernador de esta provincia, tiene más canas hoy que antes del 12 de junio, fecha del inicio de tan feroz rebrote. Lo escucho hablar y recuerdo sus palabras y las del primer secretario del Comité Provincial del Partido Liván Izquierdo. Los dos apostaban por el ingreso hospitalario de los contactos de los contactos de los contactos, un plan que sonaba exagerado. Entonces, algunos se escondían y protestaban por ser dados como vínculos con positivos.
En Matanzas funcionan 111 centros de aislamiento y no alcanzan. La red misma de servicios de salud quedó pequeña por el incremento de enfermos y sospechosos; se afectó la calidad de los servicios, la atención oportuna, y provocó no pocos infortunios.
El panorama va cambiando. “La incorporación de recursos humanos y materiales posibilitan incrementar capacidades no solo para pacientes graves y críticos en hospitales, sino para afrontar de manera integral este pico de contagios, con acciones incluyentes hasta de la distribución de alimentos para disminuir la movilidad de las personas”, asegura el Gobernador.
Si algo suscitó fuertes quejas en la población fue la larga espera por pruebas de PCR realizadas. Cuando el jueves pasado se informó la alarmante cifra de 3 mil 559 positivos “comenzábamos a empatar exámenes pendientes”, esclarece Ailuj Casanova Barreto, directora de Salud en la provincia.
“La incorporación de equipos extractivos y especialistas del IPK, entre disímiles alternativas —explica— permitió llevar de mil 700 a 2 mil 500 la capacidad diaria del laboratorio de biología molecular, a lo que se unen los test de antígeno”.
Justo la alta confiabilidad de los llamados test rápidos (del 95 % en Matanzas), y los cambios en los protocolos de actuación, facilitan clasificar a los pacientes según su estado clínico y enviarlos a hospitales, centros de aislamiento o al ingreso domiciliario.
“Pasar la enfermedad en los hogares —aclara— demanda del óptimo funcionamiento de la Atención Primaria, estructura donde son piezas claves los consultorios del médico de la familia, centros poco a poco favorecidos con el personal sanitario que les faltaba.
La certeza de que cada medida se corresponde con el momento, sin que ello signifique perfección ni soluciones acabadas, trae muchas esperanzas. Recorridos por barrios, centros asistenciales y hasta el monitoreo a las redes sociales, contribuyen a ir despejando problemas.
Francisca Gómez, del reparto Camilo Cienfuegos, asegura haber sentido un profundo alivio cuando se enteró de la visita del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. “Si el Presidente está aquí, estamos salvados”, se dijo, sin por ello “restarle mérito a los otros dirigentes”, acota.
Anónima entrega
A mes y medio de su contagio, Yailin Báez Hernández trabaja en un centro de aislamiento, junto con ella Arlet Rodríguez Saavedra, también recuperada de SARS-CoV-2, a quien hace poquito la cepa Delta le arrebató a su padre, a su joven padre de 49 años.
Son dos inspiradores ejemplos que engrandecen la actitud de sus compañeros de sexto año de la carrera de Medicina, 376 en total, insertados en la red de instituciones sanitarias, debut laboral del mes de septiembre, adelantado por este fatídico rebrote.
En esta conspiración a favor de la vida nadie quiere perder un minuto. Taymí Martínez Naranjo, cirujana del Hospital Universitario Clínico Quirúrgico Comandante Faustino Pérez, se siente avergonzada de estar en el reposo de su casa sin poder ayudar. “Muchos de los que hemos enfermado queremos volver ya”, refiere desde su ingreso domiciliario en el reparto Pastorita.
Brigadas del destacamento Henry Reeve desembarcaron en Matanzas. ¿Cuántos? El número no importa, ellos están aquí. Solo dos semanas pudieron descansar tras su regreso de Panamá. Fogueado en estas lides, el doctor Carlos Ricardo Pérez Díaz, de La Habana, no puso reparos en ayudar a sus colegas del Faustino Pérez.
Matancera de pura sangre, así se reconoce Daylis Ramos, radióloga en el yumurino hospital pediátrico. “Cuando la patria convoca, no se titubea”, dice la especialista de 34 años, que se encontraba entrenándose en La Habana para cumplir su segunda misión en el exterior.
Muchos nombres quedan fuera de la mano extendida a una provincia más acostumbrada a dar que a recibir. Leonardo Mancha, trabajador del turismo, ofreció su carro a salud pública; carpinteros de varios territorios fabricaron más de 2 mil camas, mientras viajeros canadienses sorprendían con jeringuillas, un adelanto de la carga traída por un avión que despegó en Toronto.
La disciplina como reverencia
El canto a la vida entonado en Matanzas merece un coro gigante, un concierto de buena fe en el que la disciplina suene mejor.
“Este rebrote no es el efecto de un sistema de salud que no ha hecho bien las cosas, sino de la actitud individual y colectiva de cada cual. Así es como se disemina el virus”, lamenta la cirujana Taymí. “Aunque la postura irresponsable no es la única causa, precisa, sí promueve la expansión de la enfermedad. Entender esto, insiste, es fundamental para evitar más contagios, bajar los flujos indiscriminados de personas a los centros de salud, concentrarnos en personalizar la asistencia y empezar a contener la transmisión”.
Del lado de allá del teléfono, desesperada por volver a su hospital, la joven de 34 años envía un mensaje: “Preferimos prescindir de aplausos y de la recompensa del reconocimiento, lo que necesitamos es más disciplina”, clama.
Para que las cosas funcionen, el movimiento sindical está urgido de exigir todo lo que debe con el fin de lograr ambientes laborales sanos y sostenibles en el tiempo, solicita Osmar Ramírez, secretario general del Comité Provincial de la CTC.
“Para ganar esta batalla, afirma convencido, confiamos enteramente en el pueblo matancero, revolucionario, laborioso y culto, como nos definió el Comandante en Jefe Fidel”.