Otra vez las cifras sacuden. ¡El parte del domingo con 634 positivos y tres fallecidos! Hablar de cuidarse de una pandemia como esta no se puede conjugar en singular. Enero ya tiene la desagradable estela de ser el mes con más contagiados y todavía no acaba.
¿Qué más podemos y debemos hacer? ¿Cómo seguir trabajando y produciendo sin incumplir los protocolos establecidos? ¿Por qué algunos han renunciado a los aplausos para nuestros salvadores de vida: médicos, científicos y voluntarios que siguen en hospitales, laboratorios o centros de aislamiento?
Muchos cubanos hemos olvidado que queremos más al visitante o familiar hoy si cumplen la cuarentena a su llegada y dejan el abrazo para cuando se sepa el resultado negativo del PCR. Asimismo es cierto que la atención primaria bajó la guardia cuando más alertas nos mandaban el fin del 2020 y las indisciplinas sociales en colas, guaguas y hasta en los centros de trabajo.
Allí donde se decide la economía también se decide la vida. Y se decide el futuro de Cuba. Necesitamos evitar un colapso de hospitales y terapias intensivas. Requerimos más rigor en las medidas sanitarias y conciencia de que cualquiera de nosotros puede figurar mañana en el parte del doctor Durán.
Este rebrote es peor que el inicio de la enfermedad en marzo del pasado año porque las fuerzas humanas, por lógica, se van agotando; los recursos materiales escasean, en tanto niños y abuelos se disparan entre los contagiados. Las vacunas aceleran sus pruebas, pero lleva tiempo para tener seguridad total y ser quizás el primer país del mundo con toda su población vacunada antes de cerrar el 2021.
COVID-19 en plural es el SOS del gobierno, del médico de la familia, de todos los cubanos ahora mismo. La persuasión urge acompañarla de severidad con los incumplidores. Sobre los trabajadores descansa una única respuesta: poner el hombro para producir, poner alma y responsabilidad para borrar las cifras que nos sacuden. Y vivir, vivir.
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