Taoyuan, Taipéi de China. Lunes, 22 de noviembre de 2004 en el Gimnasio Linkou. La selección de futsal de Cuba debutaba en el Campeonato del Mundo de la disciplina ante su similar de Argentina. Bajo los palos de la portería cubana, Wilfredo Carbó se estrenaría en su segunda cita mundialista.
Había preparado el partido como siempre hacía. El día antes imaginó cada jugada, cada variante táctica del contrario y todas las formas posibles en que podían intentar batirlo.
El choque inició y Cuba pasó trabajo para hilvanar jugadas, perdían muy rápido el balón y se encomendaban a su arquero. Carbó respondía con cualquier parte del cuerpo, pero la pelota no entraba. Así mantuvo a los albicelestes más de 30 minutos sin anotar un gol.
Al ’32, un disparo de Carlos Sánchez golpeó en la defensa antillana y el rebote cayó en los pies de Hernán Garcías, quien mandó el balón al fondo de las redes. Leonardo Planas se encargó del resto con un doblete sobre el cierre del partido para poner el 3-0 definitivo.
La “roca negra” acaba cediendo ante Argentina, titulaba la nota de portal de la FIFA. “Cincuenta disparos y la mayoría de ellos contra la puerta defendida por el cubano Wilfredo Carbó. Así se resume el segundo partido del Grupo D del Campeonato Mundial de Futsal de la FIFA…”, versaba la información.
“Cuando finalizó el juego, el entrenador argentino me buscó y me dijo: ‘Mira, las estadísticas. Consérvalas. O tú estás muy bien, o ese equipo que yo tengo no sirve’. Los periodistas que cubrían la competencia por FIFA decían que en la puerta del equipo Cuba había una roca negra y todo lo que tiraban golpeaba contra la roca y no entraba”, recuerda Carbó, hoy entrenador de arqueros de la selección nacional.
“Una bestia en la portería. En su momento estuvo entre los tres mejores porteros del mundo”.
Isvén Román (ex jugador de la selección cubana)
Habla con calma y se remonta a cuando todo comenzó. Al reparto “El Moro” de la barriada de Mantilla en Arroyo Naranjo. “No fui un muchacho de la calle. Como quien dice, me crié dentro del patio de mi casa”, expresa el habanero, quien vio el fútbol por primera vez en la primaria “Rafael Carines”, en Víbora Park.
El patio de la escuela simulaba la cancha y cuando llegaban los grandes Carbó tenía que dejar de jugar. Los mayores le decían que era muy pequeño. Estaba en tercer grado y ya se había convencido de que quería estar alrededor de la pelota.
“Eso me quedó ahí dentro como una espinita guardada. Después me trasladaron a la primaria ‘Juan Gualberto Gómez’, donde realizaron unas captaciones de las pre Eides y vinieron entrenadores a buscar alumnos para diferentes deportes. Dieron varias opciones: lucha, boxeo… Esto se hacía antes y era muy bueno. Pero tenía el aquello dentro de mí de que deseaba ser futbolista. Y fue la única opción que di”.
Marcos Gregorio Dalmaos, conocido como “el goyo”, y Mario Ruiz lo iniciaron en el camino de esta práctica y sus ansias de siempre estar en el terreno provocaron que escogiera la posición que generalmente nadie desea ocupar.
“Todo el mundo quería ser delantero, medio o defensa. Entonces, nos reunimos y como ansiaba jugar siempre, dije que sería el portero. Tampoco creo que era tan malo en el campo: usaba unos zapatos ortopédicos y daba unas patadas que para qué te cuento…”, dice entre risas.
“Desde aquel día he sido portero siempre. Tuve la suerte de tener al ‘goyo’ que me enseñó todo y a él le debo lo que alcancé en mi carrera independientemente de que no era un preparador de arqueros; pero sí era un entrenador que estaba cada día ahí y me inculcó que el resultado está en el sacrificio, la dedicación y la entrega diaria”.
Y “la roca” tendría que pulirse bajo estos estrictos principios para no claudicar en un camino nada allanado. Sabía que en el deporte los resultados podían notarse a corto, mediano y largo plazo. Por eso, aunque acumuló algunas decepciones, no se rindió.
