Muchas imágenes pudieran compartirse un día como este, tantas que quizás no hubiera espacio suficiente para unirlas o para elegir una entre tantas y tantas para definir a Raúl. Hoy, en su 90 cumpleaños, prefiero compartir esta que me atrapa por la complicidad contagiosa que transmite, por hacer más de carne y hueso a dos seres extraordinarios que no caben en libros, anécdotas, historias; y que inevitablemente, no podemos ver por separado aunque tengan sus propias personalidades, caracteres, formas de expresarse y actuar.
«El líder histórico de la Revolución Cubana es uno solo, Fidel es Fidel», nos reafirmaría Raúl en una especie de sortilegio que nos confirmó la ruta a seguir y la grandeza infinita de estos hombres de talla universal y a la vez, tan de Cuba, que cada cubano y cubana sintió en aquellas palabras que pasara lo que pasara, seguir al General Presidente, acompañarlo, apoyarlo, crecer y transformar juntos el país que nos estaban legando para el futuro, era un deber y un compromiso con la sangre y el sacrificio derramado hasta aquí.
Insisto entonces en quedarme con esta imagen picaresca de quienes siempre se acompañaron, enfrentando retos y desafíos permanentes, descomunales, pero estar juntos les hacía felices y confiados, con el respeto infinito que da el amor y la fe por la justeza de lo que se defiende y porque hay lazos que no se pueden romper como los nombramientos.
Y hago mía también aquellas palabras de otro hombre inmenso, Eusebio Leal: «Raúl va encendiendo caminos, para los que son ciegos o tienen vista corta, no olviden nunca a los que nos precedieron en el tiempo, y por los cuales hay que sentir una enorme e inmensa gratitud».