Con su nuevo filme, Father , el prestigioso cineasta serbio Srdan Golubovic (Premio Especial del Jurado en Sundance 2013 por su alabada Circle ) se presentó en la sección Panorama, de otro festival internacional no menos famoso: la Bernilane, este mismo año, y ahora puede verse en la Habana en el marco del Festival que corre hasta el próximo 13 de diciembre.
Mientras en sus anteriores títulos (también le pertenece The trap) la diana eran los ámbitos ontológico y ético, dentro de este –coproducción entre Serbia, Croacia, Alemania, Francia y Eslovenia – sin dejar de abordarlos, el profundo cineasta se mueve más en la esfera social.
Basado en hechos reales, sigue a Nikola, obrero que ahora solo consigue empleos temporales desde que perdiera el fijo; la esposa amenaza con darse candela junto a sus dos hijos si no le abonan los atrasos de dos años , lo cual intenta en una impresionante escena que da inicio al filme. A partir de lo cual, el hombre sufre la vejación de ser privado de sus hijos, al considerarse que, sin empleo fijo y en las condiciones de pobreza en que vive, no puede hacerse cargo de ellos.
Nikola emprende un viaje que es toda una peregrinación: recorre 300 kms desde su apartada aldea hacia Belgrado, la capital, con el fin de apelar la decisión de un corrupto juez local y entregar la solicitud en persona al propio ministro.
Ello deviene un verdadero road movie “a pie”, que es en definitiva Father, a la vez que significa mucho más: una intensa denuncia social en torno a un sistema donde la burocracia, la injusticia y la corrupción imperante afectan sobre todo a los de abajo, campesinos y trabajadores humildes, sin recursos, víctimas de funcionarios inescrupulosos y llenos de ambición desmedida.
Pronto sabremos que el hecho de privar a sus padres de los hijos y entregarlos a padres adoptivos constituye un lucrativo negocio de un “pez gordo” aupado por las altas esferas, y que el verdadero delito no son las condiciones sociales que generan desempleo, hambre y pobreza generalizada, sino el no disponer de agua corriente, electricidad que cortan por no poder pagarla o una computadora, pues atacan la consecuencia y no la causa que las generan.
En su recorrido por una inmensa franja del país, sobre todo rural, el protagonista se encuentra con todo tipo de personajes, algunos solidarios y humanos que le tienden mano, y que exhiben una rica conformación del dramatis personae, pero sobre todo muestran un país empobrecido: gasolineras, casas vacías , fábricas y establecimientos derruidos, carreteras llenas de baches, todo en condiciones precarias, que dejan muy mal parada a una sucesión de gobiernos corrompidos, culpables de una sociedad con grandes abismos entre ricos y pobres , bajo un capitalismo salvaje.
El filme, de una sobriedad expositiva encomiable, rica en planos largos y un tempo deliberadamente lento, que nos permite tomar el pulso a las situaciones tan elocuentes que conforman tan sui géneris road movie, es un drama contundente, no solo político y social, sino sobre todo humano: desde el inicio nos identificamos con ese hombre golpeado por un sistema que desprotege al obrero e ignora al ser humano más vulnerable, al que justamente vuelve así por su inequidad y falta de horizontes.
Un montaje riguroso, la fotografía que explora con detalle la ingratitud de un paisaje natural y social que se torna otro personaje, la solidez de un guión pletórico de cohesión dramática, la música que complemente a la perfección la imagen, son rubros que confieren al texto fílmico auténtico vuelo estético.
Sin olvidar por supuesto, la actuación superlativa del croata Goran Bogdan –uno de los más aplaudidos en su país- como ese hombre golpeado, sufrido, de pocas palabras, cuya mirada sin embargo, dice mucho y lo trasmite a un espectador sensibilizado e identificado. El resto de sus colegas (Boris Isakovic, Nada Sargin …) lo secundan admirablemente.
Filme duro y a la vez conmovedor, sin concesiones a tratamientos complacientes sino muy realistas y audaces, es de lo mejor que nos trae el festival de la Habana en esta 42 edición.