Tal como estaba previsto, a las 8.00 horas de la mañana de este domingo en Chile, abrieron las puertas los colegios electorales para que las chilenas y los chilenos ejercieran su derecho a aprobar o no el cambio de la Constitución que rige en el país desde la época de la dictadura, lo que podría representar el primer paso para transformar un país donde, en el último año, más que nunca, se ha generado una lucha frontal entre -por un lado- el pueblo agobiado de tantos males sociales y económicos, sometido a una fuerte represión policial, y por el otro, la burguesía neoliberal que gobierna a cualquier costo.
En esta jornada solo se decidirá si el pueblo realmente quiere una nueva Constitución y quiénes se encargarían de redactarla -si una Convención Constitucional o una Convención Mixta- y posteriormente habría que someter la nueva Carta Magna a otro Referendo para su aprobación definitiva.
Lo más complejo resulta ser que, según el llamado “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” aprobado en noviembre de 2019 tras las más grandes manifestaciones populares contra el gobierno registradas en la historia de ese país y la fuerte ola violencia que parece aún no tener fin, el tipo de Convención que se elija para redactar la letra de la Ley de leyes, “no podrá afectar las competencias y atribuciones de los demás órganos y poderes del Estado”. En otras palabras, el gobierno podrá presionar o apoyar a la Convención a su antojo para que responda a sus intereses.
Analistas internacionales han puesto énfasis también en el tema de la mayoría cualificada dentro de la Convención elegida. Según recuerda en un análisis la televisora multiestatal Telesur, la aprobación de la Constitución, una vez redactada, necesitará para su aprobación el apoyo de las dos terceras partes del quórum, por lo que al final, una minoría podría afectar la decisión definitiva. Y lo más preocupante: como los poderes imperantes en el país son “intocables” durante todo el proceso y la Convención no puede afectarlos, ¿realmente esta podrá incidir en los temas económicos y sociales que más implican y preocupan a las mayorías? Evidentemente no.
Teniendo en cuenta todos estos elementos, hay quienes consideran que la realización del plebiscito podría ser una forma en que la derecha dominante ha intentado reacomodar sus intereses y reafirmarse en el poder, mientras ofrece una posible salida a una confrontación que es mucho más vieja y más profunda de lo que se pudiera imaginar, y que en la práctica, parece que seguirá afectando a los más desfavorecidos, los mismos que durante el último año han estado por meses en las calles, participando en manifestaciones y siendo víctimas de las más fuerte represión desatada en años.
Este propio día del plebiscito -ya se había anunciado públicamente- miles de carabineros chilenos están en las calles, rodean los colegios electorales y “están preparados para que el país ejerza su derecho democrático en paz”. El propio presidente Sebastián Piñera a primera hora de la mañana y luego de ejercer su derecho al voto, llamó a que todos los ciudadanos fueran a votar porque “todas las voces importan” y dijo que ver a su gabinete como “el del Rechazo” no ayuda a nada pues es “el Gabinete de todos los chilenos”. A estas alturas, ninguna ironía que venga de este gobierno debería asombrarnos.
Desde las redes sociales también se ha acompañado este proceso desde hace ya un año y un análisis realizado sobre las principales etiquetas empleadas en una red social como Twitter para argumentar si se aprobaba o no el plebiscito, determinaron que había poca distancia entre las intenciones de voto, algo contradictorio y que alerta sobre cómo podrían estar empleándose estos escenarios mediáticos para influir en la decisión de la población, una práctica casi común en procesos electorales de la derecha en los últimos años.
Esta, sin dudas, será una jornada trascendental para el pueblo chileno, pero el mayor desafío comienza después: la elaboración de la nueva Constitución, el posterior referendo, su aplicación y hasta qué punto dará respuestas y transformar un país, incidir en la vida de la gente que más lo necesita. Mientras tanto, es muy probable que sigamos asistiendo a un país profundamente afectado por la imposición de paquetes neoliberales, con un profundo desbalance económico y donde la inversión social sigue estando en planos secundarios, con el uso de la fuerza policial sin límites ni frenos y una compleja situación impuesta por la pandemia de la Covid 19, que hasta este domingo ya ha afectado a más de medio millón de chilenos y provocado la muerte de otros 14 mil.