RETRATOS: Las orquídeas de Miñín

RETRATOS: Las orquídeas de Miñín

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Detrás de la mata de mameyes, que cubre parte del patio de la casa, está el reino de Aurelio Fagundo. Desde hace muchos años, Miñín, como todos le dicen en el barrio de Pijirigua, en Artemisa, comenzó a construir su invernadero, un lugar especial donde las orquídeas son las reinas absolutas. Las hay blancas, amarillas y, sobre todo, moradas, con formas diferentes, pero igual de hermosas.

 

Foto: Agustín Borrego

“Desde que las descubrí, me apasionaron”, confiesa. Según sus palabras, todo empezó cuando pasaba el Servicio Militar Obligatorio, como se decía entonces. “Fue entre los años 1966 al 69. Vine para La Habana y estuve ubicado en una unidad militar, en Minas, Campo Florido. Pasé un curso como radiotelegrafista. Un día estuve por una finca, donde un matrimonio tenía su casa.  Allí estaban sembradas orquídeas por todas partes: en los postes del portal, en los árboles…quedé enamorado. Le pedí al dueño un esqueje para traerlo a mi madre. Esa fue la primera que sembré.

“A partir de ahí, empecé a coleccionarlas. Era un hobby, que ha crecido con los años. También tengo helechos, begonias, azucenas, entre otras”, manifiesta.

 

Foto: Agustín Borrego

Poco a poco se fue adentrando en la amplia familia de las Orchidaceae, muy populares en el mundo, lo mismo silvestres o híbridas. Se pueden adaptar a diferentes hábitats, desde bosques, húmedos, hasta climas muy secos.

Pero no es tan simple cuando se cultivan en un invernadero: hay que estar al tanto de los brotes, la calidad de las raíces, conocer si las hojas están saludables, en fin, requieren un desvelo que en Miñín se consolidó con los años, con esa persistencia que tienen todos los que se entregan con amor a alguna faena.

Hoy, a sus 72 años, se regocija de la cosecha. En el patio de la gran familia, en el cual solo va quedando él y la añoranza por los ausentes, las plantas constituyen parte importante de su existencia. Recuerda los años en que sus padres se esforzaban para que los seis hijos tuvieran, al menos, lo elemental. Confiesa que, si bien no abundaban las riquezas materiales, el amor y la unión de la familia permitió que pudieran sobrellevar cualquier carencia.

“Yo era un guajirito flaco, que andaba sin zapatos, correteando entre montes y ríos. Empecé a trabajar antes de ser hombre, había que inventar desde la niñez para ayudar a los padres. Mi primer trabajo oficial fue en la fábrica de dulces en conserva, en Palmarito. Tenía 17 años. Fue poco tiempo, porque me llamaron al Servicio Militar”.

 

Foto: Agustín Borrego

Trabajador durante la mayor parte del tiempo de comercio y gastronomía, apunta que se jubiló a los 60 años. “En ese entonces, laboraba en la tienda que existía en el central Abraham Lincoln, para estimular a los trabajadores destacados”.

Posteriormente, los desvelos por su jardín fueron mayor. “Saqué licencia como trabajador por cuenta propia para vender flores”.  Y sin altanería, afirma: “Mis orquídeas gustan”.

 

Foto: Agustín Borrego

No obstante, dice que, en los últimos meses, con la pandemia, la actividad casi se detuvo. Además, «me aprobaron un subsidio, que como ves, me ha permitido construir mi casa. Eso ha llevado mucho sacrificio, aún no está terminada, pero ya se ve bonita, tengo todo para el baño y también la cocina…”

En todos esos trajines, dice, ha protegido a sus queridas orquídeas, y a todas las demás plantas que lo rodean, porque, de acuerdo con sus palabras, el verde y la delicadeza de las flores alimentan el espíritu.

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Acerca del autor

Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.

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