En la película “El Padrino”, del director Francis Ford Coppola, aparecen escenas que se desarrollan en La Habana. El filme trata sobre una familia mafiosa, la de Don Corleone, y las luchas entre grupos mafiosos. ¿Qué relación tiene ese argumento con Cuba? ¿Cuándo la mafia tuvo presencia en esta Isla?
La década del cincuenta del siglo XX tuvo muchas peculiaridades en Cuba. Entre lo más destacado estaba el ahondamiento de la crisis del sistema, tanto en lo referido a su estructura económica, cuya situación crítica había comenzado desde los años veinte, como en lo político e institucional, agravada con el golpe de Estado de 1952. Como característica muy especial, los problemas señalados dieron lugar a la existencia de una situación revolucionaria que habría de desembocar en el triunfo revolucionario de enero de 1959. En ese contexto, el gobierno encabezado por Fulgencio Batista apeló a una política económica que incentivaba las inversiones de capital estadounidense, las cuales habían tenido una notable disminución a partir del estancamiento de la industria azucarera y, por tanto, de la economía cubana en general. Este incentivo se enlazó con la promoción del turismo, campo en el cual se trabajó en la construcción de hoteles y casinos a lo largo del litoral habanero con extensión hacia Matanzas y proyectos de continuar extendiéndose, de manera que Cuba se convirtiera en “Las Vegas del Caribe”.
El negocio que se impulsó en aquel tiempo creaba una imagen de modernidad y de vida nocturna intensa, en especial en la capital donde aparecían las nuevas construcciones con sentido de verticalidad, es decir, edificios altos, muchos con el sistema de propiedad horizontal, y numerosos hoteles, clubes nocturnos, cabarés y casinos. Esto ha perdurado en el tiempo en algunas propagandas acerca de la Cuba de aquellos años, más resulta importante conocer qué intereses se movían detrás de esos negocios, a qué y quienes respondían, con su impacto en la sociedad cubana. En este asunto entra el papel que la mafia radicada en los Estados Unidos tuvo en tales inversiones y, también, su enlace con políticos de entonces, en especial con Fulgencio Batista.
Grupos mafiosos asentados en los Estados Unidos habían iniciado su presencia en Cuba en la década del treinta. A partir de 1933 la entrada y asentamiento en la Isla de individuos procedentes de la mafia de los Estados Unidos, cuyo negocio se centraba en el juego, la droga, la prostitución, el contrabando –fundamentalmente de heroína para los Estados Unidos y cocaína para el consumo en Cuba-, fue un hecho. No obstante, el negocio necesitaba condiciones para crecer en lo cual el fomento del turismo resultaba muy importante.
Grandes hoteles, clubes, casinos y otras instalaciones para las apuestas y el juego, se hacían necesarios; sin embargo, las condiciones de Cuba en aquel momento no eran las más propicias. El país salía de un fuerte movimiento revolucionario que había conmovido los cimientos del sistema neocolonial, por tanto aquella sociedad resultaba bastante compleja. Por otra parte, situaciones internacionales como la Segunda Guerra Mundial, entre las de mayor impacto, permeaban el acontecer de modo particular. La mafia se establecía, pero no podía aún expandir con fuerza sus negocios. No obstante, es de destacar que aquella primera irrupción en la isla antillana se produjo cuando Batista era la gran cabeza dominante dentro del militarismo, fenómeno asentado entonces como parte de la restauración del poder oligárquico luego del proceso revolucionario de los años treinta.
La década del cincuenta, con la instauración del gobierno dictatorial de Batista, creó mejores condiciones para desarrollar el gran plan turístico que tendría una conexión muy fuerte con esa mafia; por tanto, su auge correspondió a esos años. Así, encontramos grupos que tenían en Meyer Lansky, Amadeo Barletta, Amleto Batisti, Santos Traficantte, entre otros, sus figuras centrales, a los que se sumaban artistas que participaban del negocio -como Frank Sinatra- que se establecieron en la capital cubana, desde donde desplegaron su actividad y hasta dirimieron aquí algunas de sus contradicciones por dominios de territorio.
