Con motivo del reciente fallecimiento del gran caricaturista cubano Francisco Blanco Ávila, más conocido como Blanquito —y en su honor— reproducimos una de sus últimas entrevistas a la prensa nacional, publicada el 11 de marzo de 2018 en Trabajadores por la colega Alina Martínez Triay, poco después de que el artífice recibiera el Premio Nacional de Periodismo José Martí.
A propósito del Día de la Prensa Cubana: El entusiasmo nunca ha tenido canas
Este pensamiento del Apóstol bien le viene a uno de los galardonados con el Premio Nacional de Periodismo José Martí, Francisco Blanco Ávila, más conocido como Blanquito.
Viejo por fuera, juvenil por dentro. No piense el lector que se trata de una adivinanza, sino de la caracterización de un habanero merecedor de la Distinción Por la Cultura Nacional, que el próximo noviembre cumplirá 88 años y que de ellos ha dedicado al dibujo y al humorismo gráfico la friolera de siete décadas.
Si un adjetivo le encaja como anillo al dedo a Francisco Blanco Ávila, Blanquito, es el de ser creativo, de estar pensando siempre en un escenario nuevo y una manera diferente para expresar su arte, desde aquel lejano año de 1948 en que siendo un jovencito linotipista logró que le publicaran su primer dibujo en la revista deportiva Fotos, un triunfo para un artista aficionado; hasta su atrevimiento, ya anciano, de incursionar en la red de redes para crear un blog al que le dio el nombre de su historieta más conocida: ayvecino.blogspot.com, el cual atesora más de 700 posts donde reseña todo lo humano y divino del humorismo cubano y sus vivencias.
En su casona de Santos Suárez, y estimulados por humeantes tazas de café, transcurre el diálogo con Blanquito, al que casi no le alcanza el tiempo para relatar su extensa trayectoria.
Nos cuenta, para empezar, su incursión en la prensa: caricaturista editorial del periódico El Mundo, primer dibujante de la agencia de noticias Prensa Latina, donde abordó temas deportivos, y creó una especie de logotipo interno nombrado Prelito, un teletipo con cuatro patas con un sombrerito mambí; fundador del semanario Palante, del que fue director durante 15 años y en el que se lució como caricaturista e historietista.
Fundó la revista LPV, antecesora de Jit, para la cual realizó una página titulada Garabatos deportivos con el exagerado personaje Hiperbolo, capaz de practicar cualquier disciplina; fue editor de las revistas Cómicos, Pablo y del tabloide El Muñe, de la editorial Pablo de la Torriente Brau, de la Upec; colaborador de la revista de los CDR La Calle e historietista de Mi Barrio, de la revista de la Uneac, de Mar y Pesca, donde tuvo a su cargo la sección de historietas Grandes Aventuras del Mar; y colaborador esporádico en Trabajadores, en el que ha publicado caricaturas editoriales y una tira titulada Prudencia, dedicada a la prevención de accidentes en el ámbito laboral. Además, dibujos suyos han aparecido en Granma, Juventud Rebelde, Tribuna de La Habana, el sitio digital Cubaperiodistas y la revista Prisma… entre otros espacios.
De balcón a balcón
Se impone hablar de ¡Ay Vecino!, idea que surgió en 1967 cuando Blanquito vivía en altos, en la barriada capitalina del Cerro y acostumbraba a sentarse en el balcón desde donde se veía el balcón de enfrente. Pensó utilizar ese escenario para colocar dos personajes basados en el contraste humorístico como los de la historieta yanqui Benitín y Eneas, el alto y el bajito, o como los comediantes Stan Laurel y Oliver Hardy, el gordo y el flaco del cine; y así surgieron el gordo y el flaco de ¡Ay Vecino!, que al comienzo era una historieta sin palabras; los pintó desnudos para que pudiera cualquiera identificarse con ellos, y la única referencia a Cuba son los balcones coloniales con arcos de medio punto.
“Cuando le presenté la historieta al director de Palante me dijo que el tema no daba; en una noche le hice cinco más y me dio una semana para presentarle otras cinco, pero se las hice para el día siguiente, y lo convencí. Después empecé a incluir texto”.
En la ganadería y la zafra
Una vertiente en la que incursionó Blanquito a fines de los años 60 fue en la historieta didáctica.
Para apoyar las ideas de Fidel en torno al desarrollo de la ganadería surgió a finales de los 60 el libro de historietas Matilda y sus amigos, que tuvo una gran aceptación; más tarde en apoyo a la zafra azucarera Blanquito realizó Los siete samuráis del 70, Pol Brix contra el ladrón invisible, los tres junto con Betán (Juan Manuel Betancourt) y Trucutuerca y trescabitos, junto con Val (Humberto Valdés Díaz), estos dos últimos dedicados a la industria y particularmente al cuidado de la maquinaria.
El Caballero de París y otros libros
El Caballero de París, la leyenda que camina fue una compilación de caricaturas solicitadas a diversos autores sobre este emblemático personaje de La Habana, que incluyó el testimonio del psiquiatra que lo trató en sus últimos años.
“A Eusebio Leal le encantó —recuerda Blanquito—, se montó una exposición con los originales de las obras en La Habana Vieja y después organicé otra en Galicia, donde nació el Caballero, que tuvo una gran acogida.
“Publiqué con Palante en los años 60 varios bolsilibros con otros caricaturistas y redactores humorísticos; la editorial Pablo de la Torriente Brau editó ¡Ay vecino! uno y dos; ediciones Extramuros El Pequeño mataburros humorístico ilustrado, y junto con mi hijo Francisco Blanco Hernández publiqué Bolívar en Martí, y 5 años, 5 meses y 5 días, sobre la lucha de Fidel, también de la editorial Pablo, de los cuales hice el guion y puesta en papel. “Una experiencia interesante fue la del libro Amores en aceite de oliva, que realicé a sugerencia del ministro de Cultura Abel Prieto quien invitó a vincularse a caricaturistas y artistas de la plástica, y yo me basé en la obra de Pedro Pablo Oliva.
“Puedo mencionar, entre otros, Historias mambisas, en el que participé con un colectivo de autores, Hazañas del mar y K-milo 100fuegos criollo como las palmas, todos publicados por la editorial Pablo de la Torriente Brau”.
Mucho ha abarcado y todo lo ha apretado
Falta espacio para abundar en su magisterio en talleres de formación de historietistas, su incursión como ilustrador de libros, en el diseño gráfico y la realización de murales, su labor como jurado de concursos humorísticos, su participación como concursante, conferencista y en la realización de murales colectivos en las Bienales Internacionales de Humor de San Antonio de los Baños desde su creación, sus decenas de exposiciones personales y colectivas, su más de medio centenar de premios y menciones nacionales e internacionales…
No quería dejar de acotar, como una muestra de ese sentido creativo y la originalidad que siempre han caracterizado a Blanquito, ese rostro de José Martí hecho a partir de frases de su última carta al amigo Manuel Mercado, y su idea de trabajar el dibujo sin levantar el lápiz.
A la altura de sus más de ocho décadas, Blanquito sigue creando, pensando en qué hacer, en el futuro, con su envidiable dinamismo que parece poner freno a su vejez. Hay Blanquito para rato, diría yo, y me complace verlo en los jardines de la Casa de la Prensa junto a la escultura que reproduce una autocaricatura del Apóstol, quien nos enseñó que esa mirada al mundo también es posible y necesaria.