Cargando...Por 14 años aproximadamente el recién fallecido director de cine Rigoberto López llevó entre sus papeles el proyecto de una película dedicada a El Mayor Ignacio Agramonte. Soñó cada toma, cada frase, cada locación. Nunca abandonó la idea y la enriquecía de vez en vez.
Quería mostrar tantas cosas, pero sobre todo a un Agramonte con todas sus complejidades, al hombre que no tuvo nada más importante en sus pensamientos que la lealtad a la revolución. Era su compromiso para con el héroe y los camagüeyanos.
A los más jóvenes dirigió su discurso, quizás por eso el filme en un intento de abarcar cada momento trascendental de la vida del héroe traza una línea recta y clara de los sucesos. Sobre ella pincela el amor con Amalia, la firmeza del abogado, la pasión por la unidad y la libertad y las diferencias de El Camagüey para con el resto de la Cuba en arma.
Vuelca en cada plano los años de guerra, la crudeza sangrienta de las batallas y de la vida en campaña. Y es que El Mayor visualiza la historia, pone en movimiento lo que cuentan los libros, se apega a la época, no solo en vestuario y locaciones, sino también en maneras de hablar.
Pero sobre todo intenta contar sobre los cimientos que se forjaban sobre el nacionalismo, el amor a la patria y a los símbolos.
Fue ambicioso desde su concepción y para lograrlo muchas fueron las voluntades, el impulso de soñadoras como la historiadora Elda Cento, también fallecida, y las manos amigas que apoyaron el proyecto, uno de los de mayor presupuesto en la historia cinematográfica en Cuba.
“Esta es una súper producción que se pudo hacer por el interés del gobierno en Camagüey. Nos prestaron sus calles, sus museos, sin ellos no se hubiera podido hacer la película. Además estas tierras tienen una belleza y un potencial que había que filmar aquí y no en otro lugar”, explicó en conferencia de prensa Santiago Llapur, productor de la película.
Sin embargo, de igual manera varios fueron los retos que tuvieron que asumir: los kilómetros que separaban una locación de otra, las largas horas en zonas silvestres, las garrapatas, la lluvia, el sol, la poca cantidad de uniformes con que contaban… la enfermedad de su director.
Pero en el producto final se intuye esa entrega, ese extraordinario esfuerzo y la complejidad de filmar grandes batallas o de tener unas mil 800 personas en un lugar al mismo tiempo. Se siente real y muchas veces gracias, en parte, a actores consagrados como Rafael Lahera que destaca en su personificación de Carlos Manuel de Céspedes.
Para todos, como explicaron durante la presentación, fue un gran reto, porque como comenta Claudia Tomás, joven actriz que encarnó a Amalia, “no eran personajes desconocidos, sobre todo aquí en Camagüey, por lo que era un reto enorme y por el cual me entregué totalmente. Después de esta película, de Amalia, maduré y di un salto grande y entendí que amar es dar también”.
Para Daniel Romero no era su primer gran personaje en el cine, pero si interpretar a Martí lo hizo actor, Agramonte, acota, “me hizo hombre.
“Ignacio y yo no tenemos un gran parecido físico y ahí radica mi primer agradecimiento al director, por confiar en que podía hacerlo. Para ello tuve que prepararme mucho, conocerlo de verdad y la mayor experiencia que tenía para entender a Agramonte fue caminar por las calles de Camagüey y conocer a la gente”.
El Mayor debía ser estrenada en las llanuras agramontinas, así lo quiso su director; y llega como una película necesaria, que como señala Luciano Castillo, lo hace en un momento trascendental porque enseña ese orgullo que deben inspirar los símbolos patrios y la historia cubana.
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