Existe un nexo indestructible entre José Martí y la provincia de Matanzas, conexión que para suerte de este territorio trasciende épocas, destaca con profundo orgullo el investigador yumurino Arnaldo Jiménez de la Cal, Dr. en Ciencias Históricas.
Uno de los 13 municipios matanceros lleva su nombre, el museo memorial Caimito del Hanábana recuerda su estancia en estos predios, y miles de jóvenes estudian y materializan el pensamiento del Héroe Nacional, para mantenerle vivo a 126 años de su caída en combate, resume.
En un artículo que publicara en el periódico Girón, el destacado estudioso de la obra del más universal de los cubanos narra la llegada de José Martí Pérez a Matanzas en el verano de 1862, sitio deslumbrante por su prosperidad azucarera, aunque el auge se debía al tráfico y al trabajo de los negros esclavos.
El niño vino con su padre, quien había sido designado para ocupar la plaza de capitán pedáneo del Partido de Hanábana, región hoy perteneciente al municipio de Calimete. Relata el historiador yumurino que entonces don Mariano tenía 46 años de edad y poseía poquísima instrucción y muy mala caligrafía.
Es por esa razón, que pese a la posición de la madre doña Leonor Pérez, decide llevarse consigo a su único hijo varón, para que este lo auxiliaría en los asuntos de oficinas, debido a la excelente letra del pequeño.
Aunque Caimito del Hanábana era un lugar sin muchos encantos, el niño Pepe disponía de suficiente tiempo libre para dar riendas sueltas a sus correrías infantiles. Precisamente allí, exactamente el 23 de octubre de 1862, le escribió un carta a su madre, reconocida luego como el primer manuscrito conservado de José Martí.
Precisa Jiménez de la Cal, que dicha misiva es la primera de la cual se tiene noticias aunque resulta muy probable que desde allí Martí le enviara otras cartas a la madre. “Pero la historia solo ha podido conservar esta”, señala.
En la epístola se deja ver la alegría del niño de nueve años, contento por sus peripecias con un gallo fino y un caballo. También describe el entorno campesino y pone al tanto a la familia de la situación del padre, ya repuesto de una caída, y de las angustias que a él le produce una picazón que apenas lo deja dormir en las noches.
Sin embargo, es en Caimito del Hanábana donde conoce el desconcertante panorama de la esclavitud y de la trata de negros, episodios que quedarían grabados para siempre en su memoria. Subraya Arnaldo Jiménez de la Cal que el horror de la esclavitud cimentó en él una conciencia antiesclavista que lo acompañaría durante toda su vida.
Ese drama histórico, dice, le remueve las fibras del corazón, algo que más tarde refleja en los Versos Sencillos, como en el número XXX, donde dice: …Echa el barco, ciento a ciento/ los negros por el portón. En ese mismo verso habla de un esclavo muerto, colgado a un ceibo del monte, para dejar en claro que Un niño lo vio: tembló/ De pasión por los que gimen/ ¡Y al pie del muerto, juró/ Lavar con su vida el crimen!/..
La presencia de Martí en Caimito del Hanábana, uno de los pocos lugares del interior de la Isla donde hiciera estancia, quedó perpetuada, para dicha de todos, en el Memorial que glorifica la vida y obra del Maestro.
Declarado Monumento Nacional en mayo de 1996, se trata de un proyecto solar de arquitectura conmemorativa y ambiental inaugurado el 13 de abril de 2003, obra del arquitecto tunero Domingo Alás Rosell.
El Apóstol nunca se olvidó de Matanzas
Aunque desde la distancia, Martí nunca olvidó a esta tierra. Según Jiménez de la Cal, siempre siguió atentamente sus acontecimientos. Durante los preparativos de la guerra, en carta a Serafín Sánchez, fechada el 25 de julio de 1893, escribe: “Matanzas, depurada y satisfecha y con agregaciones de la más alta importancia:..” Poco después, el 29 de agosto de ese mismo año, le expresó al Generalísimo Máximo Gómez: “En Matanzas (…) trabaja un grupo de lo mejor de la Ciudad…”.
Reseña que Martí conoció a matanceros y ponderó a sus mártires. En 1892 hablaba sobre Tello Lamar en el periódico Patria y decía: “…joven amado de Matanzas”. También admiró a Juan Gualberto Gómez, de quien, en diciembre de 1894 expresara: “Ud. es uno de mis orgullos”.
En este recuento, donde faltan decenas de asuntos y personas, considera Jiménez de la Cal que no puede dejar de mencionarse al matancero a Ramón L. Miranda, médico en cuyo domicilio pasó el Apóstol su último cumpleaños.
Recuerda que en tiempos de la República, el doctor Miranda dedicó su vida a levantar el monumento más importante de esta provincia. Se trata de la estatua de José Martí, que hoy ilumina a Matanzas, desde el céntrico del Parque de La Libertad.
Para Jiménez de la Cal, el nexo indestructible entre José Martí y Matanzas anima el presente y el futuro de una provincia que, inspirada en el Héroe Nacional, sigue siendo laboriosa, revolucionaria y culta, tal y como la calificara Fidel Castro Ruz, heredero mayor del pensamiento del Apóstol.