Tras 70 días en el poder, el presidente de EE.UU., Joe Biden, poco o nada ha cambiado la política agresiva hacia el mundo que mantuvo su predecesor, Donald Trump, pese a que el ahora inquilino de la Casa Blanca anunció en su campaña electoral que revertiría ese actuar de Washington.
Un ejemplo de ello es la conducta de Biden hacia Cuba, país sobre el cual persisten el bloqueo que le arreció Trump y continuas agresiones basadas en la infame retórica que sucesivas administraciones del imperio norteño han utilizado contra la mayor de las Antillas.
Hace pocas horas, el Departamento de Estado norteamericano repitió uno de los mismos pretextos, calcado por diferentes regímenes de Washington, para mantener su asedio a Cuba, al acusarla de supuestas violaciones de los Derechos Humanos (DD.HH).
La más reciente infundada denuncia está contenida en un nuevo informe, cuyo propósito es justificar la postura hostil que ha tenido siempre la Casa Blanca hacia la nación antillana desde el triunfo de su Revolución, el 1 de enero de 1959.
Es muy bien conocido que EE.UU. es el país mayor violador de los DDHH, sin embargo, sus gobernantes insisten en auto-titularse jueces internacionales para sancionar así a quienes consideren sus adversarios.
Contrario a lo que fanfarronea Washington, Cuba es reconocida mundialmente por su solidaridad, y por sus indicadores de justicia social, respeto y protección a todos los derechos de su población, comenzado por los fundamentales, como son la salud y la educación.
El decano archipiélago caribeño puede darle clases de DD.HH. a su poderoso vecino del norte, donde impera la discriminación racial, y millones de personas no tienen acceso a la atención médica, a la educación, y viven en las calles en condiciones deplorables.
Cómo puede hablar Washington de DD.HH. si miles de niños inmigrantes son separados de sus familiares y enjaulados, mientras afroamericanos son asesinados por la policía, sin que sus victimarios sean condenados.
EE.UU. tiene un voluminoso expediente de crímenes, no solo cometidos en su propio territorio, sino en todos los rincones del planeta tierra a donde han llegado sus militares para desatar guerras e imponer los preceptos dominantes de un imperio decadente.
La Covid-19 ha demostrado una vez más lo poco que se ocupan los gobiernos de la Casa Blanca de los DD.HH. de su pueblo, uno de los más afectados en el mundo por esa pandemia mortal. Las cifras de fallecidos y contagiados sin asistencia sanitaria son espeluznantes y vergonzosas.
Mientras tanto, Cuba, bajo un bloqueo arreciado en medio de la pandemia, y que hasta hoy se mantiene intacto, es el país de las Américas con la más alta tasa de recuperados de la Covid-19, y ha enviado Brigadas Médicas a todos los continentes a combatir esa enfermedad, al tiempo que sus científicos desarrollan cinco proyectos vacunales, dos de ellos ya en Fase III, para erradicarla.
Biden tiene la oportunidad de acabar con la hostilidad hacia la mayor de las Antillas, pero claro que existen muchas dudas si tendrá realmente la voluntad de hacerlo.