Luego de dos años en la pre Eide, pasó a la Eide, donde seguía bajo la mirada atenta del “goyo” y entrenadores como Manuel Rodríguez y Ángel Álvarez. “Esta etapa resultó fundamental. Esa edad entre 11 y 15 años es la que verdaderamente forma al atleta, pues adquiere hábitos de disciplina, entrenamiento y se forja el carácter”.
Con el paso del tiempo, Carbó continuó escalando por la pirámide hasta ser llamado a la selección nacional juvenil para luego pasar a integrar la Sub 20. “Fue la primera ocasión en que se realizaba la convocatoria Sub 20 con el objetivo de encarar el ciclo olímpico. En esta etapa no era el portero regular, pero siempre estuve en la lista. Participamos en el preolímpico y los Juegos Panamericanos de La Habana ‘91, en los cuales conseguimos el tercer lugar.
“El Panamericano nos dio la oportunidad de ser locales, tuvimos la suerte de competir aquí en nuestro país y alcanzar un buen resultado. No recibí minutos y una de las cosas que siempre me queda adentro es que disputamos un partido en el terreno de mi municipio y no pude jugar. Sin embargo, estoy convencido de que todas esas cosas en lugar de influir negativamente, me hicieron más fuerte”.
A la par, el joven entró también al conjunto de Ciudad Habana con el que ganó tres campeonatos y donde tuvo la oportunidad de aprender de guardametas que ya estaban en la selección de mayores como Fernando Griñán y Eugenio Ruiz.
Sin embargo, a mediados de la década de los noventa proliferaba en la capital una efervescencia alrededor del fútbol sala a la que Carbó no escapó, integrándose de manera alternativa y, sin saberlo, marcando un nuevo rumbo en su carrera deportiva. “Los muchachos conocían que era arquero de la selección juvenil. En aquel entonces vivía en Lawton y me embullaron para unirme a algún equipo. Así poco a poco voy jugando indistintamente, participando en algunos torneos, porque había un movimiento muy grande de futsal en La Habana”.
No obstante, él quería seguir con aquella especie de romance que tenía con el fútbol once y a pesar de ser llamado para la selección de futsal que participaría en el mundial de España 1996, decidió quedarse en la preselección del fútbol convencional que encararía el camino a Francia 1998. Pero el sala le dejaba la puerta entreabierta para el retorno.
“Después de haber clasificado para la Copa de Oro me sacaron del equipo. No fue por rendimientos ni resultados, aún no lo sé. Nadie me dijo nada”.
De esta manera, en el año 2000, cambió definitivamente de modalidad y en poco tiempo consiguió mucho de lo que se le había negado anteriormente. “El sala se te va metiendo en la sangre y llega un momento en que te apasiona. Es mucho más dinámico que el once y los arqueros deben estar en plena disposición combativa, preparados, porque tienen acciones a cada minuto.
“La técnica la fui adquiriendo con la ayuda del profesor Clemente Reinoso, quien confió en mí. Llegué a la selección luego de que algunos muchachos abandonaron la delegación en el premundial de Costa Rica y no fue tan fácil a pesar de la trayectoria que tenía. No empecé siendo regular, no me malcriaron. Todo lo gané a base de esfuerzo, con la ayuda de los compañeros. Había excelentes guardametas como Dagmar Gómez y Pedro Francisco López ‘Francis’, a los que conocía de torneos que realizábamos en La Habana. Ellos también me apoyaron mucho”.
¿Cómo recuerda su primera experiencia mundialista en Guatemala 2000?
“Participar en mi primer Campeonato Mundial fue una experiencia única. Jamás pasó por mi mente que un atleta salido de una barriada de la capital, de un lugar muy humilde, iba a jugar en un evento de tal importancia con los mejores exponentes de la disciplina. En cada presentación siempre tuve por dentro que representaba a todos, que era el fruto de muchas personas que me ayudaron: mis padres, mis hijos, los entrenadores.
