Siempre he sentido particular devoción por la obra Gitana Tropical (óleo sobre lienzo, 46 x 38 cm, 1929) místico cuadro del célebre artífice cubano Víctor Manuel (La Habana, 1987-1969), calificado como la Gioconda americana, el cual pintó durante su estancia en París y ha pasado a la historia del arte insular como el primer clásico del modernismo pictórico cubano.
Por tal motivo, experimenté extraordinaria emoción y orgullo cuando recientemente recibí una réplica —trabajada mediante un acogedor diseño contemporáneo—, junto a unas 30 personalidades de la cultura y familias que a través de varias generaciones han dejado su impronta en distintas manifestaciones de las artes y la literatura, como la máxima distinción de la Dirección Provincial de Cultura de La Habana, durante un conmovedor encuentro efectuado en el Salón de Artex, del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
El propio artista dijo que esta patrimonial pieza “es una mestiza, una mulata, pero le puse ojos rasgados de india del Perú, de México…” No es el retrato de alguna fémina, como tampoco fue un trabajo “por encargo”. Su creador, evidentemente inspirado en la Mona Lisa de Da Vinci, reflejó en este cuadro algunas de las características de aquel retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, y que fue adquirida por el rey Francisco I de Francia a comienzos del siglo XVI y desde entonces es propiedad del Estado francés.
En tal sentido, Víctor Manuel, alejado del estilo académico predominante en la pintura cubana a principios del pasado siglo, recreó la postura de la singular fémina del genio italiano, en un enigmático proyecto iconográfico en el que igualmente trabaja, con similar intención, el paisaje del fondo. Nuestra Gioconda —que puede admirarse en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes—, es cubana y latinoamericana. Su mirada de mulata pareciera trasmitir algún mensaje al espectador al que le causa embeleso por su belleza mestiza, de largo pelo y con una asombrosa serenidad.
Gitana Tropical es un ícono de la cultura cubana. Por ello, la dirección provincial de Cultura de La Habana decidió instituir su imagen como trofeo a quienes se han destacado durante varios años en el noble ejercicio de promover el enriquecimiento espiritual entre los capitalinos.
He recibido otros importantes reconocimientos, pero este que me acaban de entregar ha removido mis cimientes como periodista y promotor cultural. Un honor que nos obliga a entregarnos con mayor ímpetu en nuestro cotidiano hacer, en beneficio de la consolidación y promoción de nuestra cultura, en la que se funden las raíces de otras distantes como la africana —traída a la isla por los esclavos procedentes del continente negro— y la española —a través de la llegada de los colonizadores ibéricos—. Entre ambas se produjo un extraordinario proceso de transculturación que definitivamente nos define.
Poseer una réplica consagrada como Reconocimiento de la obra más difundida de toda la producción de Víctor Manuel es un orgullo mayor, y aún más lo es cuando la recibimos junto a otras ilustres figuras de la cultura como las familias Fernández-Neira, Corona, Fornet, Nuñez-Veliz, Valdés, Velázquez, Vitier-Marruz, Egues, Paz-Chávez y la Rodríguez-García, entre otras, así como instituciones destacadas en su quehacer cultural, entre ellas Habana Radio, Radio Cadena Habana y el Centro Provincial de Cine, y el proyecto Cascabelitos.
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Sentí emoción al ver sobre el escenario para recibir sus cuadros-diplomas al destacado colega José de la Caridad Dos Santos López, a la prestigiosa pintora Ileana Mulet, a la popular actriz y locutora Irela Bravo, a la cantante Maureen Iznaga, y a María del Carmen Borroto directora del Centro de la Danza, y Daisy Villalejo, subdirectora artística de la propia institución, estas dos últimas jurados permanentes del concurso de Bailes de Danzón Lindas Cubanas, el cual creé en el Centro Cultural Palacio de los Torcedores hace cinco años.
Los lauros los recibimos de manos de la entusiasta directora de Cultura en La Habana, Santa Miralis Ricardo Tamayo, una mujer entregada con pasión al desarrollo de este sector en la capital y quien logró —junto a su eficiente equipo de directivos y trabajadores—su empeño de hacer de este acto de entrega de la Gitana Tropical un ameno e inolvidable encuentro entre creadores que han dejado su impronta entre el pueblo.
No puede dejarse de destacar, asimismo, la labor de las direcciones municipales de Cultura, las cuales tuvieron a su cargo el riguroso análisis de sus propuestas para este valioso estímulo, cuya adjudicación contó con gratos momentos artísticos protagonizados por grandes exponentes de la música insular, como La Musicalísima Beatriz Márquez, el igualmente popular Waldo Mendoza, y el ritmo contagioso de Pancho Amat y su cabildo del son, entre otros; amén de la siempre profesional labor de los experimentados conductores de la televisión cubana, Bárbara (Baby) Sánchez Novoa y Marino Luzardo .