Certero resulta indudablemente el juicio de la poeta Dulce María Loynaz quien, a fines de la pasada centuria, calificaba de rara avis en el panorama de la lírica cubana de la época a Ángela de Mela, alguien que por entonces daba a conocer sus primeros versos.
«Esta Ángela –afirmaba la escritora galardonada con el Premio Cervantes– escribe como los ángeles. Angélicamente inconsciente, y a veces sin saber qué y cómo lo ha hecho, diríamos que inusitadamente fabrica un sueño de alas para la nueva poesía cubana».
Ángela de Mela, con el paso del tiempo, ha demostrado que la autora de Juegos de agua. Versos del agua y del amor no se equivocaba en su valoración, pues su obra confirma la presencia de una voz diferente, distinta, en el ámbito de la poesía escrita en la Cuba de entre siglos.
Península de Hicacos (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2018, 80 pp), el más reciente poemario publicado en la isla por Ángela de Mela –que llega acompañado de las ilustraciones de Sándor González Vilar–, es muestra evidente de ese personal discurso lírico de incuestionable trascendencia.
Estructurado en dos secciones –«Península de Hicacos» y «Mar de leva»–, el cuaderno presenta una colección de poemas inteligentemente concebidos mediante un hilo conductor que lleva al lector a pensar, a indagar, a reflexionar, en el hombre y en su vida.
Son textos cuidadosamente concebidos y escritos, en que la creadora trabaja con minucioso oficio de orfebre cada imagen, cada palabra, cada frase, lo cual devela tanto un profundo conocimiento del idioma como un preciso dominio de la creación poética.
Con este poema, en que es fácil reconocer tales características, se abre Península de Hicacos:
El perfil de tu rostro
en la brisa de Hicacos
es simple
como lo es el agua de la arena
en la cola del pececillo
el impulso del ocaso en el mar
o el pájaro cuarteado de la nube
gratitud del vacío
en el grano de la sal
la mancha
o el minucioso abismo
el polvo y la piedra
la vida o la memoria
partir o regresar
izada la península
a tu espalda
al juego de la roca
la silueta de la fugacidad
fundida en el calor de las caracolas.
Poeta, investigadora literaria, animadora cultural, Ángela de Mela (La Habana, 1954) es autora, entre otros títulos, de los poemarios De ti, melancolía (1987), Dónde nombrar a Mela (1990), Tú o yo (1990), Habana & Havana (2003), Estancias en el cielo (2006) y Rituales de la luz (2008).
Sus versos han sido incluidos en publicaciones periódicas y antologías aparecidas, entre otros países, en Estados Unidos, México, Uruguay, España y Cuba, y dirige, desde el año 2006, el Proyecto IL Cántico, centrado en la integración de la poesía y la música.
En «Las palabras de Ángela de Mela», texto que a manera de prólogo presenta Península de Hicacos, el investigador y ensayista Enrique Saínz escribe que
Nos acercamos a esta poesía con la disposición para el hallazgo de sus revelaciones y no nos defraudara, saldremos de su lectura con destellos y preguntas, realidades y ensueños, ávidos de un más que toda buena poesía nos despierta para que sigamos mirando nuestro entorno y nuestra historia, lo lejano y lo cercano con ojos más frescos y dilatados, con todos nuestros sentidos despiertos hacia la vida.
Con la lectura de Península de Hicacos –libro, por cierto, publicado por vez primera, en el año 2012, en España–, es posible confirmar el alcance de la obra de Ángela de Mela en el panorama de la lírica cubana contemporánea, una obra marcada por ensueños, hallazgos, destellos…
Lo más categórico de Ángela esta en su obra llena de misticismos y metafóricamente reverenciada por todo aquel que sabe apreciarla.
Es como escrita por un ángel.
Coincido contigo.
A mi me hace volar sobre el mar, ese que nos baña y nos da vida.
La mejor poetisa de su tiempo