4 de agosto 2020 Un tractor de los bomberos abre un cortafuegos en el Pantanal brasileño para evitar que los peores incendios de los últimos años en este santuario de la biodiversidad al sur de la Amazonía se sigan propagando. Agencia Ips
Ante esta noticia cualquier gobierno del planeta, no importa filiación política, moviliza las fuerzas con que pueda contar y pide ayuda internacional, salvo que esto acontezca en Brasil, y sobre todo si su presidente se llama Jair Bolsonaro.
Los datos satelitales del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) revelaban la magnitud del desastre en el considerado uno de los mayores humedales del planeta, compartido por Brasil, Bolivia y Paraguay: 1.684 focos de incendio detectados en julio, el peor registro para ese mes desde que empezaron las mediciones hace más de 20 años.
«En este incendio ya se quemaron 50.000 hectáreas. La pérdida es muy grande, la fauna y la flora de aquí se vio muy perjudicada en este período, causando daños irreparables al medio ambiente», explica un bombero, mientras dispara chorros desde su mochila de agua, reportaba un diario local.
Los bomberos marchan en fila, con el último integrante armado con una escopeta calibre 28 para defenderse de ataques del jaguar del Pantanal, el mayor felino de América, en peligro de extinción.
Esta riquísima reserva de la biósfera reconocida por la Unesco alberga cientos de especies, entre ellas la anaconda amarilla, el jabirú o tuyuyu (el ave símbolo del Pantanal) o la nutria gigante.
Desastre ecológico y de salud
Este desastre ambiental está acompañado de otro, la pandemia del nuevo coronavirus, que hasta junio había sido relativamente clemente con esta región de Brasil, el segundo país con más contagios y muertos del mundo. Pero las curvas subieron vertiginosamente en Mato Grosso desde entonces, superando las medias nacionales por millón de habitantes.
En el más extenso humedal del mundo, dos tercios del Pantanal, o 150 000 kilómetros cuadrados, quedan en el centro-oeste de Brasil y el otro tercio se divide entre Bolivia y Paraguay. El segundo año consecutivo de sequía provocó una proliferación de incendios en la llanura inundable que en gran parte recuerda el paisaje lunar, con sus incontables lagunas, narraba un colega de la radio.
De enero a julio los focos de incendios en la parte brasileña del Pantanal sumaron 4218, con un aumento de 186 por ciento sobre igual período de 2019, según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial (Inpe) en su monitoreo por satélites.
Hace años que el período de lluvias se está acortando y las sequías se hicieron más severas en la parte central y suroriental del país”, y los estudios apuntan a la deforestación en la Amazonia como causa, diagnosticó el ICV.
Aparte de problemas climatológico está la expansión de la ganadería, que usa las quemas para renovar los pastizales o expandirlos a nuevas áreas. Lo constata el hecho de que 86 por ciento de los incendios se originaron en propiedades rurales y 34 por ciento en predios aún no inscritos en el Catastro Ambiental Rural.
El punto de partida de los fuegos es la impunidad. No hay información de alguien castigado desde 2019 y ese hecho circula entre los hacendados, estimulando nuevas quemas” que se vuelven incontroladas, denunció Alcides Faria, director ejecutivo de Ecoa Ecología y Acción, una organización no gubernamental fundada en 1989 en Campo Grande, donde está la mayor parte del Pantanal.
Además de los factores climáticos como origen de la reducción de las lluvias y el caudal de los ríos, se denuncian otras tres causas: la falta de un plan para lidiar con la previsible sequía, la ausencia de coordinación entre los distintos actores, incluso la sociedad y los países que comparten el bioma, y el deterioro de las carreteras que dificulta el combate al fuego.
«Todos los animales que hemos rescatado hasta ahora están en estado muy crítico, algunos con quemaduras hasta el hueso», explica un funcionario, que instala bebederos y cestas con frutas para los animales que consiguieron sobrevivir al fuego pero corren peligro de morir de hambre o deshidratados.
«Espero que esto sirva para que la gente abra los ojos y entienda que la biodiversidad de aquí es única. Precisamos conservarla, es muy valiosa», reclama.
Bolsonaro se defiende de las críticas
Según el ingeniero forestal Vinícius Silgueiro, del Instituto Centro de Vida (ICV), «la sustitución de muchas plantas nativas por otras destinadas a pastoreo» debilitó la resistencia de la vegetación.
Las responsabilidades apuntan igualmente al desmonte de organismos de control ambiental puesto en marcha desde la llegada al poder del presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro.
Según Silgueiro, la práctica de las quemadas para limpiar el terreno se mantiene debido a la «sensación de impunidad» que impera, debido a «la falta de recursos de los organismos públicos de protección ambiental», destaca la Afp en un despacho desde Brasil.
En la Amazonía brasileña, donde los incendios se deben en su gran mayoría a actividades ilegales, se detectaron este año 62.627 focos, un 10% más que en el mismo periodo del año pasado y el récord desde 2010.
Septiembre 20 del 2020. Las llamas ya acabaron con el 20% del área y decenas de animales. El pedido de auxilio vino de Mauro Mendes, el gobernador del estado brasileño de Mato Grosso.
.Para muchos, el envío de refuerzos al Pantanal para intentar detener los incendios es una ayuda tardía, ya que la destrucción que provocaron en septiembre llevan meses recorriendo con fuerza los amplios senderos del humedal .
La situación afecta principalmente a las más de 1.200 especies que habitan el Pantanal.». Los árboles están quemados y estamos viendo una gran migración de animales en busca de recursos», dijo el veterinario Felipe Coutinho.
Mientras todo esto acontece, aún hay focos de incendios, Bolsonaro culpa a la Onu de «desinformación» para empañar su gestión ambiental. «Brasil es el país que mejor preserva el medio ambiente» y todos «deberían felicitar» a su país. Lo que es una burla para los voluntarios que intentan apagar los incendios.