“Estando allá, días antes de nuestro primer partido con España no sabíamos quién iba a ser el titular. En un choque de preparación previo realicé una buena actuación y poco antes de que comenzara el Mundial se decidió que yo sería el regular. Siempre fui un atleta ‘guapo’. Nunca me amilané así estuviéramos ante la mejor selección. Cuando vas a un Mundial te encuentras con equipos como España y Brasil y solo el nombre de esos gigantes del fútbol da mucho que pensar. Uno compite con mucho respeto, pero eso no significa llegar derrotado. Juegues con quien juegues, tu desempeño tiene que ser el mejor y si te anotan un gol que sea uno bien difícil, porque para eso entrenamos”.
Se dice que en ese Mundial recibió ofertas para irse a la Liga rusa…
“Desde mi primer campeonato tuve la gran suerte de que por mi trabajo se fijaran en mí. Cada vez que he tenido la dicha de estar en partidos internacionales la actuación ha sido buena, gracias también a la labor de todo el colectivo técnico y de mis compañeros. En Guatemala hubo propuestas de clubes rusos y después en el 2004 de muchos entrenadores que me decían que tenía posibilidades de jugar en el fútbol internacional. El técnico brasileño en el 2004 decía que si tuvieran un portero como yo serían fácil campeones del mundo. En el Panamericano del 2007, en Río de Janeiro, estaban interesados no sólo en mí, sino también en varios jugadores cubanos para que estuvieran en la Liga de fútbol de sala de Brasil”.
Carbó todavía conserva aquel partido del Mundial de Taipéi de China 2004 en el que se volvió un muro para la selección argentina. Al terminar ese torneo, en el cual Cuba no obtuvo ninguna victoria, “la roca negra” se ganó un lugar entre los jugadores a seguir en el mundo del futsal. Así lo refleja el portal de la FIFA al incluirlo junto a Luis Amado, Javi Rodríguez, Marcelo, Falcao, Carlos Sánchez, Leandro Planas y otras estrellas como los nombres a retener en la memoria después de dicho evento.
¿Qué sucedió con todas esas ofertas? ¿Fue juzgado por rechazarlas?
“Uno se siente muy orgulloso de que otras personas estén interesadas en tu trabajo y te lo reconozcan, pues para todo atleta eso es muy importante. Conviví con ofertas a lo largo de mi vida deportiva y no niego que me hubiera gustado tener la posibilidad de haber jugado en un club de futsal; pero siempre respondí que los trámites de esta contratación tenían que hacerse con el consentimiento de la Federación de Fútbol de Cuba y el Inder. En ocasiones, hubo posibilidades de contrato, sin embargo no fructificaron, porque en aquel entonces no nos permitían estar en clubes profesionales.
“Hay muchas personas que me cuestionan porque no me fui a jugar al extranjero y a todas les digo que eran gestiones que no me correspondían y nunca tuve en mente abandonar ni a mi delegación ni a mi país”.
Para el año 2007, Brasil, como nación futbolera hasta la médula, incluyó el sala en el programa de los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro y sería la primera vez que la selección cubana de este deporte participaría en una cita de este tipo.
“Fuimos invitados a Río. Nos preparamos mucho y los ánimos andaban por el cielo. Estuvimos en una gira en Paraguay y llegamos con muchas ganas de hacerlo bien. Caímos dos por uno en un partido contra Paraguay que nos daba la clasificación, pero perdimos con las botas puestas. El nivel en Sudamérica es muy alto.
“En la Villa Panamericana todos me halagaban, me daban ánimos. Era un ambiente inigualable, los atletas de diferentes disciplinas nos relacionábamos e íbamos a apoyar a las instalaciones donde compitiera Cuba. Fue una experiencia muy bonita”.
¿Cómo recuerda enfrentar a un futsalista del nivel de Falcao?
