Hambre

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En la travesía que es la vida, el hambre por alcanzar los sueños se va incrementando con cada tropiezo, con cada obstáculo, hasta que cuando llegas por fin a tener el futuro entre tus manos es casi imposible que logren arrebatártelo.

Emiliano Martínez detuvo tres penales en la semifinal de la Copa América ante Colombia. Foto: tomada de El Comercio

Si no, que le pregunten a Emiliano «el Dibu» Martínez. El chiquillo al que sus padres no podían comprarle los botines para el fútbol,  el joven que no pudo triunfar en el Arsenal y fue cedido a cuanto club desconocido de segunda división apareció, ese que anhelaba representar a Argentina y generaba dudas en la afición.

¡Diez años en el Arsenal! Pocas oportunidades. Eso sí, no bajó los brazos Emiliano y los pocos partidos que pudo disputar con la casaca de los gunners sirvieron para que el Aston Villa se fijara en él y se hiciera con sus servicios, convirtiéndolo en el arquero argentino más caro de la historia.

Con 28 años, elegido como el mejor guardameta de la Premier League, Dibu se adueñó de la titularidad en la albiceleste y la metió a la final de la Copa América.

Literalmente tenía el futuro entre sus manos. Tenía hambre también. Y sus rivales la sintieron en la tanda de penales. Los molestó, los ofendió, los sacó de quicio. Hizo que la portería se les hiciera del tamaño de una caja de fósforos. Él iba a cumplir su objetivo, a toda costa.

«Lo, siento hermano, pero te como», le dijo a Davinson Sánchez justo antes del lanzamiento y lo atajó. Abajo a su izquierda. Seguro.

Luego vino Mina, con la sonrisa antes de ejecutar y Dibu se ensañó: «Estás nervioso. Hacete el boludo. Te conozco a vos… ¡Mirá que te como!». Y así fue. Disparo al mismo sitio que Davinson, idéntico resultado.

Con Borja el espectáculo no le funcionó. Pero eso formaba parte del reto y él ya estaba acostumbrado. Que el colombiano le festejara en la cara con vehemencia prácticamente le resbaló.

Aquello ya estaba en el pasado y su presente se enfocaba en Cardona. El boleto para la final pasaba por impedir el gol.

El cafetero no se veía con mucha convicción. Así le pegó: sin convencimiento, derrotado de antemano. De nuevo a la izquierda, abajo. Y Dibu lo volvió a hacer. Esperó a que el VAR ratificara la victoria, como si fuera la confirmación de que había elegido el camino correcto, de que los sacrificios, las concentraciones y las lágrimas han valido la pena. No obstante, la travesía no termina ahí, Brasil les aguarda en la final.

Argentina festeja el pase a la Final. Foto: Caracol
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