Nos pasa a veces tanto con los procesos sociales como con las decisiones individuales, un fenómeno que casi siempre trae muy malas consecuencias: dejar las cosas a medias.
Muchas pueden ser las causas para que anunciemos o tomemos una resolución, y luego veamos alejarse en el tiempo su realización concreta.
Entre esos motivos para posponer lo que ya se anunció pueden existir desde las complejidades de cualquier cambio profundo, hasta las vacilaciones que nos asaltan cuando debemos pasar de las palabras a la acción.
Estas indecisiones han sido incluso fuente de inspiración para grandes obras de la literatura, y en ese caso siempre me viene a la mente, como ejemplo, la tragedia shakespeariana de Hamlet, y las dudas y postergaciones de aquel personaje.
Pues también en la vida real, la irresolución humana a cualquier nivel puede ocasionar no pocos contratiempos.
Porque la realidad es que una transformación a medias puede hacer que –como dice el refrán– sea peor el remedio que la enfermedad.
Ello puede ocurrirnos lo mismo en un vínculo interpersonal, como sería, digamos, la terminación de una relación de pareja; que en la aplicación de cualquier innovación o perfeccionamiento social o económico.
Cuando tomamos una decisión, la comunicamos y ya la esperan en nuestro entorno, lo más prudente y recomendable es apegarnos a ella con la mayor agilidad posible, para evitar efectos indeseados que puedan dificultar su realización o generar nuevos problemas que impidan su éxito.
No quiere decir esto que deban adoptarse soluciones precipitadas, ni dejar de sopesar bien cada paso que se dé, sobre todo si son asuntos de mucho peso que luego no tienen marcha atrás. Para eso se supone que hay una fase larga y meticulosa de reflexión, estudio y preparación previa, antes que anunciemos lo resuelto.
Pero la incertidumbre extendida en el tiempo también añade riesgos a cualquier acción que vayamos a emprender, y en tales casos lo mejor es hablar con la mayor transparencia, explicar los procesos que son necesarios cumplimentar para llegar al punto donde queremos, o en caso de que esto no sea posible por la propia naturaleza de las modificaciones a realizar, pues ejecutar medidas de contrapeso que permitan sortear los obstáculos que generan las esperas.
De lo que sí debemos cuidarnos siempre, entonces, por lo peligroso que puede resultar, es de quedarnos a medias entre lo que decimos y lo que, luego, hacemos.