“En esos Juegos Panamericanos del 2007 nos medimos al equipo de Brasil. Una experiencia magnífica contra los mejores del mundo en esa época. Falcao es un jugador diferente. Lo sientes cuando entras al terreno. Rivales así hacen que tu nivel sea mejor, te obliga a tener los ojos abiertos, aunque el balón esté en defensa, porque de cualquier acción saca una genialidad. En una ocasión yo estaba portereando y en una posición muy incómoda para disparar, de espaldas, le hicieron un pase a media altura y remató al segundo palo de taco, o sea para tirar a puerta no tiene que tener perfil de tiro. En esa oportunidad pude darme cuenta de la intención y afortunadamente el balón me dio en el rostro”.
Al año siguiente, Cuba volvería a Brasil, esta vez para participar en el Mundial y la escuadra, pese a ser goleada por los locales 9-0, dejó una de las mejores imágenes de la selección nacional en Campeonatos Mundiales.
“El Mundial del 2008 fue en el que más lucimos como equipo. Teníamos un grupo único con la mezcla de juventud y veteranía, jugadores como “Angola”, Boris Luis… Habíamos participado en varias giras, los Juegos Panamericanos de Río y estábamos consolidados. Allí obtuvimos la primera victoria cubana en mundiales tras ganarle 10-2 a Islas Salomón”.
Sin embargo, cuatro años después se corta la racha y no pueden asistir a la cita mundialista de Tailandia…
“En el 2012 fue un duro golpe no clasificar. Digo esto porque nos confiamos. Presenciamos partidos de otros equipos que debíamos enfrentar y el nivel era bajo. Pensamos que antes de jugar habíamos ganado. Nos sentíamos muy bien y eso traicionó. No pienso que fuera una clasificatoria difícil, de hecho era la primera vez que, en lugar de dos, clasificaban cuatro y, así todo, no pudimos”.
Sin imaginarlo, Tailandia sería la última posibilidad que tendría para volver a asistir a un Mundial como jugador, pues en el 2016, con 46 años de edad, una “Kid Chocolate” abarrotada vio los últimos minutos de Wilfredo Carbó sobre el tabloncillo en el torneo del Caribe. Allí demostró que la roca se marchaba intacta.
“Obtuvimos el primer lugar. Disfruté la oportunidad de jugar dos choques y no me anotaron goles. Es un sentimiento un poco extraño cuando llega el retiro. Tuve una carrera longeva y aunque siempre me quedó esa espina de que podía dar más, me comunicaron que había posibilidades de ser entrenador de la selección nacional y estuve de acuerdo. Al final era un sueño también pertenecer al colectivo técnico del equipo Cuba”.
Él confiesa que como atleta era extremadamente serio con el entrenamiento, pues de eso dependía el rendimiento. “Me comportaba alegre y jovial fuera de la cancha, pero dentro del terreno cambiaba todo. Exigía y era muy quisquilloso, porque a la hora del juego eso te daría la excelencia. La preparación psicológica resultaba fundamental, sobre todo para el portero, que es asediado en muchos momentos del partido y si te hacen un gol tu ánimo no puede bajar, pues el equipo lo siente y los compañeros necesitan de ti”.
Ahora esa exigencia la pone desde el banquillo como preparador de arqueros y en sus inicios tuvo la tarea de entrenar a jugadores que habían sido sus compañeros. “Lo asumieron con mucho respeto. Nunca he tenido problemas con ellos y me adapté bastante bien. En este momento sigo cumpliendo esa función y lo hago con mucha responsabilidad, tratando de darle todo lo que aprendí a través de mis vivencias”.
¿Qué limitaciones tiene el futsal cubano hoy?
“El Campeonato Nacional es insuficiente. En estos últimos tiempos se han hecho torneos que apenas duran una semana y en ese corto periodo no ves en realidad el talento que hay en el país. Estamos abogando para tener un evento de mayor duración, de tres o cuatro meses. Tuve la satisfacción de lograr cuatro campeonatos nacionales y participar en Copas Gelavert y Olimpiadas del deporte cubano y son competencias que de una forma u otra le dan buena salud a la disciplina.
“Imagina que en el primer partido de un Campeonato Nacional para el que te preparas meses, te lesionas y pierdes casi todo el torneo. Esto ha sucedido. En el futsal lo más importante es que los jugadores sean habilidosos, con una condición física buena, pero hay muchos otros aspectos tácticos que llevan tiempo de trabajo”.
