A cuatro hitos del arte nacional ha estado dedicada la Jornada de la Cultura Cubana que concluye hoy, 20 de octubre, fecha cardinal en la historia y la consolidación de una identidad:
- Alicia Alonso, la más grande de nuestras artistas escénicas, pilar y referencia de una escuela y un movimiento creativo.
- Omara Portuondo, cantante de un repertorio esencial, embajadora en muchos países de lo mejor de la música popular cubana, intérprete de un estilo.
- Alfredo Sosabravo, artífice de figuraciones representativas, maestro del color y de la forma, creador de un universo simbólico.
- Y Elpidio Valdés, nuestro gran personaje de dibujos animados. Símbolo de la cultura de resistencia. Hijo multiplicado del inolvidable Juan Padrón.
Cien años de Alicia; noventa de Omara y Sosabravo; cincuenta de Elpidio: aniversarios que implican celebraciones y asimismo un ejercicio de reflexión.
¿Hasta qué punto el arte nos explica como pueblo? ¿Qué implica saberse herederos de una cultura extraordinaria? ¿Cuál ha sido el rol de la cultura y sus más relevantes exponentes en la consolidación de una identidad? Basta con una afirmación: la cultura es el pueblo.
La realización mayor de la política cultural de la nación ha sido defender el derecho inalienable de la ciudadanía a disfrutar de las expresiones y manifestaciones del arte. No hay cultura mayor ni cultura menor: hay un entramado confluyente, riquísimo e integrador. Es un patrimonio compartido por generaciones completas y que se amalgama con la historia.
El 20 de octubre de 1868, cuando Perucho Figueredo compartió en Bayamo la letra del himno que sería el de la nación toda, cristalizó esa simbiosis que ha marcado el devenir de un pueblo.
[box title=»Sobre el Himno de Bayamo:» box_color=»#1e38b0″ title_color=»#faf2f2″]
Acerca del Himno Nacional (I): Manuel Muñoz Cedeño, primer orquestador y más
Acerca del Himno Nacional (II): Diego José Batista, sacerdote y patriota
Himno vivo: A propósito del Himno de Bayamo y el Día de la Cultura Nacional [/box]
El Día de la Cultura Cubana es reafirmación de un compromiso. Alicia Alonso repetía una y otra vez una vieja sentencia: el arte no tiene patria, pero los artistas sí. Y aunque distinguidos artistas cubanos han hecho obra significativa fuera del archipiélago, gran parte del acervo ha sido creado aquí. No es esta una cultura de diásporas enfáticas. Y en cualquier caso, lo bueno que se ha hecho fuera integra también el cuerpo maravilloso de esa cultura.
En tiempos marcados por una contingencia sanitaria, por el impacto inmovilizador de una pandemia, no hubo apagón cultural en Cuba. Los artistas ensayaron alternativas, siguieron trabajando. Habrá que hacer en algún momento el recuento de estos meses de creación, la valoración justa de su aporte. Es que los artistas han hecho en buena medida una crónica de estas circunstancias.
Cuando el país retoma paulatinamente cierta noción de normalidad, el arte recupera espacios, reacomoda impulsos y concreciones.
Hay desafíos importantes para la cultura cubana y sus hacedores. Las nuevas tecnologías plantean nuevos escenarios.
Hay que repensar una economía de la cultura, que debe asumir creativamente los retos de la economía nacional sin menoscabo de la socialización efectiva de cada una de las expresiones.
Los artistas aficionados, los portadores de tradiciones tienen que afianzar alianzas con los profesionales y las instituciones.
Es necesario defender el sistema de enseñanza artística y trabajar en su permanente renovación y funcionalidad.
Pero la fuerza de la creación es evidente. El arte seguirá ofreciendo sentidos y abriendo caminos. Cuba seguirá siendo cultura.