La Uneac es el espacio de confluencia de los artistas y escritores. De los mejores. De la vanguardia, para utilizar un término que se discute mucho, pero que convendría asumir en su concepto más amplio. La Uneac no puede ser, de ninguna manera, refugio de la mediocridad. No fue pensada como club social, como organización de beneficencia, como sindicato de artistas.
Su rol fue, es y será el de constituir contrapartida creativa, comprometida, responsable… de las instituciones culturales. Y en el sentido de promover un debate serio, profundo sobre cuestiones esenciales asociadas a la creación, a sus problemáticas, a sus repercusiones.
Un debate de implicaciones estéticas. Conceptuales. Pensar la cultura. Reflexionar sobre los caminos de la cultura. Posicionar al artista frente a las instancias que lo deben apoyar, sostener. Representarlo. Defender y socializar su expresión libre, el rol crítico y cuestionador del arte en la sociedad, los aportes concretos de los creadores al proyecto de país. Para eso está la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
La Uneac no es el Sindicato. Y llama la atención que tantos miembros de la organización sigan asumiendo, a estas alturas, que es el espacio para tramitar y resolver problemas que trascienden el ámbito creativo. De hecho, muchos de los planteamientos en asambleas y otros encuentros tienen esa índole. Y aunque la Uneac los recepcione y reoriente, no significa que esa sea su responsabilidad. Ahí está el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura.
Los debates de la Uneac tienen que ser los grandes debates de la cultura. Obviamente, con sus ramificaciones hacia la política, la economía, la sociedad. Porque el artista no vive en una torre de marfil. Pero hay que ganar vuelo y trascendencia.
Otro aspecto que algunos parecen no tener claro. La Uneac tampoco es el Ministerio de Cultura. O sea, la Uneac no puede, ni tiene, ni debe resolver problemas puntuales: administrativos, contables, de aplicación de políticas específicas, de adecuación de presupuestos.
Cumple con escucharlos, tramitarlos, ofrecer su punto de vista, dar luz sobre posibles soluciones. Es la contrapartida. Y como contrapartida, es uno de los puntales de la política cultural de la nación. La voz de los artistas y escritores. Su proyección pública.
En el excelente discurso que el Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez pronunció en la clausura del Noveno Congreso de la Uneac hay algunas claves. Convendría revisarlo. Y convendría también regresar a documentos históricos, como las célebres Palabras a los Intelectuales de Fidel, que también cumplen 60 años en este 2021.
Pocas organizaciones de creadores en el mundo tienen el potencial de la Uneac. Agrupa a creadores de todas las manifestaciones. Y como dice uno de los eslóganes por estas celebraciones: En la Uneac está la fuerza. El desafío mayor es saber para qué, por qué y cómo se utiliza esa fuerza.