¿Piensa que el futsal ha tenido una atención acorde con sus resultados?
“Creo que la disciplina con sus cinco participaciones en Copas del Mundo debería tener un poquito más de atención. Ahora mismo en la capital no tenemos un tabloncillo propio para entrenar. Con el derrumbe de la ‘Kid Chocolate’ sólo queda la ‘Ramón Fonst’ y ahí es prioridad el baloncesto.
“Hoy alguna selección quiere topar con nosotros y no tenemos una cancha y son cosas que se deben de valorar por la historia misma que hemos tenido. No exigimos nada más que una cancha donde podamos realizar concentraciones y períodos de entrenamiento. Esto es una pena que pase a nivel de selección nacional. En el ‘Cerro Pelado’ practicamos en el lugar del balonmano; pero tenemos que estar buscando horarios alternativos para entrenar cuando ellos terminen. Por lo demás, en estos tiempos difíciles, no pienso que la atención sea mala, sin embargo, se podría mejorar un poco”.
Con frecuencia se escucha que las generaciones anteriores de futsalistas han sido mejores a la actual, ¿qué opina de esto?
“Pienso que en el tiempo de nosotros tuvimos la posibilidad de enfrentar a muy buenas selecciones y eso te da nivel. Todos hemos hecho un gran esfuerzo independientemente de la generación que sea. Resultaría injusto decir que una fue mejor que otra. A los muchachos de ahora los veo muy bien, tienen cualidades técnicas y son habilidosos y rápidos. Deben ganar en juego colectivo y transición defensa-ataque, pero eso poco a poco se va cogiendo. Lo más importante es que tengan la posibilidad de acumular partidos internacionales y a nivel doméstico y estoy convencido que la calidad sería superior a la que alcanzamos nosotros”.
“Carbó es un ejemplo de atleta que ha sabido sobreponerse siempre a todas las dificultades. Indiscutiblemente el mejor arquero de Concacaf”.
Freddy Herrera (ex jugador de la selección cubana)
Su vida deportiva de más de 25 años en el alto rendimiento lo privó de muchas fechas y momentos especiales para los suyos, quienes siempre lo comprendieron y lo apoyaron. Él, con la misma convicción con la que se paraba a defender la portería de Cuba, afirma que no se arrepiente, porque esa fue su decisión.
Ahora, como cuando era niño, intenta no salir tanto de casa para pasar más tiempo con sus seres queridos. “Tengo una gran familia, con unos hijos hermosos que siempre están ahí dándome ánimos. Ellos son mi inspiración”.
Hoy les cuenta a sus jugadores que el sacrificio y la confianza en el trabajo se convierten en armas muy poderosas. No importan las veces que quiso y no pudo, sino las ocasiones en que usó eso como una armadura para volver a andar con más fortaleza. “Todo es un cúmulo de experiencias que te van preparando para tu momento. En las selecciones de fútbol once no pude ser el portero regular, en una eliminatoria olímpica no decidieron por mí y tenía las condiciones y ganas para jugar. En Ciudad Habana disputaba cinco o seis partidos por año y cuando pude ser el portero titular en una final de un Campeonato Nacional a la que vino Maradona, el director técnico no me puso y desgraciadamente perdimos 2-1.
“Ninguna carrera de ningún deportista está exenta de estos momentos. Esas situaciones te forjan, tienes que tener la mentalidad y la convicción de que todo va a pasar y que debes abrir nuevas puertas y enfrentar distintos retos. No puedes bajar los brazos. Muchos piensan que si no son regulares un año, ya, se acabó, y abandonan el conjunto. Para nada debe ser así. Cuando integras un equipo estás dentro del barco y con ese barco vas hasta el final, así navegue o se hunda”.
Imperecedero, ligado a una gran parte de la historia del futsal en Cuba, Wilfredo Carbó ha demostrado ser un alma de extrema consistencia. Incapaz de quebrarse, y resistiendo los embates de la vida, cimentó a base de sacrificio y atajadas el mito de una roca negra que impedía la caída de la portería cubana.
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Maravilloso trabajo 🙂