Y sucedió lo que tanto temíamos, otro rebrote, aún más fuerte, de la Covid-19 en nuestro país. No son pocos los municipios y provincias con una situación complicada, que conllevó a retrotraernos a la fase de trasmisión autóctona limitada.
Las causas son múltiples y poco adelantaríamos ahora con intentar establecer culpables o achacar unos a otros las responsabilidades. Lo importante es volver al enfrentamiento más estricto de la epidemia del nuevo coronavirus, con todas las medidas de control que ya conocemos de los dos picos anteriores, y ahora con las adecuaciones que conlleva ya la experiencia, así como las nuevas complejidades del escenario económico y social.
Porque no hay duda que cada ciclo tiene sus propias características, tanto desde el punto de vista epidemiológico, como en relación con la situación interna del país.
En esta ocasión resulta de gran preocupación el número de casos de personas afectadas en las edades pediátricas, un rasgo que debe movilizarnos como sociedad para proteger especialmente a infantes y adolescentes.
La coincidencia en el tiempo de esta nueva alza en la incidencia del virus con el comienzo del ordenamiento financiero establece también otras circunstancias para la economía familiar, así como para el comportamiento de las producciones y servicios.
Mantener vitales las principales actividades económicas es un imperativo que se refuerza como parte de ese proceso, cuya incidencia más cercana en la ciudadanía no debe hacernos olvidar sus propósitos esenciales como elemento reorganizador de la vida empresarial, una arista de la que se ha hablado menos en estos primeros quince días de la tarea.
Como elemento esperanzador ante la actual emergencia sanitaria, continúa el avance de las investigaciones alrededor de nuestros propios candidatos vacunales, una fortaleza que sin dudas recibe la prioridad merecida, por su posible significado en una solución a mediano plazo de esta mayor incidencia en la enfermedad.
En materia de prevención de la Covid-19, nuestro mayor conocimiento sobre este mal y su estrecha cercanía durante ya casi un año, se torna también quizás como una de sus principales amenazas, por ese efecto psicológico negativo de ya casi acostumbrarnos a la convivencia con el nuevo coronavirus, y la subvaloración del peligro que ello representa.
Mantener e incluso reforzar la percepción de riesgo constituye por consiguiente una tarea primordial en esta coyuntura, lo cual demanda mayor exigencia individual y colectiva en todos los niveles, para contrarrestar este tercer y más fuerte rebrote de la epidemia.
Tuvimos ya la prueba inicial en el primer semestre del 2020, la revalorización en el tercer trimestre de ese mismo año, y en este instante nos enfrentamos al examen de extraordinario frente a la Covid-19.
De la inteligencia y meticulosidad con que actuemos dependerá que pasemos airosos esta nueva prueba, con el deseo unánime de que ojalá sea la última, si lo hacemos como ya sabemos se debe y se puede hacer.
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