En 1935, Amleto Battisti se asentó en el antiguo Hotel Sevilla Biltmore donde tuvo su cuartel, y luego fundó el Banco de Créditos e Inversiones S.A. con el que legalizó sus actividades, práctica que se extendió con otras casas bancarias de origen estadounidense que asumían ese tipo de “lavado” de dinero. En 1937, el Chase National Bank se encargó de cubrir los intereses de esa mafia en el Hipódromo de La Habana (Oriental Park). Según afirma Enrique Cirules, desde finales de 1933 se produjeron los primeros arreglos entre el coronel Fulgencio Batista y el “financiero de la mafia”, Meyer Lansky, por órdenes de Lucky Luciano.[1] Lansky controló el Casino del Hotel Nacional de inicio –hotel que tomó como lugar habitual de estancia desde 1934- y luego llegaría a nueve casinos y seis hoteles en un proceso que incluía espacios más allá de la capital, en Varadero, Cienfuegos y otras ciudades. La Habana se convirtió en sitio de gran importancia para la mafia estadounidense, al punto que aquí se celebraron reuniones muy significativas como la de 1946 cuando estuvieron en el Hotel Nacional más de quinientos jefes mafiosos, entre ellos los máximos representantes de aquella mafia, procedentes de Nueva York, Tampa, Buffalo, Florida y Chicago.
La política desplegada por Batista a partir de 1952 contempló aspectos como la restricción de la producción de azúcar, un plan de obras públicas y facilidades para inversiones donde tuvo su lugar destacado el fomento del turismo. Esto llevó a la construcción de grandes hoteles entre 1955 y 1958, como fueron el Deauville, el Capri, el Riviera, el Habana Hilton en La Habana o el Internacional de Varadero, además del control de casinos en clubes y cabarés como Sans Souci, Tropicana, Montmatre y otros en La Habana y Varadero, el del Jagua en Cienfuegos, el del cabaré Venecia de Santa Clara o el del hotel Casa Granda en Santiago de Cuba. También controlaban casinos en hoteles de anterior construcción en La Habana, entre los que estaban el Nacional, el Sevilla y el Plaza.
Las nuevas construcciones vinculadas a las familias mafiosas tuvieron financiamiento de instituciones estatales como el BANDES o el Banco Nacional, aunque hubo también la utilización de otros fondos, entre ellos los de la Caja del Retiro de los Trabajadores Gastronómicos para el Habana Hilton. Estos negocios contaron con estrechas relaciones con figuras del gobierno; por ejemplo, en 1957 se inauguraron el hotel Capri, con la presencia del presidente del Senado, Anselmo Alliegro; el ministro de Gobernación, Santiago Rey, además de otros hombres de negocios, periodistas y figuras mafiosas como el hermano de Lansky, George Raft y otros;[2] y el Riviera, con Meyer Lansky presente. Esa relación fue tan fuerte que uno de sus integrantes, Amleto Batisti, llegó a ser representante a la Cámara por el Partido Liberal en 1954, además de que un jefe mafioso como Meyer Lansky solía realizar reuniones con el presidente Fulgencio Batista, en el Palacio Presidencial, en el “Castillito” del Campamento militar de Columbia o en su finca Kuquine.
Las escenas de la película “El Padrino” filmadas en La Habana, por tanto, no fueron producto de la ficción, sino que reflejan una realidad: la década del cincuenta fue el momento de esplendor de la presencia de la mafia procedente de los Estados Unidos en Cuba, en estrecha relación con el aparato gubernamental de entonces.
[1] Enrique Cirules: El imperio de La Habana & La vida secreta de Meyer Lansky. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2009, p. 27.
[2] Según consigna Cirules, se dijo que Santiago Rey llegó en el mismo auto con Amleto Battisti.
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Profesora titular