Ingentes esfuerzos acometió el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), con el apoyo de la mayoría de los artesanos artistas, para a pesar de las adversidades por la presencia en Cuba de la COVID-19 —que ha limitado las producciones manuales debido a la dificultad de adquirir materias primas— realizar con éxito la Feria Nacional de Artesanía (FNA), que durante el mes de diciembre tuvo como escenario 11 provincias del país, aquellas donde las condiciones epidemiológicas lo permitieron.
Como respuesta a la imposibilidad de programar —para evitar el contagio del letal virus— la Feria Internacional de Artesanía (Fiart), que tradicionalmente moviliza a miles de personas que desean comprar algún obsequio para ocasiones tan significativas como los Días de la Medicina y del Maestro, así como por el advenimiento del nuevo año, el FCBC buscó soluciones para materializar este valioso regalo para los cubanos con motivo del aniversario 62 del triunfo de la Revolución. Y bajo el eslogan La autenticidad es nuestra diferencia, exitosamente lo logró.
El mayor beneficio social y logístico de la FNA —auspiciada, además, por el Ministerio de Cultura (Mincult), en su edición capitalina— fue la inauguración de un área expositiva en la avenida de Línea, entre 18 y 20, en el Vedado habanero, allí el monto de recaudación en pesos cubanos convertibles y en moneda nacional superó, proporcionalmente, las ganancias de la pasada edición de Fiart.
Los anteriores espacios dispuestos para la Feria Internacional resultaban complicados para el traslado y el movimiento interior del público. En el Pabellón Cuba se producían aglomeraciones que dificultaban el tránsito de personas, mientras que los stands se encontraban muy cerca unos de otros. En Pabexpo —la mayoría de las veces sede del encuentro y donde igualmente se producían embotellamientos por la masiva concurrencia— y en el Complejo Histórico Militar Morro Cabaña —en el que los adoquines y las distancias entre pabellones entorpecían el paso de los ancianos y visitantes con incapacidad locomotora— era engorroso el acceso, por estar ubicados en zonas alejadas del centro de la gran urbe.
Instalar este evento en la calle Línea —con subsede en la Feria de Rancho Boyeros—, para aprovechar el mayor paso por allí de ómnibus y otros medios de transporte, fue una decisión agradecible. Mediante inventivas y el reciclaje de materiales, una parte de los artesanos de todo el país llevaron a los 150 stands habilitados en el vetusto inmueble y sus áreas exteriores, numerosas creaciones en orfebrería, calzado, textiles, muebles, metales, cerámica y madera, y disímiles bienes de uso personal o doméstico.
El área estrenada por la FNA —aún en fase de construcción— se denomina Estación Cultural de Línea, prevista en el Corredor Cultural de Línea, proyecto que desde hace varios años fomenta el Mincult y que aglutina a relevantes centros e instituciones culturales existentes en la popular arteria. Sus espaciosos perímetros también servirán de sede a otros importantes encuentros organizados por el FCBC y por distintas instituciones de la capital.
El edificio en el que radica el nuevo recinto expositivo registra valiosos aportes a la historia del transporte en la capital y Cuba. Fue construido a principios del pasado siglo para acoger la Estación El Carmelo, donde se ubicaban los tranvías que transitaban por diferentes vías de la ciudad. En 1958 era el paradero de la sociedad Autobuses Modernos S.A., y luego del triunfo de la Revolución, al nacionalizarse el transporte urbano, pasó a formar parte de la Corporación Nacional del Transporte, de la cual surgió el Ministerio de Transporte. En 1995 se convirtió en la fábrica de bicicletas Pipián, hasta que en el 2002 un incendio redujo a cenizas el inmueble.
Ahora, como el ave fénix, esta instalación resurge para bien de la espiritualidad de los cubanos, gracias al interés del Mincult y el FCBC, así como del Partido, el gobierno y demás instituciones de la capital, cuyos aportes fueron reconocidos por Arturo Valdés Curbeira, director general del FCBC, en la apertura de la FNA.