La avenida de Paseo amaneció solitaria, apenas transitaban vehículos al amanecer de este Primero de Mayo. No hubo algarabía, ni se escuchó el retumbar de los tambores y las congas, como era tradicional en esta fecha del año. Martí iluminaba desde lo más alto de la Plaza, mientras nuestra hermosa bandera nos hacía recordar el largo y duro bregar de los cubanos para alcanzar la soberanía y la independencia.
Es Primero de Mayo en Cuba, y también en el mundo, pero la COVID-19, como en otros tantos órdenes de la vida, ha impuesto limitaciones, normas, reglas necesarias para resguardar la salud y prevenir los contagios. De alguna manera, sin embargo, miles de habaneros estuvieron allí, como los educadores que tantas veces abrieron el desfile, los médicos y científicos que en las actuales circunstancias multiplican su quehacer como salvadores de vidas, o los jóvenes de disímiles niveles y enseñanzas.
Es Primero de Mayo en Cuba y —aunque se ha reiterado— son muchas nuestras razones para festejar el Día del Proletariado Mundial. Los buenos cubanos de estos tiempos continúan el legado de quienes trazaron el camino e iniciaron la obra.
Es Primero de Mayo en Cuba y, aunque la histórica Plaza de la Revolución amaneció desolada, un mensaje movilizador y de esperanzas en la voz del secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, Ulises Guilarte De Nacimiento, dejó saber, “que solo los que luchan, resisten y no se rinden son los que tienen derecho a triunfar”.
Es Primero de Mayo en Cuba —pese a la difícil situación epidemiológica que ha enlutecido al planeta y el criminal bloqueo imperial que trata de ahogar a este pueblo noble y generoso— y los trabajadores se empeñan en “sacar” al país adelante, a toda costa, venciendo los más difíciles sacrificios cotidianos. Es un imperativo derrotar los desafíos de la pandemia, “levantar” la economía, llevar la ciencia y la innovación tecnológica a las más disímiles ramas. En fin, “Pensar como país”, en todos los instantes y circunstancias.
Es Primero de Mayo en Cuba, y en la Plaza la presencia del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez fue el mejor simbolismo de que la “continuidad” del proceso revolucionario está garantizado, tal y como lo previó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien desde este propio escenario dejó para las presentes y futuras generaciones el concepto de Revolución, una guía para seguir construyendo la obra.