Desde hace un año Javier Rodríguez Rubio no duerme tranquilo. Cada noche en su cabeza repasa los lugares al que fue en el día, visualiza si cuando llegó a casa lavó bien sus manos y si mientras estaba en la calle no se quitó el nasobuco en algún momento.
No lo puede evitar. Hace un año se convirtió en el primer camagüeyano en ser positivo a la COVID-19 en territorio nacional, al ser contacto de un extranjero que atendió en la recepción del Hotel Santa María, en la cabecera provincial, lugar donde trabaja.
Transcurría marzo del 2020. Javier ya había escuchado de los primeros pacientes positivos a la enfermedad que habían sido detectados en Cuba; había leído sobre el primer coterráneo que procedente del extranjero llegaba contagiado. Pero no imaginaba que sería el próximo.
Cuando le comenzó aquella tos seca fue de inmediato al policlínico. Luego le siguieron unos cuantos días de ingreso como sospechoso, hasta que el 26 de marzo le confirmaron lo que imaginaba: era positivo a la COVID-19.
“Aquellos días fueron duros”, recuerda, y sobre todo porque él temía por alguien más, por su esposa que tenía en ese entonces 23 semanas de embarazo y por sus casi 12 contactos que incluían a su familia.
Daylen Reyes Ramírez, su compañera en la vida, ya no quiere ni hablar de aquellas semanas, le supieron mal; solo la reconforta que finalmente nadie más se contagió a partir de su esposo y que pudo continuar tranquilamente con su embarazo.
Ya en casa, Javier, quien también fue el primer camagüeyano en recibir alta clínica, continuaba cuidándose por Braiden Javier que venía en camino.
“Yo sabía lo que era estar enfermo, apunta, lo que de verdad te hace el virus y era algo en lo que pensaba mucho cuando esperaba que naciera mi hijo. Hoy Braiden tiene siete meses y la provincia, como el país entero, tiene muchos más casos que cuando yo me contagié, así que las medidas tienen que ser estrictas.
“La familia trata de venir lo menos posible a la casa. Yo salgo a resolver cosas, porque nada cae del cielo, pero siempre con la idea clara de que hay que cuidarse y no por mí, sino por mi niño, por todos los míos.
“En la entrada de la casa tenemos nuestros pomos de cloro y creamos las condiciones para que siempre que lleguemos nos podamos lavar las manos y cambiar de ropa. Eso también lo entienden las amistades, que casi ni vienen y se comunican más por teléfono o internet.
“Esta es una enfermedad que cualquiera puede coger y nadie tiene en la cara un cartel que lo anuncie. Además están los asintomáticos, así que uno no debe estar saliendo innecesariamente, se debe usar bien el nasobuco y lavarse mucho las manos.
“Ser positivo a la COVID-19 nunca se olvida, ya no somos los mismos luego de esto, ya Cuba tampoco será la misma luego que salgamos de esto. Es momento de tomar conciencia, lavarse las manos, limpiarlo todo, ser responsables y cuidarnos por todos los que nos rodean”.