Onelio y Florencio son dos “salaos”. Sus rostros muestran las huellas de cómo se curte la piel cuando alguien pasa más de dos décadas pegado al mar extrayendo sal; en sus manos cada surco vislumbra los azares de la mecánica, del innovador que siempre está dispuesto a enfrentar lo irreparable; pero en sus ojos y en sus sonrisas está la satisfacción cuando se presentan como trabajadores de la UEB Salina El Real, entidad camagüeyana perteneciente a la Empresa Nacional de la Sal.
Y es que ambos han sido horcones para la salina por años. De ello no se jactan, sino que desde sus respectivos puestos como secretario general del buró sindical y como representante de los innovadores de la entidad, logran que esta sortee los achaques de la maquinaria y se entregue la sal para el consumo social y la que se emplea en las industrias.
Superando obstáculos
Por años los más de 200 trabajadores de la salina han sabido inventar de todo para que la fábrica, que acumula más de 90 años de fundada, procese los cristales diariamente. Reparar e innovar se han convertido en palabras de orden, y desde el pasado año han tenido que sumar a ello las carencias económicas que ha provocado la crisis epidemiológica tras la aparición de la COVID-19.
Para Miguel Milán Rodríguez, director de la UEB, “el 2020 fue un año complejo en el cual el coronavirus nos puso trabas, pero no nos detuvo y cumplimos los indicadores. Todos los trabajadores organizados por el sindicato cumplieron las medidas higiénicas y nadie se enfermó gracias a que se pusieron en práctica para evitar contagios”.
En el 2021 pudiera decirse que les ha ido peor. Comenzaron enero con roturas que interrumpían constantemente la producción hasta que en febrero durante una semana apagaron motores. “Esto fue algo difícil porque a los trabajadores de la sal nos gusta mucho cumplir y no quedarnos atrás. Nuestras producciones son esenciales, ya que nos encargamos de elaborar la sal que se emplea en diferentes sectores, así como para la canasta básica”, aseguró el director.
Las interrupciones les provocaron un atraso de unas 700 toneladas. Sin embargo, como planteó Milán Rodríguez: “Gracias a la inventiva de los miembros del comité de innovadores, marzo se inició bien y servirá para disminuir lo más posible esa deuda”.
Los trabajadores, los protagonistas
Dicen los que saben que los trabajadores salineros se entregan en cuerpo y alma; están llenos de experiencia y rara vez se van del lugar. Según cuenta Onelio Ortega Fonseca, quien suma más de 25 años de labor en esta unidad, también “somos de los que no renunciamos a un plan económico porque tengamos problemas técnicos o falten insumos”.
Si hay atraso, dice Onelio —quien además de liderear la brigada que pinta y da mantenimiento, es el secretario general del buró sindical—, se extienden los turnos de trabajo, incluso hasta 12 horas y cada uno se encarga de lo suyo y de algo más que haga falta hacer.
“Como el trabajo en la salina es mucho, es necesario apoyar en todas las tareas, hablar sin cansancio con los trabajadores para que se sientan bien y comprometidos con la producción. Así hemos podido resolver y siempre cumplir”, apuntó.
La entrega de los salineros agramontinos ha sido reconocida por diferentes organizaciones, hacen grandes aportes a la patria y donan sangre. Y se destacan por su utilidad en las innovaciones.
“El trabajo de la Anir es fundamental ante las carencias que tenemos y es lo que mantiene la disponibilidad técnica de los equipos”, explica Florencio Fernández Rondón, quien dirige a los 42 miembros del comité de innovadores y racionalizadores del centro, que se enfrascan en resolver cada problema detectado, que quieren hacer más y son el eje fundamental para que la entidad se diversifique.
Es así que con orgullo Florencio relata sobre las bombas verticales sumergibles para el lavado de la sal en la planta, que están logrando hacer, o de la máquina que haría briquetas para alimento animal con desperdicios de la sal y que luego venderían a la agricultura.
Mirando al futuro
Fundada en 1929, la salina camagüeyana y sus salineros no piensan en retirarse, sino en extenderle su vida útil, por eso apostaron por una inversión con capital extranjero que mejoraría la maquinaria en la planta de elaboración.
Para este año tenían marcado en el calendario el inicio de la inversión, pero la COVID-19 lo ha complicado. “Ese es un sueño que tenemos, porque aumentaríamos la producción y trabajaríamos con equipos con tecnología de punta que nos ayudarían a entregar sal con estándares internacionales. Además, así aportaríamos al turismo. Estamos cerca del polo turístico de Santa Lucía”, asevera Milán Rodríguez.
En El Real hay suficiente materia prima para asumir grandes producciones. Como expresa el director, tienen la ventaja de que el agua de mar entra por una conexión directa que guía el líquido a las 16 lagunas y áreas de evaporación, concentración y cristalización con que cuentan. De esa forma llega con muy poca materia extraña.
Allí se extrae la sal y una vez que se cristaliza, la benefician, elaboran los diversos productos y ellos mismos la venden a los clientes. Este ciclo cerrado les ha permitido crear proyectos para incrementar ganancias.
Y mientras sortean las dificultades tecnológicas ya han diseñado nuevos productos comercializables que emplean, por ejemplo, el peloide salino, que es como un fango medicinal; la cría de la artemia salina, un crustáceo que está en la salmuera y sirve de alimento para el camarón y la langosta; la extracción del calcio, uno de los varios minerales que se encuentran cuando procesan los bloques de sal natural y que sirve para la elaboración de elementos de techo, pinturas y otros componentes constructivos.
Mucho es lo que sueñan y logran los salineros agramontinos, quienes buscan constantemente qué hacer y cómo hacerlo mejor. Trabajar con el esfuerzo de su colectivo los caracteriza y es que son gente llena de sal, pero sacrificada.