Quién nos impide soñar con un diálogo futuro como este entre dos adolescentes:
– ¿Qué postales tienes tú y cuáles te faltan?
– Tengo la de Vicente Vérez repetida, te la cambio por la de Marta Ayala.
– Si me das la de Conchita Campa y Jorge Berlanga…
Será ya un mundo tal vez sin la amenaza que ahora pende sobre nosotros con la pandemia de COVID-19, donde en lugar de imágenes de estrellas de cine o deportistas bien pagados, infantes y jóvenes coleccionarán estampillas de científicos e investigadores, aquellos que un día les salvaron a ellos, o a sus padres y abuelos, con vacunas y otras innovaciones biotecnológicas.
Así fantaseaba hace unos días, al ver a colegas que, al concluir una conferencia de prensa, aprovechaban de nuestros privilegios de reporteros para pedirles una foto o un selfie a algunos de los creadores de los candidatos vacunales Soberana 02 y Abdala, ya en camino de ser vacunas, y muy buenas ambas.
Pero antes, todavía hay que trabajar mucho. Cuba es hoy el país con mayor ritmo diario en la vacunación de su población, cuando ya rozamos los cinco millones y medio de dosis administradas, y casi completamos el primer millón de personas con el esquema completo de tres inyecciones.
Los primeros efectos son evidentes, por ejemplo, en los primeros cuatro municipios de La Habana que concluyeron la intervención sanitaria con Abdala. Pero esta es una carrera contra el tiempo, en la que la disciplina es fundamental para llegar a la meta. Cuba está en una espiral de incremento de los casos positivos de COVID-19 en este instante, con cifras de contagio que hace un año nos habrían parecido imposibles.
Hay que vacunar rápido, hay que cuidarse más. No hay de otra. Cientos de miles de trabajadores de la salud, la ciencia y de otros sectores entregan alma, corazón y vida a la noble misión de enfrentar esta epidemia que cada día nos arrebata a seres queridos, y enferma, daña, deja secuelas a miles de connacionales; además de agravar nuestra muy resentida y bloqueada economía.
De las actuales intervenciones sanitaria pronto se deben cumplir los requisitos para que la entidad reguladora cubana autorice el uso de emergencia de las primeras dos vacunas nuestras. Sin perder un minuto ni descuidar un detalle en el rigor de los estudios y ensayos clínicos, la ciencia hace su parte, y a la ciudadanía nos toca hacer la nuestra. Así podremos, más temprano que tarde, inmunizarnos para hacer realidad ese sueño, donde en lugar de imágenes de estrellas de cine o deportistas bien pagados, infantes y jóvenes coleccionen, un día no muy lejano, estampillas de científicos e investigadores cubanos.