Toda antología propone siempre, a quienes se aventuren en sus páginas, una lectura insospechada, pues no es difícil imaginar que, a través de esas obras, es posible encontrar los textos más diversos, seleccionados de acuerdo a los fines perseguidos por el autor de tales compilaciones.
Ahí radica, quizás, el interés y la curiosidad que, por lo general, despiertan las antologías, ya que los lectores encontrarán, reunidos en un solo volumen, esos textos dispersos que les permiten conocer sobre el tema que ha preocupado, y ocupado, al antologador.
El poeta Delfín Prats, una de las más reconocidas voces de la lírica cubana de entre siglos, se ha decidido, a partir de sus preferencias como lector, a preparar una de esas obras y así ha nacido una sugerente antología de la poesía escrita en la mayor de Las Antillas en los siglos XIX y XX.
Se trata de El huracán y la palma. Antología de la poesía cubana (Ediciones Holguín, Holguín, 2017, 192 pp), en que Delfín Prats ha reunido 61 poemas, de la autoría de 28 creadores de diversas generaciones, estilos, tendencias, regiones, todos ya desaparecidos físicamente.
El título del volumen –una canción de Sindo Garay– responde, como explica el autor de Para festejar el ascenso de Ícaro, a que «la palma sería la figuración del país y por extensión alude a la poesía, a la realización poética. La palma simboliza el triunfo de la escritura sobre las adversidades del devenir».
Es esta una colección de textos que, a través de diferentes formas estróficas –como el soneto, el verso libre, la prosa poética…–, exhibe un amplio universo temático, muestra de la riqueza tanto formal como conceptual alcanzada por la poesía en Cuba.
Se abre esta entrega con el poema «A Emilia», de José María Heredia (Santiago de Cuba, 1803-Ciudad México, 1839) y se cierra con «La condena (Manuscrito encontrado en una abadía)» y «El bautizo», ambos de Juan Carlos Flores (La Habana, 1962-2016).
En la relación de poemas y poetas reunidos se encuentran, entre otros, «La pesca en el mar», de Gertrudis Gómez de Avellaneda; «Carmen», de José Martí; «Sufrimiento», de José Manuel Poveda; «Proclama», de José Zacarías Tallet; «La isla en peso», de Virgilio Piñera, y «Graffitti», de Ángel Escobar.
A Julián del Casal (La Habana, 1863-1893), uno de los iniciadores del modernismo en Hispanoamérica, pertenece «Tristissima Nox», uno de los poemas reproducidos en El huracán y la palma…:
Noche de soledad. Rumor confuso
hace el viento al surgir de la arboleda,
donde su red de transparente seda
grisácea araña entre las hojas puso.
Del horizonte hasta el confín difuso
la onda marina sollozando rueda
y, con su forma insólita, remeda
tritón cansado ante el cerebro iluso.
Mientras del sueño bajo el firme amparo
todo yace dormido en la penumbra,
solo mi pensamiento vela en calma,
como la llama de escondido faro
que con sus rayos fúlgidos alumbra
el vacío profundo de mi alma.
«Nuestra selección –afirma Delfín Prats– tiene como destinatario a la gente que necesita de la poesía, que busca en ella respuestas a sus interrogantes vitales. Estos poemas son una fiesta de humanismo y belleza que dedico a los jóvenes cubanos y de otras latitudes dentro del ámbito de la lengua».
El huracán y la palma. Antología de la poesía cubana no solo permite un recorrido por momentos cimeros de la lírica insular, sino también posibilita algo más trascendente: confirmar la necesidad de la poesía para dar respuesta a las interrogantes de la vida misma.